A los 94 murió Stanley Donen, coloso de Hollywood, el último gigante en pie.

Si hay algo que Donen no podría haber filmado jamás son películas como Ladrones de bicicletas, Nido de ratas o Mundo Grúa: parecía sentir una repulsa innata por todo lo que fuera realismo. De hecho, tampoco podía haber filmado películas de gangsters, de guerra o policiales negros.

Los únicos policiales que filmó (Charada y Arabesco) son juegos de "adivina quién", que tienen mucho de metalingüístico, con ciertas películas de Hitchcock (Para atrapar al ladrón, En manos del destino) como modelos, a los que las de Donen servían (con la densidad de pompas de jabón) de paráfrasis.

Ese diálogo desde el cine con el cine convierte a Donen en un cineasta moderno. ¿Qué otra cosa es su opus maximum, Cantando bajo la lluvia, sino una parodia y estudio sobre el pasaje del cine mudo al parlante? ¿Qué se puede decir de Cantando bajo la lluvia? Todos lo sabemos: es una obra maestra que enseñó a generaciones enteras a ser felices, aun cuando la tormenta cale. Por eso la vimos una y mil veces. Tanto como Un día en Nueva York, que no se puede creer que sea una ópera prima.

Metalingüísticas son también Siete novias para siete hermanos (en relación con el western) y una de sus últimas películas, Movie Movie, compuesta por dos clase-B, que imita las películas de matinée de los años 40.

Sofisticado, artificioso y de buen gusto, inevitablemente su asociación con Audrey Hepburn debía ser perfecta. Además de Charada, el musical Funny Face y Un camino para dos, que narra una ruptura matrimonial con un artificio de comedia musical, recorriendo los más bellos paisajes europeos a bordo de un descapotable. Lo asombroso es que con esos elementos logre ser un drama triste y pesimista.

Una curiosidad poco conocida de la obra de Donen es La escalera, una película de 1967 que presenta a una pareja gay de peluqueros cincuentones (Rex Harrison y Richard Burton) a los que hacen un juicio por ofensa a la moral. La realidad imita a la ficción: en España se estrenó recién con la caída del franquismo, y en el mundo entero su difusión fue entorpecida por la familia de Burton.

El arte de Donen (hijo de Mordecai Moses Donen y Helen Cohen, como podría serlo un rabino) consistió finalmente en algunas de las mismas cosas que sostuvieron tradicionalmente el cine clásico de Hollywood en su conjunto: gracia, encanto, inteligencia en el mejor de los casos y la creencia en la divisa que sirve de título a uno de sus musicals: Siempre hace buen tiempo.