–Se viene el campeonato del mundo, aunque se presume que es un match ya definido…
–Carlsen es el favorito, pero no creo que vaya a ser un paseo. Están los nervios. En un campeonato mundial hay un componente psicológico fuerte y Karjakin está preparándose muy seriamente. Con algunos rusos se han tomado muy en serio tratar de recuperar la corona y él tiene muchísima experiencia. Pero claro, Magnus lleva años como dominador y el resto está luchando por sobrevivir; varios cercanos a la frontera de 2800 Elo, Caruana con algo más de constancia…
–¿Qué jugadores jóvenes pueden disputarle el trono a Carlsen?
–Carlsen tiene para varios años más de número uno, por lo menos hasta que algunos jugadores jóvenes puedan llegar a su plenitud. Rapport tiene 20 años y por su estilo extraño tiene mucho margen de mejora. Creo que es uno de los candidatos, aunque no tiene mucho apoyo. Los factores externos influyen muchísimo. Wei Yi es jovencísimo y buenísimo. Si China lo apoya, el chico tiene todas las cualidades para llegar muy lejos. Carlsen, Caruana… son chicos todavía muy jóvenes. Pensar que Kramnik, Topalov o Anand siguen allá arriba y tienen más de 40 años… a Carlsen para llegar a esa edad le falta mucho.
–Enfrentó a los mejores jugadores del mundo, ¿alguno lo ha impresionado por algo en especial?  
–He jugado con todos y en alguna ocasión les he ganado a todos. A algunos, como a Anand, sólo en una semirrápida. Pero a jugadores de ese nivel es bonito ganarle hasta a las bolitas. De los que más me impresionaron: Kasparov, sin duda. No me molestó nada de la parafernalia que desplegaba, llegar tarde a las partidas y eso, sino simplemente que jugaba duro. La ventaja que tienen los número uno sobre el resto de los mortales es que juegan siempre en escenarios importantes. Carlsen juega todos los días en la televisión. Cuando a mí me ponen a jugar contra él y encima en la TV… Creo que necesitamos un tiempo de adaptación para dar nuestro mejor nivel. El está en un ambiente diferente y se puede notar esa diferencia. De Anand, cuando empecé a entrenar con él me fascinó la velocidad con la que entendía todo el ajedrez. No sólo el aspecto táctico, ya que hay gente con buena capacidad y bastante rápidos, sino también en el aspecto estratégico y más profundo del ajedrez. Luego, en general, el hambre de ganar hay jugadores que lo aprovechan muy bien, que lo dan todo siempre, que luchan al máximo: Nakamura, el propio Carlsen… De Topalov, al que también tuve la suerte de entrenar, me impresionó su habilidad brutal para colocar una idea y sus performances en tales casos. Por decir, metía 20 ideas y tenía 15 victorias, 4 tablas y 1 derrota. Cuando juega a su gusto, es muy efectivo. 
–¿Cómo es ese mundo de élite, que muchos admiran y no conocen? 
–Se piensa que los jugadores de élite están locos, pero son tipos normales: saben reírse de sí mismos, son conscientes de sus debilidades, de sus fortalezas. Es un poco de película la imagen que la gente tiene de los grandes jugadores. Lo llamas a Anand y te atiende como un tipo normal y corriente. La imagen de Fischer, o ahora Ivanchuk, son más bien la excepción y no la regla. El ambiente es bueno y cordial. La única bronca que he tenido en el último tiempo fue con Leontxo García y no con un jugador.
–¿Qué lectura tiene de ese suceso?
–No tengo ninguna relación con él… y asunto arreglado. El en algunos momentos escribió algunas cosas increíbles, que no las puedes escribir. Lleva 30 años hablando y entonces suele crear un personaje… y ese personaje va al infinito. Vallejo es “el que no trabaja” y aunque trabaje 20 horas al día sigo siendo “el que no trabaja”. El toma su idea y es lo que vende toda su vida. En algún momento respondí; él quiso defender su trabajo, que a mí me parecía muy malo, y ya está. Tampoco tiene mayor importancia. Yo sigo haciendo mi trabajo, que es jugar bien al ajedrez; él sigue contando sus cosas. Algunas sé que son mentiras, otras son verdad; pero no soy el justiciero de nadie. Cuando eso me afectó a mí, yo le quise responder. Pero no por nada especial: si alguien pone que tú no trabajas, o que haces mal tu trabajo, puede llegar un momento en que te canses…
–Por fuera de la competencia, usted tampoco pasa desapercibido: está activo en las redes sociales, en Chess24…
–Ahora hay un poco más de actividad en Internet y yo siempre he tratado de colaborar para promocionar el ajedrez y luchar un poquito por eso. Hay muchos niveles en el ajedrez y a veces es difícil transmitir las partidas de alto nivel. Por ejemplo: acercar lo que hace Carlsen es un poco complicado; se hace lo que se puede. Yo ahora estoy colaborando un poco menos porque estoy jugando más torneos, pero siento que en Chess24 se trata de mantener la esencia del ajedrez… aunque a veces se simplifica tanto que pierdes el eje de lo que realmente es. Tampoco es el plan: el ajedrez es un poco más complejo que meter la pelota en el arco, es más difícil que eso.
–¿Qué necesita el ajedrez para conseguir ser sustentable económicamente?
–Hay poca estructura profesional. Tengo un poco de envidia con la ATP del tenis, donde está todo muy bien preparado: el calendario, los torneos. Todo tiene un sentido. En ajedrez vamos saltando de sitio en sitio. La FIDE no es una organización especialmente seria. Se cambian las fechas constantemente y hay una sensación de intranquilidad, de poca seriedad. El tema es de por sí difícil. No vivimos en una sociedad preparada para estar concentrada en una cosa como el ajedrez, tan compleja, como el arte. Todo lo que es cultura cuesta mucho. La sensación es que la gente piensa: “Trabajo 8 horas por día en algo que no me gusta; no tengo ganas de seguir aprendiendo cosas”. En ese aspecto, es difícil para el ajedrez competir con algo como el fútbol, que es algo sencillo que entiende cualquiera. No sé cuál es la solución, porque cuando a mí me preguntan por qué no tengo un patrocinador les respondo que lo que yo sé es jugar al ajedrez y “si quieres buscarlos tú, búscalo y repartimos”. Es difícil que el propio ajedrecista tenga visión para promocionar. Es más fácil cuando estás en un alto nivel, pero lleva mucho trabajo.
–Tuvo un período de abandono después de una partida contra Karjakin. ¿Cómo fue eso?
–No fue un retiro; simplemente no acepté torneos durante 10 meses, excepto uno que lo tenía apalabrado. Pero no fue por esa partida, que acepto fue un desastre total, sino malas sensaciones que venían de hacía mucho tiempo.
–¿Cambió su forma de tomarse la competencia? ¿Es necesario aprender a convivir con la derrota?
–No es indispensable: hay jugadores que sufren mucho por la derrota, pero siguen siendo grandes jugadores. Sí es indispensable encontrar tu punto, tu estabilidad, tu felicidad. Yo lo he visto a Topalov perder dos o tres partidas importantísimas y no perder la tranquilidad; luego vi otros jugadores que perdieron una partida y era el fin del mundo… Siempre es duro perder, porque el ajedrez es individual, el árbitro no afecta, no se le puede echar la culpa a nada ni a nadie. Es difícil asumir que el otro jugó mejor y estar al día siguiente luchando como si nada hubiera pasado. Topalov decía: “jugar bien sólo importa durante la partida”. He tratado aprender bastante de la mentalidad de él. No existe lograr que no te importe, pero aprendí a sobrellevarlo mejor: desde los 10 años, cuando lloraba como loco, hasta ahora que lloro un poquito menos (risas). Quizás me sea más fácil porque estoy jugando bien, entonces cuando pierdo no me torturo demasiado.
–¿Este buen momento deportivo lo llevó a plantearse nuevos objetivos?
–Las sensaciones son buenas. Si siguiese jugando a este nivel, podría estar llegando a los 2750, 60, 70 en los próximos dos años y meterme entre los 15 primeros del mundo, acceder a torneos en los que no tengo acceso hoy… Estoy con confianza; creo que tengo que mantener esta forma de jugar. “Si funciona, no lo toques”.
–Considerando todo lo vivido, ¿le aconsejaría a un niño seguir este camino? ¿Qué le advertiría?
–Tiene que ser tu pasión. Si no es tu pasión, no; si te llena, sí: es tan fácil como eso. A nivel monetario tienes que ser buenísimo para sobrevivir. No parece que sea correlativo lo que vas a ganar con respecto a tu potencial, pero no creo que todo el mundo haga las cosas sólo por dinero. Hay que hacer también las cosas que te gustan. El ajedrez es trabajo, es talento y otro porcentaje de pasión. Quizás con los años me he vuelto algo talentoso, pero yo creo que era muy apasionado y ese porcentaje no hay que descartarlo. Hacer lo que te apasiona es muy importante: cuesta entenderlo, pero las cuatro o cinco horas del día que se me pasan más rápido son cuando estoy jugando. Cualquiera que lo está viendo de afuera puede pensar “esto es un aburrimiento total”. El que está adentro jugando está en una inmersión absoluta en la partida, en las que cuatro horas parecen cinco minutos. Como si nada. Es una sensación increíble, de estar disfrutando al ciento por ciento lo que estás haciendo.