AJEDREZ › DIáLOGO CON SANDRO MARECO, EL MEJOR AJEDRECISTA DE LA ARGENTINA

“Si uno trabaja, siempre puede mejorar”

Con 2606 puntos de Elo, el ranking mundial que mide la fuerza ajedrecística, el Gran Maestro bonaerense se sitúa también entre los mejores jugadores latinoamericanos. Un repaso de su brillante carrera y de sus objetivos próximos.

 Por Facundo Martínez y Pablo Mocca

–Más allá de su estupendo presente, lo que llama mucho la atención es el despegue que tuvo tan abrupto, sobre todo después de 2005 cuando con un Elo de 2180 puntos logró una norma de Maestro Internacional...

–Sí, eso fue en el torneo continental, y es una particularidad que está relacionada a que en esa época, por cuestiones económicas, yo no podía jugar muchos torneos y tenía más fuerza que la que mostraba mi ranking. Ese año me decidí a jugar, justo un año después de haber terminado la escuela.

–¿Qué fue lo que tuvo en cuenta a la hora de tomar esa decisión?

–Fundamentalmente, el gusto por el ajedrez, y el apoyo que me dio mi mamá. Entonces comencé a dar clases y a dedicarme plenamente al ajedrez. Ese año comenzaron a mejorar las cosas, y se dio lo de ese torneo, donde hice la norma de MI y nos fue muy bien a varios. En general, creo que si uno trabaja, siempre puede mejorar. Dedicarse definitivamente al ajedrez es una decisión bastante complicada, porque en lo que hace a la parte económica recién se puede vivir bien cuando se llega a Gran Maestro (GM), o dando clases como MI. Todo lo previo es bastante complejo.

–Luego de superar la barrera de los 2600 puntos, se convirtió en el mejor jugador argentino en la actualidad. ¿Ahora recibe algún tipo de apoyo o se sigue autofinanciando?

–Durante mucho tiempo no tuve más apoyo que el de mi familia y amigos. Ahora cuento con una beca de la Secretaría de Deportes. Y recibo alguna ayuda de la Federación. También he recibido ayuda puntual para algún torneo de empresas privadas como Ajedrez Plus, de Daniel Menón, o del intendente de Hurlingham, Juan Zabaleta.

–¿Cómo se compara la Argentina, en este sentido, con otros países?

–Depende mucho del país, yo creo que en Argentina en los últimos tiempos mejoró bastante el apoyo. Hay muchas cosas para mejorar, pero ha habido avances. Tampoco está bien la situación en Europa. Yo estuve, por ejemplo, en Suecia y no hay tanto apoyo. Y en los países con más tradición ajedrecística existen grandes diferencia entre los que entran al equipo olímpico y los que no.

–Volviendo a su etapa de juvenil, ¿cree que Pablo Acosta, Tomás Sosa, Gianantonio, Francisco Muñoz... van a tener mejores condiciones que las que tuvo usted para poder crecer?

–Ya tienen mejores condiciones. Por ejemplo, yo le di clases a Tomás Sosa este año, y está recibiendo apoyo también para estudiar, para pagar sus clases, cosa que nosotros no tuvimos. Pablo Acosta está en el programa de San Luis, que lo ayudan a viajar. Desde el vamos ya tienen mejores condiciones.

–Hay quienes destacan el carácter autodidacta de su formación como una de sus virtudes ajedrecísticas...

–La verdad es que no puede tener muchos entrenadores por cuestiones económicas y tuve que arreglármelas solo. Hoy estoy enseñando a muchos argentinos y brasileños, y algunos jugadores de otros lugares. Llevo unos diez años enseñando. Hoy puedo decir que, entre el estudio y la preparación de clases, normalmente, le dedico al ajedrez unas 60 horas semanales.

–Roger Federer dijo de Juan Martín Del Potro que para ser número uno debía pulir los pequeños detalles. ¿Qué es lo que debe hacer un ajedrecista de elite para continuar avanzando?

–Es un poco así. Este año comencé con la idea de reforzar las clases porque el año que viene quiero dedicarme a jugar. Hoy estoy entrenando a algunos jugadores bastante fuertes, como es el caso de Alan Pichot, o Carlos Obregón y Leo Krysa. Eso me ayuda: entrenar a jugadores fuertes. Y para pulir, uno siempre tiene aspectos del juego para mejorar. Y también la parte psicológica, al igual que en el tenis. Si uno comete un error grave en una partida comienza a pensar mal de sí mismo, a desvalorizarse. Está también el miedo a jugar frente a alguien más fuerte. Y, en cuanto al desarrollo del juego, hace un tiempo sentí que me faltaba precisión en los finales, y entonces decidí ir a estudiar con Ulf Andersson, que es especialista en el tema.

–¿Qué nos puede contar de Andersson?

–Que es un muy buen tipo y que viajó con nosotros como entrenador a la última olimpíada, otro aspecto que también muestra un cambio en el apoyo. De sus cualidades ajedrecísticas, pese a que hoy tiene menos ranking que yo, puedo decir que en muchos aspectos tiene más conocimientos. Llegó a ser el número 4 del mundo. El día que llegué a Estocolmo me fue a buscar al aeropuerto, que quedaba a 180 kilómetros; llegamos a la casa a la medianoche, le comenté que había jugado ese día una partida, nos pusimos a analizarla y estuvimos frente al tablero hasta las 7 de la mañana.

–Mencionó que entrena a Alan Pichot, quien sorprendió con sus logros por la edad que tiene. ¿Cómo lo ve en perspectiva?

–Lo del campeonato mundial juvenil no fue una sorpresa. Cuando vi la lista de jugadores le dije que podía ganarlo, y eso que yo no suelo ser condescendiente con mis alumnos. Los jugadores del torneo que ganó Alan, los más fuertes, estaban cerca de su nivel. Hay otros juveniles más fuertes, pero no jugaron ese torneo. Después, creo que Alan está mejorando bastante rápido. Es muy difícil definir a qué puede llegar. A un ranking de 2600 podría llegar, casi seguro. Ahora, a 2700 ya es más difícil de predecir, porque eso depende de cómo vaya a seguir entrenándose. Alan está participando de un programa para jugadores de alto rendimiento en el Cenard, que es un aporte muy importante. Por mi parte, lo ayudaré en todo lo que pueda, no tengo inconvenientes en entrenar a jugadores que estén a mi nivel o que me superen.

–El ajedrez argentino pasó una etapa bastante oscura, compitiendo sin apoyo, y usted forma parte de esa generación de ajedrecistas que a pesar de eso lograron cosas importantes. ¿Cómo fue posible eso?

–Creo que la falta de apoyo o las cosas negativas se presentan como un desafío para sacar más fuerzas, y uno tiene que dar lo mejor de sí para superarlas. Obviamente que, con apoyo, hay mejores perspectivas.

–Se está dando un acercamiento de muchos jóvenes, chicos y chicas, al ajedrez, ¿qué tiene para decirles?

–El ajedrez no es una carrera universitaria que ofrece garantías. Hay que sentir la pasión. Me parece bárbaro que los chicos jueguen, que disfruten y que lo hagan con pasión. El ajedrez ayuda mucho para otros aspectos de la vida, como en la paciencia, en el pensamiento lógico frente a algunas situaciones; ayuda en la toma de decisiones. Y, con respecto a la competencia, permite conocer lugares, idiomas, conocer otras costumbres.

–¿Con qué jugadores se identifica?

–No sé si me identifico, pero admiro mucho el juego de Carlsen. Kasparov me gustaba mucho también. Me gusta mucho ver las partidas de quienes juegan mejor que yo. En cuanto a estilos, me gustan los jugadores arriesgados como Jobava o Rapport. Aunque no siempre hagan la mejor, hacen bastante divertidas las partidas.

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Mareco, un gigante frente al tablero.
 
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