La principal causa de los sobreprecios en los supermercados no es la inflación, sino la cartelización de unas pocas empresas grandes que impiden la competencia y terminan imponiendo precios altos a los consumidores, que son los más perjudicados de toda esta historia. La disparada de precios en las góndolas de todo el país –con valores muy por encima de los reales– es la consecuencia de la falta de competencia. Esto no es casual: se produce por los acuerdos de cartelización entre empresas y grandes cadenas de supermercados. El objetivo de estas últimas es reducir o eliminar a la competencia (las cadenas de mediano porte y comercios) poniendo cada vez más bocas de expendio para ahogar a sus rivales en la pelea comercial.

En el fondo, se elimina la diversidad de la oferta y se desata una guerra donde 10, 12 ó 15 supermercados y empresas se agrupan para monopolizar el poder de manejar los precios a su antojo. ¿De qué manera lo logran? La base de su estrategia es que haya pocos jugadores. Así, aunque ellos vendan poco y no crezcan, al competidor lo hacen vender cada vez menos sometiéndolo a una presión tal que no puede cubrir sus gastos y termina cerrando. Es una verdadera situación donde se busca ahogar a la competencia, y no ganar mercado siendo eficiente.

En este sentido, el término monopolio refiere a una situación de privilegio en un mercado imperfecto en el cual existe un productor o agente económico (monopolista) que tiene un gran poder y es el único en una determinada industria que posee un producto, bien o servicio determinado. El término que mejor describe la situación en el caso de los bienes de consumo y de acceso a las góndolas es el de oligopolio, que hace referencia a una situación de mercado en la que el número de vendedores es muy reducido de manera que controlan y acaparan las ventas como si hubiera monopolio. Además de afectar a las pymes, las condiciones de monopolio dejan indefenso al consumidor que terminará pagando por los productos un precio mucho más alto del que debería. Hoy, por ejemplo, un paquete de fideos vale 10 pesos al costo y las grandes cadenas lo exhiben en góndola a 50. El mismo producto en una cadena media como Maxiconsumo no llega a 20 pesos cuando en un minorista se ofrece a 25 dentro de Precios Cuidados. Otro ejemplo: una lata de durazno –en algunas de las grandes cadenas– se la cobra 100 pesos al consumidor, cuando entre las primeras marcas el verdadero valor no supera los 45 o 55 pesos.

En Maxiconsumo tenemos además 130 productos en Precios Cuidados (con nuestras ya conocidas marcas propias entre las que se encuentran Molto y Marolio) algo que, claramente, no existe en las demás empresas que, además, son formadoras de precios que perjudican a miles de familias y consumidores.

En este escenario, es duro para una cadena media como Maxiconsumo competir contra los “poderosos” de este sistema imperfecto. Sin embargo, son tan ineficientes que nos dejan lugar. En las cadenas que abusan de su posición dominante no hay por ejemplo un dueño presente o alguien que gerencie bien: de hecho, le compran sólo a los amigos sin importar si ofrece las mejores condiciones en cuanto a precio y calidad.

Pese a que cadenas medias como la nuestra aún tiene lugar para competir, cada vez nos es más difícil sostenernos sin trasladar los aumentos a los precios cuando a veces nos llegan listas con dos incrementos por semana. Esto ocurre en un escenario en que la gente ya no tiene ni para consumir segundas ni terceras marcas. Una muestra clara se dio en diciembre pasado cuando la caída del consumo en los supermercados fue de entre 8 y 10 por ciento. Los consumidores están empezando a buscar precios, a ir a las cadenas de mayoristas y a cambiar sus hábitos educándose para comprar. Lo peor que le puede pasar al ciudadano es naturalizar los abusos y terminar preso de quienes actúan como dueños del mercado.

Connivencia oficial

Este escenario donde las grandes empresas remarcan los precios un ciento por ciento respecto a una cadena media, está lleno de vicios de índole comercial y ético. En cualquier parte del mundo esto estaría penado; en nuestro querido país la responsabilidad de cuidar los intereses de los argentinos recae en la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia.

Esta situación la vengo denunciando hace mucho tiempo, con todos los reclamos pertinentes presentados ante los organismos oficiales, pero nadie se anima a poner el pie donde sea necesario para que los precios bajen. Ni este Gobierno ni el anterior hicieron lo que correspondía porque esas grandes cadenas y las empresas que ofrecen sus productos allí son amigas de todos: de hecho, en Defensa de la Competencia hay gente que asesora a estas compañías.

Así, ocurren situaciones donde el Gobierno termina subsidiando a ciertos locales de grandes marcas (por ejemplo con descuentos por consumir con tarjetas, como hace el Banco Provincia) ante la amenaza de que se van a despedir empleados. Entonces, las grandes cadenas siempre terminan recibiendo beneficios porque dicen que emplean mucha gente, cuando en realidad están fabricando pobreza al perjudicar a los consumidores. Cabe destacar que los minoristas en Argentina mueven 1,5 millones de empleos y si crecieran los mismos bajaría la desocupación.

* El autor es dueño de Maxiconsumo.