Cuatro goles, unas veinte situaciones claras, pocas infracciones, mucho espacio  en la zona central, un poco de incertidumbre en el resultado con el gol de Huracán, varias paredes, muchos contraataques fulminantes y algunas actuaciones sobresalientes, dan la idea de un partidazo para los neutrales. Desde la perspectiva de Independiente la idea de gran partido no parece una exageración. Porque los de Holan disfrutaron del juego, se sintieron cómodos desde el arranque, dejaron expuesta su superioridad en casi todo el desarrollo del encuentro y tuvieron momentos de toques lujosos de esos que parecen de otros tiempos. Los de Alfaro deben estar muy lejos de aceptar la idea de nada bueno porque padecieron el juego casi desde principio a fin, de a ratos se sintieron desbordados y tuvieron muchas dificultades para  concretar sus buenas intenciones. Solo en el último tramo en los pocos minutos que mediaron entre el 1-2 y el 3-1 se ilusionaron con la posibilidad de sacar un buen resultado. El tiro de gracia ejecutado por Gigliotti sobre la hora los volvió a la realidad. 

En el fútbol se suelen dar algunos hechos, casi fortuitos que aumentan su atractivo natural. Como que por ejemplo un equipo que merece estar perdiendo por una goleada catastrófica de pronto se encuentre a tiro del empate. Pasó en Avellaneda. Faltaban siete minutos cuando Mendoza superó con un cabezazo a Campaña e Independiente sintió el impacto y se empezó a preparar para jugar lo que faltaba rodeando a su arquero. Pero en el apuro por alcanzar el milagro uno de los laterales de Huracán, Alvarez, perdió una pelota en la mitad de la cancha y en otra contra letal de los rojos se cerró definitivamente cualquier incógnita.

Independiente ganó porque hizo un gol en el arranque (gran pase de Gaibor y exacta definición de Gigliotti) y eso les dio tranquilidad para manejar mejor los espacios; porque tuvo solidez en el medio, mucha recuperación en Domingo, gran calidad de juego en el ecuatoriano Gaibor (metió por lo menos cuatro pases filtrados de esos que dejan mano a mano a los delanteros con el arquero rival), muy buen acompañamiento en los otros del medio: Benítez, Cerutti y Meza, y poder de fuego en Gigliotti. Es cierto que el grandote número nueve perdió dos goles fáciles por no afinar la puntería, pero la mandó a guardar dos veces, dio el pase a Benitez en el segundo gol y se asoció sin desentonar en el circuito de juego que proponían sus compañeros de mejor técnica. Al final se quejó elípticamente de que sus compañeros no fueron más directos a buscar el gol, seguramente porque sintió que podía haber sido una tarde para romper records.

Huracán estuvo lejos de ser el equipo ordenado con el sello de su entrenador. Le faltaron Damonte y Araujo, pero lo que faltó por sobre todas las cosas coordinación para cubrir las espaldas de los centrales en pases cruzados y vivez para tirar la ley del off side en algunas llegadas del rival. Hubo momentos en que los de rojo pasaban como rayos a visitar seguido a Marcos Díaz que fue uno de los pocos que se salvó del naufragio. Huracán tuvo algunas situaciones muy favorables en el primer tiempo (Chávez perdió una, Alvarez otra) pero ínfimas en la comparación con las que generaba su rival. 

Fue 3 a 1. Pudo ser 15 a 3.