Son flexibles, no organizan el mundo en categorías binarias y se piensan como parte de una comunidad pero global, no limitada a su casa, sus amigos, su ciudad. Son feministas, también muy sensibles al modelo de la masculinidad tóxica, que rechazan.  Prefieren reírse con cosas que no ofendan a nadie, porque ante todo valoran la diversidad y el respeto. Chicas y chicos de entre 25 y 8 años, la generación conocida como “centennial”, no se parecen en nada a la generación que los precedió, los millennial —más referidos como egocéntricos, consumistas e individualistas—, pero tampoco a las anteriores, y eso anuncia que en pocos años las lógicas de grandes industrias van a cambiar. En realidad, tienen que empezar a cambiar desde ahora, según detectó la consultora de opinión pública Ipsos, que en un trabajo de campo realizado durante el año pasado para relevar tendencias y mentalidades de jóvenes consumidores, “Generación Z”, se encontró con perfiles en los que los cambios insinuados gradualmente por generaciones anteriores, sorprendentemente, maduraron hasta convertirse en la nueva normalidad y la base.

El estudio, cualitativo, se realizó en Argentina durante 2018 en base a entrevistas en focus groups a chicas y chicos de entre 14 y 20 años, que, además de dar cuenta de sus hábitos de consumo (cultural, de productos, de información) y vínculos, dieron su parecer sobre más de 500 publicidades producidas (y emitidas) entre 2013 y el año pasado. Investigadoras e investigadores (especialistas en comunicación, psicología, sociología), además, relevaron pareceres del universo de la publicidad y la academia, algo que terminó por confirmar la brecha entre lo que pareciera ser lo habitual y la mentalidad de quienes “representan el 75 por ciento de la fuerza laboral que manejará el mundo en pocos años”.

Quienes hoy son centennials nacieron conectados (nunca conocieron el internet dial up, no tuvieron que elegir entre hablar por teléfono o conectar la computadora para navegar), tienen el smartphone como “parte de su esquema corporal” y no como un accesorio. En menos de diez años, subrayó el estudio de la consultora, vieron el debate y la promulgación de “más leyes que promovieron la inclusión que en todo el siglo anterior”, como la ley de protección y prevención por la violencia de género (2009), la de matrimonio igualitario (2010), la de identidad de género (2012), la de cupo laboral trans (2015 en provincia de Buenos Aires), la de paridad ente mujeres y varones (2017), o el debate del año pasado por la legalización del aborto. A nivel global, vieron la aparición de redes sociales (o, en algunos casos, nacieron ya con ellas) y las manejan con naturalidad para distintos objetivos y universos (Facebook para la familia, Instagram y Snapchat para vincularse con sus pares y hasta para informarse, por ejemplo), a tal punto que no tienen con la exposición en redes el mismo problema que tuvieron los millennials: muestran y comparten solamente aquello que quieren, y son “conscientes de su privacidad” al mismo tiempo que multitasking que pueden “estar más de cuatro horas en al menos dos plataformas simultáneamente, por lo que tienen atención más fragmentada”.

Para chicas y chicos de esta generación, relevó el estudio, la inclusión, la igualdad, el feminismo y el ejercicio de derechos vinculados a la diversidad es natural. Sedes de la consultora en otros países hicieron el mismo estudio: los resultados, señalaron los expertos que presentaron los resultados locales en un encuentro al que asistió este diario, fueron los mismos. Por eso, sostuvieron, no es menor recordar que quienes piensan así constituyen actualmente “el 25 por ciento de la población mundial y el 27 por ciento de la población argentina, y son el 75 por ciento de la fuerza laboral del futuro”.

No ven televisión, no se informan por canales tradicionales, son la primera generación nacida en un mundo que funciona a wi fi. Tienen “un punto de vista social, plural”, por lo que la investigación la define como “la generación del otro”, más preocupada por la perspectiva comunitaria que individualista. Tienen “valores globales”, que pueden compartir con pares de la otra punta del planeta, porque la idea de comunidad se construye, para ellas y ellos, a otra escala.

Y sin embargo todos esos cambios, que no son pocos, quedan apocados ante un cambio de mentalidad radical en relación a las generaciones anteriores: “el feminismo interpela a las chicas desde jóvenes, es su paraguas para expresarse; no lo perciben como algo negativo sino en términos de igualdad”, al mismo tiempo que “los varones sufren el machismo” y perciben como negativo el modelo de la “masculinidad tóxica en la que otras generaciones quieren que encajen”. Chicas y chicos centennials no creen en el modelo de varón hipersexualizado, dominante, agresivo, necesariamente heterosexual que sostiene el machismo. Para ellas y ellos, “el quiebre fue el 3 de junio de 2015, el primer Ni Una Menos”, la oportunidad a partir de la cual, creen, públicamente aflojaron las presiones para sostener “estereotipos rígidos y fuertes”. Es una generación de chicas y chicos “atravesados por el feminismo”.