PLáSTICA › ROSARIO: UN NUEVO MUSEO SERA INAUGURADO EN SEPTIEMBRE

Se viene la colección de primavera

El nuevo Museo de Arte Contemporáneo que inaugurará la Municipalidad de Rosario se prepara para exhibir la exposición permanente de arte contemporáneo argentino más importante del país.

Por Fernando Farina *

En un viejo silo en desuso por la mudanza del puerto, en un lugar privilegiado frente al río Paraná, funcionará desde septiembre el Museo de Arte Contemporáneo de Rosario (Macro). El nuevo espacio será un anexo del Museo Municipal de Bellas Artes Juan B. Castagnino y contendrá una colección de unas 300 obras, muchas de ellas emblemáticas, que permitirá dar un panorama sobre el arte argentino de las últimas décadas.
Si bien hace tres meses se inauguró la primera etapa del museo, la demora en algunas de las obras complementarias retrasó la habilitación definitiva que ahora tiene una fecha más precisa debido a que existe el firme propósito de que el Macro sea uno de los espacios centrales durante el Congreso de la Lengua Española, organizado por la Real Academia, en noviembre.
El anexo del Castagnino nació como consecuencia de la formación de una importante colección, cuya historia se remonta a una iniciativa de la Fundación Antorchas, que hace cuatro años convocó a los museos del interior del país para proponer una contraprestación a cambio de recibir una donación de 27 obras que habían sido seleccionadas por el actual director del Malba, Marcelo Pacheco.
El entonces ganador, el Museo de Arte Contemporáneo de Bahía Blanca, no cumplió con lo acordado y Antorchas lanzó, a fines de 2002, un nuevo llamado en el que se propuso la incorporación de cien obras para la conformación de una gran colección de arte argentino contemporáneo. Esta tarea, completada en pocos meses y que sobrepasó el compromiso inicial, se cumplió por la decisión de los artistas de sumarse al proyecto a través de importantes donaciones –ya que sólo recibieron igual monto fijo para gastos– y el decidido apoyo de la Fundación Castagnino y la Secretaría de Cultura de Rosario.
La invitación se hizo a través de un planteo abierto, tratando de escapar a preconceptos acerca de lo que debía considerarse contemporáneo. Se estableció como principio la idea de realizar una construcción colectiva, con numerosas consultas a especialistas y a los propios convocados, a partir de ciertas líneas de producción representativas de las diferentes estéticas de las últimas décadas.
El énfasis puesto en la amplitud de criterios surgió de la propia experiencia del museo. Debido a errores cometidos en el pasado, hoy el Castagnino cuenta con muy pocas obras de los principales movimientos que se produjeron a lo largo del siglo XX en Rosario, como la Mutualidad de Estudiantes y Artistas Plásticos, que dirigió Antonio Berni en los años 30; el grupo Litoral, de los 50, y la vanguardia de los 60.
La pregunta acerca del arte contemporáneo comprendió un análisis acerca de lo actual, en un momento donde se vuelven a evidenciar absurdos prejuicios acerca de producciones recientes. En ese sentido, la colección es crítica respecto de la insostenible clasificación por décadas con el consiguiente estigma para los artistas.
Aun así era necesario hacer un corte que cronológicamente se fijó en los 60, años en los que se produjeron rupturas tanto artísticas como políticas y sociales, pero igualmente esto se tomó con cierta flexibilidad.
Desde un principio se decidió integrar antecedentes claves para el arte actual, como son los cinco grabados de Antonio Berni de la serie de Juanito Laguna premiados en la XXXI Bienal de Venecia en 1962, el Concepto Espacial (1951) de Lucio Fontana y pinturas ganadoras de los Premios Rosario, como las de Juan del Prete y Raquel Forner, todas obras que ya poseía el Castagnino. Asimismo, se agregaron trabajos de artistas enrolados en el Instituto Di Tella y registros de la denominada vanguardia rosarina de los 60.
A estas obras se sumaron las producciones de algunos autores que protagonizaron los desarrollos artísticos del siglo XX, como Raúl Lozza,Claudio Girola, Enio Iommi, Antonio Seguí, Luis Fernando Benedit, Marta Minujin, Clorindo Testa, Liliana Porter, Rogelio Polesello, Edgardo Giménez, Margarita Paksa, Pablo Suárez, Alfredo Hlito, Luis Felipe Noé y Kenneth Kemble. De esta manera se buscó poner de manifiesto las fuertes marcas que ciertas tendencias han dejado en las estéticas posteriores y cómo se desarrollaron “diálogos” entre diferentes creadores y movimientos que con frecuencia atravesaron épocas.
Pero la colección expresa sobre todo lo acontecido en los 90 en una forma amplia. Este arco va desde el “Carrito de cartonero” de Liliana Maresca y las instalaciones de Graciela Sacco, que refieren críticamente a la grave crisis vivida en la Argentina, hasta las producciones que dan cuenta más cabalmente de una estética –mal llamada “light”– asociada al Centro Cultural Rojas, a través de obras de Feliciano Centurión y Omar Schiliro.
Este segmento incluye trabajos de Gumier Maier, Sebastián Gordín, Benito Laren, Alfredo Londaibere, Marcelo Pombo, Pablo Siquier, Ernesto Ballesteros, Beto De Volder, Graciela Hasper y Alberto Goldenstein y, paralelamente, otros que expresan diversas problemáticas y que acentúan cuestionamientos, de Fabiana Barreda, Horacio Abram Luján, Cristina Piffer, Leonel Luna, Res, Leandro Katz, Marta Cali, Rosana Fuertes, Daniel Ontiveros, Claudia Contreras, Adriana Lestido, Claudia Fontes, Jorge Macchi, Gabriel Valansi, Alejandro Kuropatwa, Roberto Jacoby y Marcos López.
La apertura llevó también a reflexionar acerca de otras escenas, que tienen en ocasiones una relación crítica o autónoma de la de Buenos Aires. Así como se incluyó a los rosarinos Mauro Machado, Fabián Marcaccio, Claudia Del Río, Nicola Costantino, Daniel García y Román Vitali, entre otros, se decidió incorporar a artistas de diferentes regiones como Carlota Beltrame, Sandro Pereyra, Javier Juárez, Raúl Gómez Tolosa, Rosalba Mirabella, Tulio Romano, Onofre Fratticelli, Oscar Suárez, Oscar Páez y Mónica Millán.
Esta búsqueda de confrontar distintas expresiones tuvo en cuenta especialmente la publicación del libro-catálogo, que se convertirá en una referencia ineludible sobre el arte argentino y, en muchas ocasiones, reforzará y en algunos casos proporcionará legitimidad histórica.
El trascendente conjunto de obras reunidas hizo que la Municipalidad de Rosario decidiera inaugurar el nuevo museo en el silo Davis, un edificio que fue proyectado por Ermete de Lorenzi (1900-1971), uno de los más importantes arquitectos rosarinos del siglo XX. Allí se expondrá, en forma permanente, una de las mejores colecciones de arte argentino contemporáneo.

* Director del Museo Castagnino y del nuevo Museo de Arte Contemporáneo de Rosario.

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Detalle de “El enemigo invisible”, escultura de Pablo Suárez 2001; resina epoxi; 148x110x110 cm.
 
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