“Hoy es un día negro del pasado”, dijo, apoltronado, en un set de televisión un integrante del gabinete nacional ante las primeras imágenes de la multitud que empezaba a desbordar la 9 de Julio. Minutos después, en otro canal, otro dirigente de Cambiemos repitió: “Esta es una foto del pasado”.

Cientos de miles de trabajadores movilizados a lo largo de casi veinte cuadras eran así descalificados con una palabra que Cambiemos quiere identificar con el mal: pasado. 

Quizás el pasado de gran parte del gabinete de Mauricio Macri es lo que necesitan invisibilizar para hacer creíble el relato del cambio.  Demasiados funcionarios ricos flojos de papeles, demasiadas cuentas offshore no declaradas con las que se topan los periodistas, en su mayoría extranjeros, que investigan el circuito negro de las finanzas. 

La identificación del cambio como un significante que en sí garantiza mejora ha sido el brebaje que permitió obnubilar a una primera minoría. Más de dos años después, los efectos parecen empezar a ceder.

“Queremos cambiar futuro por pasado”, se tropezó la gobernadora María Eugenia Vidal en aquella noche del triunfo de octubre de 2015. Rápida se corrigió: “Pasado por futuro”. La paradoja es que los cientos de miles de trabajadores movilizados quisieran cambiar futuro por pasado si por pasado se entiende volver a tener trabajo con salarios dignos y respeto a los derechos consagrados por la Constitución.

El pasado que denosta Cambiemos se transforma así en futuro deseable. El pasado del que reniegan los trabajadores es aquel en el que el salario es concebido como “un costo más” que hay que reducir para engordar las ganancias. 

El relato de los funcionarios prestos a ponerse frente a los micrófonos de conductores mimetizados con el poder se aderezó con otra pregunta retórica: “¿Qué cambia mañana?”. “Nada. Nosotros siempre estamos dispuestos al diálogo”, repitieron los voceros. La movilización popular ubicada en el lugar de ese pasado denostado muestra otra de las trampas del relato. Sólo es válida cuando es para apoyar al oficialismo.

Demasiados significantes que son usados para cambiarles el significado empiezan a recuperar su valor original.

Cuando el pasado pelea por transformarse en futuro deseable es porque el presente empieza a tornarse insoportable.