Tras dos funciones en formato sinfónico en el Colón, Joan Manuel Serrat completó su participación en el festival Unicos con un concierto al aire libre, esta vez “del lado de afuera” del teatro. Fue anoche en la Plaza Vaticano, con la gente que fue a verlo amuchada en el estrecho espacio que queda entre la fachada del Colón y la calle Viamonte. Al igual que en los conciertos anteriores, lo acompañó su histórico director Ricard Miralles al piano, y como invitada la cantante Elena Roger. Y también un público que agradeció efusivamente las viejas canciones vestidas con estos arreglos, resaltado el lazo emotivo que sigue manteniéndolas vivas.      

  Más temprano en este mismo escenario al aire libre había sido el turno de Jairo con su homenaje a Piazzolla y al mismo tiempo adentro del Colón, la reunión de cantantes bautizada “las elegidas”, con Lucía Galán, Lali Espósito, Tini Stoessel, Karina La Princesita, Patricia Sosa, Hilda Lizarazu, Marcela Morelo. A la hora indicada del concierto de Serrat y Elena Roger –las 19.30– se juntaban en la puerta del Colón los fans que esperaban la salida de Karina la Princesita para saludarla, con el público que buscaba la manera de ver desde algún lugar a Serrat –mucho matrimonio cincuentón–. Es que, con el angosto espacio disponible frente al gran escenario, y la gran torre de sonido colocada enfrente, y aunque no concurrió un público multitudinario, la mayoría debió contentarse con verlo desde las pantallas. Adentro del Colón, tras la actuación del catalán, el frenético festival Unicos seguiría con las “Elegidas españolas”.      

  Todavía quedaba algo de luz cuando la orquesta armada especialmente para la ocasión comenzó a acomodarse y a afinar. La llegada de Serrat, de jean, remera y saco sport abierto, provocó una feliz ovación. El repertorio fue el mismo que ofreció en los conciertos del Colón: “Se equivocó la paloma” para comenzar, “Mi niñez”, “De cartón piedra”, “Barquito de papel”, “Penélope”, que despertó aplausos extra. Viejas canciones que traen impresa la carga del recuerdo, de lo vivido y pasado junto a ellas.  

  Tal vez pensada  para cierta idea de “concierto popular”, la orquesta, que siguió los arreglos de aquel Serrat Sinfónico, le dio a estas canciones un corte rimbombante, un énfasis machacón. Tampoco ayudó el sonido, también arriba, que subrayaba los errores y aciertos de la voz de Serrat. Nada de esto, claro, pudo restar intensidad a ese poder que traen consigo las canciones de siempre. 

  Más charladas fueron canciones como “Pare”, que Serrat tradujo del catalán (“Padre, dígame qué le han hecho al río que ya no canta. Resbala como un barbo muerto bajo un palmo de espuma blanca”). O el poema de Miguel Hernández “Las abarcas desiertas”, con el que el cantante se hizo tiempo para contar sobre la vida y muerte del poeta en las cárceles de franquismo, sobre su infancia como pastor de cabras, o sobre su correspondencia con Federico García Lorca. Al cierre de esta edición, sumaba su voz al concierto Elena Roger –embarazadísima–, como invitada en canciones como “Es caprichoso el azar”.