Víctor Saldaño, el cordobés a quien la justicia norteamericana condenó a la pena de muerte y que hace 24 años está alojado en el “pasillo de la muerte” de una cárcel de Texas, podría ser ejecutado en noviembre de este año, luego de agotadas las instancias de apelación. Así lo confirmó su madre, Lidia Guerrero, luego de visitar a su hijo en el penal de Houston donde está desde hace más de dos décadas. La única esperanza para el argentino, recordó su madre, es que la justicia norteamericana responda favorablemente a la indicación de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que en 2016 consideró nulos los dos juicios a los que fue sometido Saldaño, porque en ambos hubo “plurales violaciones de las garantías judiciales de defensa”. La CIDH advirtió además, que había “responsabilidad” de Estados Unidos en esas violaciones a las garantías. La primera sentencia contra Saldaño, inclusive, había sido considerada racista por la propia Corte Suprema norteamericana, que ordenó realizar un segundo proceso; el resultado fue idéntico al primer fallo.

“Víctor me dijo que es posible que lo ejecuten en noviembre”, dijo Guerrero a un canal de televisión de Córdoba, con el que habló a su regreso de Estados Unidos. La mujer viajó a ver a su hijo luego de que Jonathan Miller, un abogado norteamericano que antes trabajaba en la defensa del cordobés junto con el argentino Juan Carlos Vega, visitara a Saldaño y le anunciara que la segunda apelación sería rechazada. El abogado Vega anunció que no apelarán la decisión de la ejecución. “No pediremos clemencia por la simple razón de que sería reconocer que Estados Unidos hizo un juicio justo. Éste es el único caso de la historia del sistema interamericano de derechos humanos en el que se va a ejecutar a un inocente”, dijo a Cadena3.

Saldaño fue condenado en 1996, acusado de haber matado, en noviembre del año anterior, a Paul Ray King, un ciudadano norteamericano a quien había robado junto con un amigo mexicano. El episodio ocurrió durante la noche de Acción de gracias en Collin, una localidad de Texas, uno de los estados de Norteamérica donde rige la pena de muerte. Cuando el cuerpo de King fue hallado, un testigo dijo a la policía que Saldaño había estado involucrado en el crimen. Cuando lo encontraron, el cordobés tenía en su poder el reloj de King y el arma con la que le habían disparado.

El presunto cómplice de Saldaño fue ejecutado meses después del episodio, pero la condena de Saldaño comenzó un proceso de apelaciones que demoró la aplicación de la pena capital. En 2004, luego de que la Corte Suprema norteamericana revisara el proceso judicial y admitiera que había racismo en la condena (durante ese juicio, un psicólogo convocado como experto por la fiscalía había asegurado que Saldaño, por ser latino, tenía más probabilidades de reincidir o cometer otro crimen), el cordobés fue sometido a un nuevo proceso.

Pero para cuando comenzó el segundo juicio Saldaño llevaba ya ocho años alojado en el “pasillo de la muerte”, como se conoce a la zona de la cárcel reservada a los condenados a la pena capital. Esos años de reclusión allí deterioraron su salud mental. Durante las audiencias, como consta en el acta del juicio, Saldaño se comportó de manera errática: se masturbaba, se hamacaba en la silla, se reía sin motivos, leía revistas; durante un receso, llegó a asegurar a uno de los custodios que lo vigilaban que había cometido más homicidios, aunque de esos crímenes no hubiera ninguna prueba. Nuevamente, el jurado consideró que Saldaño debía ser ejecutado en función de su “peligrosidad futura”.