Durante más de una década nos negaron la discusión en el Congreso con la excusa de que “la sociedad no estaba preparada para debatir el tema”. Hoy, el activismo del movimiento de mujeres, lesbianas, travestis y trans, renovado en los últimos años con una juventud feminista que agita con fuerza el pañuelo verde, reclama a viva voz en las calles y en las redes sociales, la urgencia del tratamiento de una reforma legal. ¿Está el Congreso preparado? El próximo 6 de marzo volverá a presentarse el proyecto de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Por sexta vez. Por ahora lo apoyan con sus firmas alrededor de cuarenta de diputadas y diputados de distintas bancadas, incluidos del PRO. Seguramente son muchos más lo que están de acuerdo pero no se expresaron aún.

El tema divide transversalmente a los bloques. Solo el Interbloque de la Izquierda lo apoya por unanimidad.

El desafío es que las y los legisladores entiendan que no se trata de un tema que se vota en base a las creencias personales. La criminalización del aborto, mata. Mata a las adolescentes y jóvenes de menores recursos y pone en riesgo la vida de cientos de miles de mujeres cada año. Es un problema de justicia social, salud pública y derechos humanos.

Argentina tiene de tres a cinco veces más abortos en relación a los países en los que está despenalizado, porque las políticas de educación sexual integral y de prevención de embarazos no planificados son deficientes. Tenemos tres veces más abortos que Estados Unidos, cinco veces más que Suecia, cómo lo documenta Mario Sebastiani, tocoginecólogo del Hospital Italiano, en su último libro #Aborto legal y seguro (Paidós).

La función pública implica pensar e impulsar políticas públicas, buscar el bien común. Sebastiani suele recordar un gran ejemplo, que es el de Valéry Giscard d’Estaing, católico, que siendo presidente de Francia, en 1974, cuando promueve la despenalización del aborto, el Papa lo increpa y le dice “cómo me estás haciendo esto vos, como católico”. Y Giscar d´Estaing le responde: “Yo como católico te comprendo, entiendo que la Iglesia le pida a sus fieles este tipo de revisión de su conducta, pero como presidente de Francia no puedo promover una ley que le haga mal a las mujeres y que no las proteja, por lo cual, como católico estoy en contra del aborto pero como presidente de Francia estoy a favor de la despenalización del aborto.”

Despenalizar el aborto es defender la vida.