Hay momentos puntuales que resultan determinantes en el desarrollo de un tenista que transita por el circuito grande. Algunos instantes son positivos y actúan, en adelante, como una suerte de catapulta; otros, por el contrario, son contraproducentes y le ponen un techo al jugador. Para cualquier persona, por caso, alcanzar una final de Grand Slam significaría un hito personal. Aunque existen excepciones, claro.

Este viernes se cumplen quince años de la última final de Roland Garros que disputara un argentino en singles masculino, un partido que permanecerá siempre en el imaginario colectivo por dos razones: el inicio de la pesadilla para Mariano Puerta y el primer título de Grand Slam de Rafael Nadal.

Integrante de La Legión, la mejor camada de la historia del tenis argentino, el cordobés había comenzado su aventura en París como el 37º del mundo. Sin ser uno de los grandes favoritos, se abrió camino gracias a su solidez y a un potente drive. Fueron dos semanas soñadas en las que eliminó a tres top 15 en su recorrido hacia el partido que todos quieren jugar: Ivan Ljubicic (14º) en el debut; Guillermo Cañas (10º) en cuartos; y Nikolay Davydenko (12º) en semifinales -también derrotó a Kristof Vliegen, Stanislas Wawrinka y José Acasuso.

En el choque por la gloria, sin embargo, aparecía el chico que amenazaba con romper todas las marcas sobre polvo de ladrillo. Y vaya si lo hizo. Dos días después de cumplir 19 años y en su primera participación en el Bois de Boulogne -se había perdido las ediciones de 2003 y 2004 por lesión-, el joven Nadal de los pantalones tres cuartos y la musculosa superaba a Puerta por 6-7 (6), 6-3, 6-1 y 7-5 para levantar la primera de sus doce Copas de los Mosqueteros. Y el primero de sus 19 trofeos de Grand Slam. La génesis de la leyenda.

Para el legionario, en cambio, aquella batalla en el estadio Philippe Chatrier sellaría el inicio del fin. El principio del ocaso. Después del histórico partido Puerta daba positivo en el control antidoping por presencia en su orina del estimulante etilefrina, prohibido por la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) y la Federación Internacional de Tenis. Si bien continuaría su andar por el circuito hasta fin de año -llegó a ser el 9º del mundo y disputó el Masters de Shanghai-, la ITF le propiciaba en diciembre una sanción tan dura como ejemplar: ocho años de suspensión y la devolución del dinero embolsado tanto en Roland Garros como en los torneos posteriores.

¿Por qué Puerta recibía el fallo más duro de la historia del tenis? La razón fue que el cordobés ya había sido inhabilitado por doping y era considerado reincidente: aquella primera vez la sustancia encontrada en el torneo de Viña del Mar había sido clenbuterol, un esteroide anabolizante, y la suspensión se había extendido por nueve meses, entre el 1 de octubre de 2003 y el 1 de julio de 2004.

Además de ver hundida su carrera en pleno auge, Puerta debió devolver más de 880 mil dólares por los premios que ganó desde Roland Garros hasta el final del año. Con 27 años, el zurdo terminaba la mejor temporada de su vida, con un destacado avance en el ranking: un ascenso de 120 puestos en un 2005 que había empezado en el circuito challenger y finalizado en la Copa de Maestros. Todo aquello, sin embargo, quedó enterrado en un abrir y cerrar de ojos. "A Puerta le arruinaron la carrera", había disparado Enrique Morea, por entonces presidente de la Asociación Argentina de Tenis.

Denunciado de forma pública meses después de la final a partir de una investigación periodística de L’Equipe, el diario deportivo más importante de Francia, Puerta había continuado en el circuito bajo la mirada del mundo. Todos sabían que enfrentaba una investigación por el segundo doping de su trayectoria y se esperaba que la sanción fuera de por vida. En pleno proceso disputó nueve torneos, incluidos el US Open, la Copa Davis en Bratislava, Madrid, París Bercy y el Masters de Shanghai.

La ITF dio a conocer el fallo seis meses después de la final de Roland Garros. Antes del veredicto Puerta declaró que, poco antes del partido ante Rafa, tomó agua de un vaso que usaba su mujer, Sol Estevanez, quien había ingerido una ínfima cantidad del medicamento effortil -tiene etilefrina-.

Puerta demostró saber el origen de la sustancia y cómo fue ingestada en su cuerpo. El tribunal que lo condenó, además, reconoció que la sanción era demasiado rigurosa, pero también alegó que el jugador conocía los riesgos del caso. El zurdo emitió un comunicado y sostuvo que la decisión del tribunal dejaba a salvo su nombre y su honor. En el descargo aclaró que no había tenido ninguna ventaja deportiva.

En plena suspensión, Puerta decidió apelar ante el Tribunal de Arbitraje Deportivo. Y esa apelación llegaría a buen puerto: en julio de 2006, siete meses después del fallo, el TAS rebajó su pena a dos años y anunció que el cordobés tendría la posibilidad de volver al circuito el 5 de junio de 2007. Y así lo hizo. El esperado regreso fue en el Challenger de Sassuolo, con triunfo 6-4 y 6-3 ante el australiano Joseph Sirianni, en ese momento 250º del ranking ATP.

Aquella reaparición, sin embargo, no arrojaría ni de cerca resultados acordes a la de un finalista de Grand Slam. Puerta jugó dos años y medio más antes de retirarse y apenas ganó un título en el Challenger de Bogotá, en 2008, año en el que llegó a tocar el 149º del mundo. Se retiró a fines de 2009 sin volver a jugar siquiera un evento de nivel ATP.

Más allá de realizado varios intentos y una exhaustiva búsqueda, Página/12 no logró dar con el "paradero” de Puerta para conocer sus sensaciones quince años después del partido ante Nadal en la Chatrier. Sí supo, en cambio, que el cordobés se encuentra radicado en los Estados Unidos desde hace un tiempo y que, por alguna razón, permanece alejado y resguardado del ambiente del tenis. Con el correr del tiempo sólo se sabe que aquella final de Roland Garros marcaría el principio del fin.

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