DEPORTES › OPINION

El partido que querían

 Por Adrián Paenza
Desde tokio

La Argentina jugó el partido que quería: duro, friccionado, agresivo, al límite del reglamento. Hubo protestas, empujones y promesas de “te espero a la salida”. Pero perdió.

Buscó que se jugara lento, que España no pudiera correr. Y España no corrió. Pero, igual, Argentina perdió.

Quiso que el armador de juego de los europeos, José Manuel Calderón, no distribuyera el juego. Lo asfixió y lo sacó del partido, tanto que el español terminó con cero asistencia, un verdadero record. Pero, igual, Argentina perdió.

Quiso cargar de faltas a Gasol, enojarlo, irritarlo. Y lo logró también: Gasol terminó con cuatro fouls, estuvo un par de veces al borde de las piñas y tuvo que mirar el último minuto y medio de partido desde el banco, lesionado en un tobillo. Pero, igual, Argentina perdió.

Quería que Ginóbili consiguiera más de 20 puntos (hizo 21) y que Nocioni fuera determinante en su duelo con Jiménez. Y lo logró también.

Su entrenador, Sergio Hernández, tomó una decisión que lo acompañará toda la vida: con el partido igualado en 74 y 19 segundos por jugar, decidió hacerle falta a Calderón en lugar de defender la posesión e intentar llegar al tiempo suplementario. Calderón fue a la línea, y erró uno de los dos tiros libres. El objetivo estaba logrado. Ganaba España 75-74, pero Argentina tendría la pelota y podría decidir su suerte. Mejor dicho, Ginóbili tendría la pelota y la Argentina confiaba en él.

Pero algo falló aquí, porque España también pensó el partido que quería y podía jugar. Los europeos también sabían que era preferible que cualquiera tomara el tiro del final menos el jugador de San Antonio. Entonces colapsaron sobre él, forzando al bahiense a tener que pasarla. Y lo hizo bien, pero ya el tiro no sería de dos puntos, que hubieran alcanzado para ganar. Fue para tres. Y lo tomó Nocioni. Solo, casi, con tiempo para apuntar.

Y ésa fue la diferencia entre la realidad de un tiro que no fue o una victoria épica que no llegó. Quedó sabor a injusticia, pero no está mal que haya ganado España. Ahora es fácil decir que era mejor no cometer la falta y jugar cinco minutos más. Pero la Argentina tenía a Delfino afuera y a cuatro jugadores titulares (el 80 por ciento del equipo) cargado con cuatro faltas: Nocioni, Sánchez, Oberto y Ginóbili, nada menos.

Sergio Hernández apostó. Le salió mal, pero pudo ser hazaña por el desarrollo del partido, con España dominante, salvo los primeros cinco del primer cuarto. Pero, más allá de la derrota, la generación dorada e histórica de nuestro básquetbol salvó el corazón. Y eso también merece medalla. Aunque no se note.

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