El lugar más secreto y preciado, el tocador de mi madre, un templo consagrado a la sonrosada Afrodita, su labial escarlata, de delicado aroma, el colorete y el esmalte de uñas rojo carmesí Voy a los tumbos por el cuarto en sus zapatos de rubí, me quedan demasiado grandes. Yo no soy ninguna Cenicienta. Olvídate de la tierra de Oz, yo estoy en Mujeres. Rojo jungla, olor a fijador y a caramelos pear drops. Admiro la destreza de mi madre. Labios rojos, mejillas rojas y uñas rojas, que yo ayudo a pintar. El esmalte te marea. Estoy intentando pintarme las uñas y de pronto me encuentro en medio de una furiosa discusión. Soy la gran ramera de Babilonia, la que baila en los Jardines Colgantes vestida de escarlata. Mi padre, con la cara enrojecida, grita: “Oh, pero por qué tiene que…¡Mierda! ¡Lo hace para joderme!”

El rojo es un momento en el tiempo. El azul es constante. El rojo se gasta rápido. Una explosión de intensidad. Se quema a sí mismo. Desaparece como las chispas encendidas que saltan hacia la densa oscuridad. Necesitamos algo de calor durante el largo y sombrío invierno en que el rojo no está. Damos la bienvenida al petirrojo y a los frutos rojos que sustentan la vida. Nos vestimos del rojo Coca Cola de Papá Noel, el que da regalos. Nos sentamos alrededor de la mesa y cantamos “Rodolfo el reno de roja nariz”. “El acebo tiene un fruto, rojo sangre es”. Nuestros invernales rostros se tiñen de un rubor feliz. Preservamos el rojo como una llama. La vida es roja. El rojo es para los vivos pero el fruto escarlata del rojo es venenoso, mantiene a raya a los demonios en el cementerio.

¿Eran los ojos de Adán del verde del Paraíso?

¿Se abrieron al verde vital del jardín del Edén? El verde manto de Dios. ¿Fue el verde el primer color de la percepción? ¿Fue sólo tras bañar sus ojos en aquel verde que Adán los alzó al cielo Azul? ¿O se zambulló en las aguas de zafiro de los ríos del Paraíso? ¿Se quedó dormido bajo el árbol del conocimiento del bien y del mal? Cubierto de un rocío esmeralda. En ese momento, el amor fue verde. La antigua Venus, lo suficientemente vieja como para ser la abuelita de Dios, furiosa por haber sido dejada afuera de este jardín, se materializó allí y rozó el hombro de Eva, haciéndole tomar la verde fruta que habría de conducir a su caída. Aunque según algunos dicen no fue una manzana sino una naranja, que brillaba como el sol al alcance de la mano.   

Expulsados del jardín del Edén por el Dios nuevo y antipático a causa de un tentempié, se hallaron de pronto en un mundo sin color. Piensa en ellos cuando compres una docena de manzanas Granny Smith. No había demasiados colores en el mundo salvaje. Dios aún no había enviado un arcoíris parea disculparse, y si lo hubiera hecho, Adán no habría vacilado en devolvérselo, de tanto que extrañaba los colores del Edén…violeta y malva, botón de oro, lavanda y lima. La serpiente que merodeaba el árbol estaba camuflada de verde y caqui

Como el polvo. Este diablo verde tenía otros nombres. Era Pan, que sacudía las hojas con su risa, convirtiendo a la ninfa Siringa en un prado de cañas que suspiraban con el viento. En el mundo antiguo, toda deliciosa jovencita corría el riesgo de convertirse en árbol. Apolo perseguía a Dafne y ella se convirtió en un laurel. En ese sentido fue una verdadera suerte que el nuevo Dios no tuviera un impulso sexual, o Adán podría haber terminado con una Eva con forma de banana. Demasiado tarde,.. el primer hombre mordió la fruta y el Paraíso, al igual que cualquier otro jardín abandonado, retornó a su estado natural. Fue invadido por una plaga de pulgones verdes y una bandada de loros verdes que vociferaban insultos. Para reparar el daño, los hijos de Adán desarrollaron la mano verde, pero de allí en más cualquier jardín ha sido a duras penas una muestra del Paraíso. Paraíso es la palabra persa para jardín. Las columnas con forma de flor de loto de los templos egipcios estaban pintadas del verde de Osiris, al igual que las columnas con forma de hojas de acanto del Templo de Júpiter en Roma. Todo para apaciguar el asesinato del verde cometido por Adán, cuando en un arranque de furia derribó el árbol del conocimiento para construir con él su primera casa y se cubrió la verga con aquella hoja de higuera. Sus acciones condujeron de manera directa al gris mustio de las calles de nuestras ciudades, que como las viejas serpientes, estrangulan los espacios verdes. 

Fragmentos de Croma, de Derek Jarman, 

publicado por Caja Negra