Si alguien cree que el fútbol es el único pibe de la cuadra que puede contar toda la plata que tiene delante de los demás para comprarse una pelota nueva, traten de mirar hacia el costado porque por ahí anda un monstruito con pinta de NBA que parece que tiene lo suyo. Ojo, en algún momento parece que anduvo flojo de billetes, allá por 2011; pero le encontró la vuelta y desde entonces no tiene más lugar en la billetera. Que nadie se horrorice por esta cosa de hablar de dinero, porque si alguno entiende que al deporte es mejor dejarlo tranquilo y que el negocio debe caminar por una ruta paralela, es tiempo de espabilarlo y explicarle que juntos componen una potencia que puede resultar increíble. Es verdad que la esencia del juego no debe morir nunca, cualquiera sea la disciplina, y se celebra esa idea, pero el camino es el funcionamiento conjunto. Y la liga de básquetbol más poderosa del planeta, la National Basketball Association, es un ejemplo perfecto de cómo la pelota le da vida al show y cómo el espectáculo alimenta a todos.

Hay determinadas decisiones que pueden torcer el rumbo de una historia. El lockout de 2011 hizo que en la NBA se replanteen varias cuestiones. Los propietarios de las franquicias, en especial las de menos poder económico, mostraron que aproximadamente un tercio de ellas funcionaba en rojo. Ahora bien, lo que debían hacer era recalcular todo; y entonces fueron por nuevos ingresos (derechos de transmisiones televisivas, patrocinios y crecimiento internacional). Los cambios se pusieron en marcha y desde entonces, según datos de Forbes, el negocio explotó aproximadamente por un total de 24.000 millones de dólares. Se estima, incluso, que ha permitido que las franquicias aumenten un 240 por ciento su volumen de negocios. Según ese mismo informe, 18 equipos en la liga ahora están valorizados en, al menos, 1.000 millones de dólares. Para comprender mejor cómo se maximizó el producto y cómo lo aprovecharon las franquicias, vale como referencia el promedio de cotización de un equipo de la NBA: 1.400 millones de dólares. Y si alguno cree que eso es mucho, sólo hace falta conocer que New York Knicks se mantiene como el modelo de negocio más productivo, porque es la franquicia más valiosa con una valuación de 3.300 millones de dólares y un incremento del 10 por ciento en relación al año anterior.

Las apuestas que hacen los equipos y cómo se revaloriza un producto también son determinantes en esta historia. El caso de Houston Rockets permite comprenderlo. A la figura de James Harden parecía que le faltaba algo más para que los Rockets se convirtiesen en una franquicia todavía más poderosa y atractiva en la Conferencia Oeste. Entonces, Daryl Morey, el general manager, salió al mercado a buscar al agente libre más codiciado: el base Chris Paul. Cerró esa contratación y a los pocos días Leslie Alexander puso a la venta la franquicia. Estaba valuada en 1.600 millones de dólares, pero ante este nuevo escenario de poder deportivo a partir de Harden y Paul logró venderla en 2.200 millones de dólares a Tilman Fertitta, un magnate de la industria alimenticia y hotelera de 60 años, que según Forbes tiene una fortuna cercana a los 4.000 millones de dólares.

Reinventarse es parte del asunto. La competencia estadounidense lo entendió de esa manera y el impacto más importante sobre cómo creció todo ese universo se advierte en buena medida en la multiplicación de los salarios de los jugadores, que en los primeros años de ese nuevo acuerdo recibieron 1.500 millones de dólares más de lo percibían anteriormente. Para los primeros 365 días de aquel nuevo contrato se estimaron aumentos salariales con alzas por encima del 45 por ciento en promedio. No se detuvieron en el corto plazo, la mirada fue incluso superadora. Las proyecciones situaron la media salarial de los jugadores para la temporada 2017-18 en U$S 8.500.000 millones de dólares y de 10 millones para 2020-21.

En esta temporada entró en vigor el nuevo contrato con la TV y los números que se difundieron cortan la respiración. Los dueños de los derechos, ESPN y TNT, acordaron un vínculo por nueve temporadas con la NBA a cambio de un ingreso total de US$ 24.000 millones. Nada de lo que produce la liga estadounidense está concentrado sólo en sostener el producto, sino en potenciarlo. Por eso se establece que ingresarán casi U$S 2.300 millones por temporada, lo que implica un crecimiento del casi 180 por ciento respecto al convenio anterior, ya que la NBA recibía US$ 930 millones por cada año ¿Qué le permitió a la liga esas considerables mejoras? Fundamentalmente el enorme interés que despierta la competencia. Y eso se marca en las audiencias. Se apoyan en datos concretos. En las finales de 2016 entre el Cleveland de LeBron James y los Warriors de Stephen Curry se registró un promedio de 20 millones de espectadores por juego. En el séptimo encuentro, en el que los Cavaliers se quedaron con el anillo, se alcanzó un pico de rating de 30,8 millones de espectadores, la mayor marca para la competencia en 18 años.

Ahora bien, a este monstruo hay que mirarlo también con una lupa porque, según un informe de ESPN, a pesar del volumen de dinero que maneja, hay nueve franquicias que tuvieron pérdidas millonarias en la última temporada, algo que  obedece a un mercado pequeño para esos equipos a nivel publicitario, lo que no les permite desarrollarse como otros. Lo curioso de la cuestión es que dentro de esa nómina aparecen Cleveland Cavaliers y San Antonio Spurs. Después se menciona a otros equipos de menor relevancia: Atlanta Hawks, Brooklyn Nets, Detroit Pistons, Memphis Grizzlies, Milwaukee Bucks, Orlando Magics y Washington Wizards

Más allá de esta situación, los señores que traccionan en este juego son los jugadores. Son las estrellas las que mueven los engranajes de esta máquina de contar billetes. Y los equipos están lejos de parecer alarmados con este informe que llegó a manos del comisionado Adam Silver. Los contratos de los grandes nombres superan largamente los US$ 100.000.000. El último impacto fue el acuerdo de Russell Westbrook, el MVP en 2017. El muchacho de Oklahma City Thunder firmó un contrato que es imposible dimensionar para cualquier mortal: 205 millones de dólares por cinco años. Y eso sucedió unos días después de que se había conocido la firma de renovación de Curry con Golden State Warriors, que en ese momento se había calificado como el mejor acuerdo de la historia de la liga: 201.000.000 por cinco años. Resulta tan demencial la cantidad de ceros que tienen los contratos de estos deportistas que, en realidad, Westbrook embolsará en sus cuentas, por las próximas seis temporadas, 235 millones de dólares, porque por la temporada en curso recibirá US$ 28,5 millones.

Detenerse sólo en lo que las franquicias pagan a los jugadores es perder de vista que la imagen de las figuras de la NBA es un imán para las firmas de patrocinio. El caso más significativo es The King, tal el apodo de LeBron James. El 23 de Cleveland exuda dinero. Su contrato no es el más estremecedor, porque su acuerdo fue previo a este nuevo ingreso de TV. Firmó por US$ 100 millones por tres años. En 2016-17 recibió US$ 31.000.000 por un año, una cifra que sólo habían percibido Michael Jordan y Kobe Bryant. Incluso, fue la primera vez que tuvo el contrato más alto en toda su carrera.

Pero LeBron es mucho más que eso. Su universo de patrocinio marea, porque sumó a Intel y a Verizon a una cartera en la que ya estaban Nike, Coca Cola, Beats by Dre y Kia Motor. Su contrato de por vida con Nike se calcula que podría darle ganancias por 1.000 millones de dólares. Además, LeBron diversificó su actividad: tiene una productora, SpringHill Entretanment, y además participa de un grupo de inversión en Blaze Pizza, cadena con 17 franquicias en Chicago y el Sur de Florida. Toda esta estructura, según Forbes, le otorgará a LeBron al final de 2017, 86 millones de dólares. De acuerdo al mismo informe, James es el segundo atleta mejor pago del planeta por detrás de Cristiano Ronaldo, que acumula ingresos por 88 millones de dólares anuales.

Dentro de esa danza de millones de dólares, también es importante conocer que ESPN publicó un análisis de un experto en impuestos deportivos, Robert Raiola, en el que se estable cuál es monto real que reciben las figuras. Es que también son millonarias las retenciones. Stephen Curry, el jugador mejor pago de la NBA, percibirá la próxima temporada US$ 34.682.550 brutos. Sin embargo, ese monto no llegará al base de Golden: su sueldo real es de US$ 15.263.905. Esa diferencia del 44 por ciento radica en lo que deberá abonar impuestos federales, estatales (los de California y Canadá resultan especialmente altos), urbanos, porcentaje de dinero que reciben sus representantes o la contribución que el jugador debe hacer a su fondo de jubilación. En tanto, ese estudio muestra que Curry es el tercer jugador con mejor salario real, ya que que LeBron James recibe US$ 16.737.751 y Paul Millsap US$ 15.563.401.

Marean tantos ceros y genera asfixia el sólo hecho de pensar en semejante montaña de dólares. La NBA es una aplanadora que no se detiene; y ojo con ponerse por delante, porque viene a toda velocidad.