AJEDREZ › DIáLOGO CON LA MI CAROLINA LUJáN, FLAMANTE CAMPEONA ARGENTINA

“La historia de vida de una ajedrecista y la de una leona son muy parecidas”

Viene de ganar por quinta vez el título nacional y de alcanzar la marca que ostentaban Claudia Amura y Liliana Burijovich. Aquí su mirada profunda sobre las particularidades y diferentes problemáticas de este deporte.

 Por Pablo Mocca

María Carolina Luján es la primera argentina con el título de Maestro Internacional Absoluto. En septiembre pasado se coronó campeona nacional por quinta vez y es el primer tablero del equipo olímpico femenino argentino, y es también coordinadora de la Diplomatura Universitaria en enseñanza del ajedrez en Untref.

–Acaba de consagrarse nuevamente campeona argentina y alcanzar la marca de 5 campeonatos nacionales femeninos, al igual que Claudia Amura y Liliana Burijovich ¿Cuál es su evaluación de este logro?

–Bueno, hace poco me enteré de que existe una señora de principios de siglo que se llama Dora Trepat, que tiene ocho títulos. Pero eran competiciones más amateur. Para mí, el ajedrez femenino argentino empezó con Claudia Amura. El argentino es un torneo que lo sufro bastante. Desde los 15 años que soy candidata a ganarlo. Por esas expectativas, siento que tengo mucho más para perder que ganar. Si pierdo, soy la peor y estoy acabada. En cambio, si gano es normal porque era la candidata. Esta edición fue muy competitiva; jugaron las cinco olímpicas. La organización también estuvo muy bien.

–¿Cómo es jugar contra sus compañeras del equipo olímpico?

–Es muy diferente un torneo individual que jugar por equipos. Por supuesto en la olimpíada quiero que ganen mis compañeras. Nos preparamos en conjunto, vamos viendo las cosas juntas y comentamos sobre los rivales. Puede pasar que en una posición totalmente igualada tenga que arriesgar porque el equipo lo precisa, o que juguemos a que el tercero y cuarto tablero metan puntos y los primeros salgamos a congelar, no a matar. En cambio, en un torneo individual yo tengo que meter el punto, así que tengo que buscar a mi rival, jugar una línea más atrevida para ver si consigo desequilibrar.

–¿Cómo explica que no haya tantas mujeres campeonas?

–Para mí es una cuestión cultural el hecho de que no haya tantas mujeres que practiquen ajedrez. Hace 70 años la mujer ni siquiera votaba. Hace diez o quince años, una iba al club y había solo un baño, para hombres. Jugaban cincuenta tipos, todos fumando. Yo era una nena y mi mamá creía que ese lugar no estaba bueno para mí. En los torneos infantiles eran todos chicos. Me cargaban o cargaban al que perdía conmigo. No es que hubiera bullying: yo tenía muchos amigos y me lo tomaba como un desafío, pero hasta los que me querían defender decían “no la carguen porque juega bien” o “es mujer pero juega como hombre”. Todo ese tipo de cosas hacía más difícil que las mujeres se metieran en un ambiente tan masculino. Con el tiempo eso fue cambiando. Hoy vas a los clubes y encontrás dos baños. Ya no se fuma y no importa tanto si sos varón o mujer. La verdad es que hoy también hay más mujeres, pero seguimos siendo una minoría. Creo que va a llevar mucho tiempo revertir una desproporción numérica tan grande. Porque a fin de cuentas es una cuestión de número y proporciones. De un total menor de jugadoras, es más difícil que surja una muy buena.

–¿Cree que hubo cambios a nivel social?

–Hablando en general, en Argentina las políticas de Estado de los últimos años implicaron una evolución de la mentalidad en cuanto a la igualdad de derechos, a igualdad de género. Pero la discriminación sigue estando en la cultura y condiciona: en las propagandas de televisión los productos de limpieza son siempre para mujeres; también en lo que se espera de una chica adolescente. Pero cada uno es como es y hace lo que quiere y lo que le gusta.

–¿Está de acuerdo con la existencia de torneos exclusivamente femeninos?

–Creo que son importantes para desarrollarse, para dar los primeros pasos. Contribuye a que haya más mujeres que juegan ajedrez, a conseguir sponsors. Como los torneos juveniles o los seniors, que son algo para la minoría; aunque creo que después tiene que llegar a la mayoría. Es cierto que hay muchas chicas que están cómodas en esta situación, que sólo juegan con mujeres aunque puedan jugar torneos mixtos. Yo mido los torneos por nivel y por ahí va mi motivación. En Europa, hay torneos femeninos que son súper duros.

–¿Entonces con la integración se podría equiparar el nivel?

–También hay un aspecto físico. En la competición de alto rendimiento, los pequeños detalles definen mucho. Las mujeres tienen diferencias físicas. Aunque en los papeles una pueda estar en igualdad de condiciones al jugar contra una persona de la misma edad, de la misma categoría, etcétera, yo me cansaría antes. Hay que saberlo y entrenar para estar muy bien físicamente, para resistir mejor un torneo. Si entrenás, lo podés equiparar. También influye el ciclo menstrual, que da una pequeña ventaja física. Te duele la cabeza, te duelen los ovarios, estás revolucionada. De eso no va a depender que ganes o pierdas; es una pavada pensarlo como excusa. Pero te afecta.

–¿Cómo se prepara?

–Yo hago ejercicios de resistencia mental. Cuatro, cinco, seis horas diarias calculando. Eso me permite ir mejorando mi resistencia y cada vez estoy más tiempo calculando con el mismo grado de concentración.

–¿Hay diferencia en la preparación de una partida, según si es contra un hombre o una mujer?

–No. La preparación tanto técnica como psicológica la hago en función de la persona que tengo enfrente. Cada jugador es diferente y no hay tantas generalidades.

–¿Cómo fue la experiencia del último mundial?

–Es algo muy particular por el sistema con que se juega, de match. Es el único de esas características que jugamos en el año. Es muy particular viajar a la otra parte del mundo, para quizá volverte muy pronto. Con este sistema que juega el uno con el último, siempre te toca una de las primeras del ranking, lo cual es muy fuerte. Tenía muchas ganas de jugar; era un torneo que tenía un poco pendiente después de ganar el panamericano.

–Estuvo muy cerca de ganarle a Alisa Galliamova...

–Sí. Gané, ella me ganó, logré acertarle preparaciones. La experiencia me recordó que puedo jugarle a las mejores del mundo de igual a igual. He jugado las olimpiadas, con jugadoras fuertes, del top 10, a las que les gané, o con las que empaté. Cuando quedé eliminada estuve llorando todo el viaje, como catorce mil horas. Es muy difícil cortar y hacer como que nada pasó. En general las partidas las analizo después de cada torneo, a veces no puedo desconectar. Me cuesta mucho conciliar el sueño, aunque haya ganado; y si perdí, peor. Estoy muy acelerada mentalmente. Me acuesto a la madrugada, cierro los ojos y veo posiciones.

–Entre los cien mejores jugadores el único latinoamericano es Leinier Domínguez. ¿Qué hace falta para mejorar esta situación?

–Lo que necesitamos es una escuela deportiva para contener al jugador joven que se está formando y a los campeones. Hay que hacer un trabajo serio y profundo, una planificación. En Latinoamérica, sólo Cuba tiene una escuela de esas características y tiene un top 20 y varios jugadores entre los top 100, además de haber alcanzado podio en las olimpiadas. En Cuba el ajedrez es un deporte nacional, los ajedrecistas son reconocidos allá como los futbolistas acá. Argentina tuvo muchos jugadores hace 30 años que podrían haber estado entre los mejores del mundo, pero que por falta de apoyo o seguimiento, no llegaron. Yo gané torneos argentinos, sudamericanos, panamericanos y después de veinte años de carrera tengo que seguir golpeando puertas para conseguir apoyo para viajar y competir.

–En este escenario, ¿qué perspectivas tiene?

–A lo largo de mi carrera viví momentos difíciles para el ajedrez argentino; se quemaron generaciones de jugadores y durante mucho tiempo no hubo participación, hasta que llegamos a un grado de carencia total. Fueron tiempos muy malos que terminaron después de la protesta que hicimos en la Olimpíada de Turquía, con una remera que decía “Por un ajedrez sin Barrera”. El cambio de presidente de la Federación también responde a un momento histórico en el deporte argentino: los jugadores empezaron a participar más, aparecieron entes. Hubo cambios en la sociedad y en el ajedrez. No vivimos en una burbuja; vivimos en el país. Y todo ese cambio que se fue gestando hoy da sus frutos, por ejemplo, en que haya nuevos programas de ajedrez, en que las universidades tengan un mayor compromiso. Creo que es necesario que los jóvenes participen más, que se abran espacios de opinión y participación. A veces al deportista le da miedo confrontar, porque te sancionan, te perjudican. Eso me ha pasado muchas veces. En 2004 me dejaron fuera del ranking ELO un año. También pasa que, actualmente, uno no puede registrarse desde lo legal como ajedrecista, como deportista. Pero es nuestro trabajo. Dedicamos la vida entera a entrenar y competir. Por eso es interesante el proyecto de la ley del deporte, que plantea un ente que observe a las federaciones deportivas, un espacio donde ir a plantear los problemas y que alguien los pueda resolver o por lo menos interceda ante los dirigentes. Por ejemplo cuando tenés que viajar y no hay pasaje, o no te llegó el remo, qué se yo. Se habla del ajedrez como juego, como ciencia, y estás hablando del ajedrez en el contexto de una ley sobre deporte.

–¿Dónde lo ubica usted?

–Al ajedrez se lo puede tomar de diferentes maneras. Depende mucho de la forma en que lo practiques. En mi caso personal, yo me considero deportista y lo practico de esa manera, porque nosotros competimos, entrenamos. De hecho, si escuchás la historia de vida de un ajedrecista y la de una leona te das cuenta de que es muy parecida. En la TV una vez nos apodaron “las lobas”. Nos dio mucha gracia.

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Carolina Luján, la mejor ajedrecista argentina en la actualidad.
 
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