PLáSTICA

Que nuestros vecinos nos lo demanden

Por Arturo Bonín*

Considerando las reiteradas estafas a las que fuimos sometidos como ciudadanos, a partir del quiebre unilateral del contrato suscripto con la clase dirigente: “Con la democracia se come, se educa, etc. etc”. “Revolución productiva y salariazo”.
“Voy a ser el médico de cada enfermo, el maestro de cada niño, etc. etc. etc”. Teniendo en cuenta algún que otro chantaje: “Voto cuota”, “Nosotros o el abismo”. Ante una orquestada entrega disfrazada de inoperancia. Ante la siempre sospechada “Banelco” en las resoluciones de ambas Cámaras, la corporativa defensa del “partido de los políticos” y sus entornos, ante la afrenta de un discurso redactado por el partenaire de una cantante “pop” decretando el estado de sitio, la gente (el pueblo) revoca el mandato del primer mandatario y se autoconvoca en asamblea (casi) permanente, en estado deliberativo. En “algo” que nos haga ver nuevamente cara a cara (piqueteros - acorralados - desocupados) intentando reconocernos nuevamente. “Sin conocernos nos reconoceremos nuevamente en los restos de cadenas adheridos a la piel” (Nicolás Guillén).
Con una carga de 30.000 desaparecidos, con muchos sueños rotos, con el miedo intacto pero con la convicción de poder dominarlo, con la necesidad de recuperar un sentido de sociedad más justa, más equitativa, donde las mentiras de las estadísticas (8000 U$S de ingreso per cápita) se acerquen a la realidad, cuando la teoría del “derrame” se estrelló contra la ferocidad de los mercados y los mercaderes, la gente (el pueblo) salió a reconocerse y a tratar de “construir” una herramienta que nos sirva para revertir tanta frustración. No sé si será la “asamblea barrial”, hija de la cacerola, lo que sí sé es que los domingos en el Parque Centenario veo algo parecido a lo que quiero como proyecto de país, respeto por el otro, oídos atentos a las distintas propuestas y tratando de medir las fuerzas que nos impulsen a conseguirlo.
Las palabras del Dr. Alfonsín en el recinto de Senadores el día jueves me llevan a pensar que el camino emprendido es el correcto (ladran, Sancho) y me estimulan a continuar en el mismo: la construcción de la herramienta que bien podría ser el control de la gestión de nuestros empleados (los funcionarios) para administrar nuestro patrimonio (el país). Puesto esto en términos modernos (economicistas), empleado que no cumple con su función es removido de su cargo y no cobra indemnización (jubilación de privilegio). Debemos encontrar el mecanismo de revocatoria de mandato, nuestros funcionarios deberían someterse a evaluaciones periódicas y calificaciones de gestión (tarea para el hogar). Si los decretos de necesidad y urgencia hubiesen sido utilizados para recuperar el dinero fugado a través de coimas, lavado y negociados en lugar de recortar a los que no pueden defenderse ni hacer lobby, ya que quienes deberían hacerlo están asociados a los poderosos, no nos encontraríamos en esta situación de desamparo (piqueteros - acorralados - sin trabajo).
La actitud altanera y soberbia de nuestra “Suprema Corte de los Milagros” es una muestra más del descalabro institucional en el que vivimos. La imagen que me asalta es la de dos bandas de gángsters (la Corte y la corporación política) jugando al truco, donde los ciudadanos de a pie somos los porotos.
El exilio forzoso al que se ven sometidos la mayoría de nuestros políticos y funcionarios (el espacio que media entre el elástico de sus camas y el piso) o los intentos de mimetización a los que voluntariamente se someten (el rasurado de la barba mefistofélica y su rala cabellera de un “barra bravo”) nos dan una muestra del terror que los invade ante la posible pérdida de sus prebendas y de la impotencia que los acorrala ante una necesaria rendición de cuentas.
Ante esto, las asambleas barriales con todas sus imperfecciones son un bálsamo que intenta recomponer el tejido social machucado por estos golpes arteros del capital internacional y sus socios (cipayos) vernáculos.
Prefiero el caos y la anarquía de esta forma de expresión a los enjuagues y componendas de una clase dirigente obsoleta y cuestionada que persiste en la soberbia de su autismo.
Creo que tenemos una oportunidad única e irrepetible de recuperar la dignidad tantas veces citadas en los discursos oficiales pero vaciada de contenido, y reformular la relación que debemos mantener de ahora en más con nuestros administradores (funcionarios).
Si así no lo hiciéramos: que nuestros hijos y nuestros vecinos nos lo demanden (vía escrache).

*Actor de cine, teatro y TV. En cine resultó emblemático su papel de homosexual en Otra historia de amor de Américo Ortiz de Zárate. Intérprete teatral en Juan Gabriel Borkman de Henrik Ibsen. En televisión es recordado por su desempeño en “Yo fui testigo” y “Alta Comedia”, entre otros.

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