Este domingo se cumplen 15 días del cierre de Villa Azul y los resultados preliminares del operativo de aislamiento señalan una desaceleración de los contagios de coronavirus. En el interior del barrio la relación entre la cantidad de testeados y positivos bajó a la mitad, comparada con los días de inicio del operativo. Y a su vez, los rastrillajes en Villa Itatí, separada por sólo una calle de la zona del brote, no indican una expansión del virus tan acelerada como la que se temía. En los municipios de Quilmes y Avellaneda hay por estos días alivio, aunque hay que tener presente que el freno no significa contagios 0, y que se da en un escenario de empeoramiento de todo el Área Metropolitana de Buenos Aires.

Con esta salvedad hecha, la experiencia de Azul/Itati indica que el contagio comunitario puede reducirse, llevarse a una situación controlada, si hay una buena intervención estatal. Según los datos que maneja la intendencia de Quilmes, Villa Azul tiene 5 mil habitantes entre los que se encontraron 276 casos positivos de Covid-19. Por otra parte, en Villa Itati, donde el rastrillaje parece haber llegado antes de que el virus se expandiera, fueron controladas 15 mil personas y dieron positivo sólo 57.

El número de aislados en la Universidad de Quilmes alcanzó los 80 pacientes. En el momento de su llegada hubo algunos problemas logísticos para su atención, admiten quienes trabajan vinculados a la UNQ, pero una vez que los voluntarios terminaron de ser convocados y el traslado de personas se estabilizó la situación pudo acomodarse.

En Azul, la relación entre testeados y positivos se redujo desde el 60 por ciento inicial a un 30. A trece días del comienzo del brote, también se produjeron las primeras dos muertes. Ambas fueron de vecinos que habían sido diagnosticados en los primeros días, con enfermedades preexistentes.

En el municipio de Avellaneda también hablan de una situación más manejable. “Hay que seguir haciendo testeos permanentes y trabajo preventivo, pero es un escenario de disminución” de casos, dijeron a Página/12 desde el equipo del intendente Jorge Ferraresi.

Las señales que permiten tener una expectativa de alivio en estos dos barrios populares se dan, como se sabe, mientras en el Conurbano y la Ciudad de Buenos Aires los casos siguen en aumento. Ayer, la Provincia decidió hacer un nuevo cierre, el segundo, en un asentamiento, con un operativo que aisló parte del barrio José Luis Cabezas, en el límite entre Berisso y Ensenada. La concentración de más de treinta casos en unas pocas manzanas definió la medida. Pero en general, los responsables de salud de los municipios del conurbano hablan de un avance del virus distribuido, que afecta también a los sectores medios.

“Hay un vínculo bien claro con la apertura de la Capital Federal y con un cambio de comportamiento de la gente, que está cansada de la cuarentena y se cuida menos”, consideran en la intendencia de Quilmes. Si la experiencia de Azul e Itatí tienen relevancia es porque puede hacerse una primera cuenta: al suspender los partidos de futbol que se organizaban en la canchita del barrio -se sigue considerando que ese fue el motivo del brote-, aislando a los casos positivos y con un trabajo de los movimientos barriales para mejorar la prevención, una situación de desmadre pasó a tener cierto control.

Los municipios del Conurbano con más casos son La Matanza (834 casos), Quilmes (694), Avellaneda (489), San Martín (368) y Lanús (334). Con menos de 300 casos le siguen Lomas de Zamora y Merlo.

En San Martín, cuarto en el listado de casos, el secretario de Desarrollo Social, Oscar Minteguía, da una descripción a tener presente: “los contagios están creciendo, sí, al ritmo de la provincia de Buenos Aires. Todavía crece parejo por todo lados. Como hay algunos episodios vinculados con geriátricos que no están ubicados en las zonas de asentamientos eso nivela los promedios, pero sin ningún lugar a dudas creemos que va a terminar siendo más afectados los barrios populares, por el tema de los contactos estrechos. En general, vemos con preocupación que hay un relajamiento en las medidas de prevención, como usar menos el barbijo, compartir vasos, o el mate; todavía hay cierta idea de que el virus está lejos, que es de gente que viajó o que vive en la Capital Federal”.

Cuesta instalar el cumplimiento de la cuarentena, aunque esto se registra en todos los sectores sociales: los contagios en Villa Azul se multiplicaron por los partidos de fútbol que se siguieron organizando en la canchita del barrio, pero antes Quilmes tuvo un brote en un frigorífico donde sus trabajadores, a pesar de la cuarentena, seguían compartiendo el mate. Hacia atrás, el primer caso local de Florencio Varela fue el de un trabajador contagiado por su empleador, que llegado de España no cumplió con la cuarentena dispuesta para los que regresaban del exterior. 

Otro caso es el del contador en Moreno, que tras volver de un viaje a los Estados Unidos en lugar de aislarse por 14 días, fue a una fiesta de 15, donde contagió a 20 asistentes. Se puede llegar así a la inolvidable participación de Carmela Hountu en la fiesta de Punta del Este, que puso en vilo al Uruguay al inicio de la pandemia. Hay muchos ejemplos. El cumplimiento de las medidas de aislamiento voluntario aumenta cuando el discurso político las legitima, y se refuerza si hay un trabajo en el territorio, con los vecinos. Este es el sentido por el que las organizaciones sociales se vienen sumando a los municipios en los operativos Detectar en todo el conurbano, con resultados que no habría que perder de vista.