Sandra Russo se refugió en la ficción. “Vengo de varios libros políticos –la vida de Cristina, la de Milagro, la historia de la Cámpora–. Hay motivos de sobra por los cuales no tengo trabajo. Pero, además, tenía ganas de dejar el registro más duro e ir a pliegues y lugares más íntimos. Por eso decidí escribir pura ficción. Fue un oxígeno enorme, porque da cuenta de lo que sucede pero no explícitamente”, expresó la periodista ayer por la tarde en Libros del Pasaje, local palermitano ubicado en Thames al 1700, donde presentó Veintidós cuentos cortos y ligeros (editorial Sudamericana). Lo hizo en compañía de su amiga de años, Nora Veiras, y de Rita Cortese, quien deleitó a los presentes leyendo –o, mejor dicho, casi que actuando– fragmentos de los nuevos relatos.

Este es el “salto a la narrativa” de la periodista de PáginaI12, aunque entre los textos del libro anterior a éste –Lo femenino. Aproximaciones a las mujeres como enigma (2016)– ya había ficción. Ayer, Russo contó a quienes asistieron a la presentación que tiempo atrás ya había escrito cuentos. Que, en su momento, se presentó a un concurso de narrativa organizado por la Embajada de España, obtuvo el segundo premio, y con el dinero que ganó se operó de la miopía. “Lo escribí hace un año”, puntualizó, al referirse a Veintidós cuentos cortos y ligeros. “Ya estaban cerradas las puertas de los medios para nosotros. Siempre me gustó la gráfica. La radio me encanta; la televisión, no. Lo que hice en televisión fue por deber cívico. La herramienta que considero mía es la escritura”, se definió.

“Sandra hace muchas cosas. Es multifacética y sorprende. Pero para mí, lo mejor que hace, en materia laboral, es escribir. Tiene una sensibilidad, una forma de engarzar los sentimientos y las historias que no son habituales. Es una escritora delicada, inteligente, con una mirada nada concesiva, que obliga a pensar y a mirarnos. Es un motivo de festejo que salga un nuevo libro de Sandra: es una apuesta a seguir ejerciendo el derecho a que la escuchen y la lean”, expresó Veiras, amiga de la escritora desde hace tres décadas. La distendida charla entre las tres mujeres ocurrió en el sector trasero de la atiborrada y bella librería. Las sillas de plástico estaban amontonadas entre los estantes de madera, y parte de los presentes debió escuchar de pie.

En el prólogo de Veintidós cuentos…, Russo define a este salto a la narrativa como un refugio y como una consecuencia de “una situación política evidente”, contextualizó Veiras. “Por más que hayan pasado muchos años, en los que trabajamos en distintos medios y hemos hecho distintas cosas, los que tuvimos el apellido de casados 6, 7, 8, pasamos a ser sospechosos y leprosos para gran parte del poder mediático. Las consecuencias se sienten”, cuestionó.

El libro reúne historias de pocas páginas que tienen a las mujeres como protagonistas, con temáticas como la maternidad, la amistad, el amor y el desamor.  “Hay muchos relatos de mujeres y miradas desde la mujer. Uno busca entenderse, se ve reflejado y distanciado, puede discrepar con las posiciones de los personajes o se puede encontrar, y es enriquecedor. En estos relatos se va viendo la evolución de algo que, creo, en la Argentina se ve claramente en la última década: la reivindicación del lugar de la mujer”, describió Veiras. Otro eje de los textos es la presencia no explícita de la dictadura cívico-militar, que aparece “como sustrato y telón de fondo”. 

  Sobre este tema, Russo explicó: “Muchos de los cuentos, no todos, porque tampoco fue una intención explícita, transcurren cuando yo era joven. Quería que estuviera eso (la dictadura) como denominador común, como clima anímico: los argentinos sabemos muy bien qué es un clima anímico. Hemos pasado por experiencias colectivas tan fuertes, terribles y maravillosas… las vidas de cada uno de nosotros transcurren con sus alegrías, dolores y contingencias, pero siempre un poco marcadas por el momento que estamos atravesando colectivamente. Me gusta localizar las historias en esos años y no decir nada más. Sólo los años. No hace falta explayarse demasiado.” La autora comentó, además, que los cuentos están unidos por un componente autobiográfico: las locaciones. Todas las historias ocurren en casas reales, en las que ella ha vivido. Para finalizar el encuentro, cerca de las 20, Cortese alimentó la imaginación de los presentes, desplegando algunos de sus recursos en la lectura de fragmentos de los relatos e, incluso, de un cuento completo (“El ancho de oro”, sobre una superstición, un embarazo y una desilusión). El público rió y se conmovió.