DEPORTES › EL REY DE LAS RELACIONES PúBLICAS

Máquina perpetua

 Por Sebastián Fest

“¡Shhhh! Por favor, ¡bajen la voz!” Sentado en una silla sobre el cemento del estadio Arthur Ashe, Rafael Nadal miró con ligera desaprobación a sus allegados y les pidió silencio, porque quería seguir haciendo bien su trabajo. Era la una de la madrugada en Nueva York, las dos en Buenos Aires, y Nadal ya no corría raqueta en mano por ese cemento que lo había convertido en leyenda. Pero seguía trabajando, funcionaba como la asombrosa máquina de relaciones públicas que es, un joven de 24 años que quiere hacer todo bien, incluso sus entrevistas.

La derecha ancha de Novak Djokovic que le dio el título del US Open a Nadal se fue ancha a las 22.02, pero Nadal sólo dejó el club hacia la 1.20 para encarar su última actividad de la noche, una entrevista en la van que lo llevaba a Manhattan. Antes había atendido a varias cadenas de televisión, ofrecido una extensa rueda de prensa en español e inglés y dialogado con las radios, además de saludar y agradecer a todo el staff del torneo.

“La vida cambia a veces. Diez meses atrás parecía que no iba a volver a ser el de antes, y ahora dicen que puedo ser de los más grandes. Ni una cosa ni la otra, siempre vale el término medio”, argumentó con ese aplomo que contrasta con su edad. Nadal tiene claro que superó todo lo imaginable, y Toni, su tío-entrenador, confesó que cuando el hoy número uno ganó su primer Grand Slam en Roland Garros 2005, habría “firmado el ganar cinco o seis grandes”.

Pero no se debe atender sólo a la cantidad de Grand Slams, señala Toni Nadal. “Creo que la carrera de Ivan Lendl es mejor que la de Rafael, por más que él tenga menos Grand Slams que mi sobrino.”

A metros de él estaba el resto de la familia aguardando al campeón en el jardín de la sala de jugadores. Pero Nadal seguía hablando y desgranando ideas con un entusiasmo sorprendente, pese a la repetición de temas y preguntas. Agotado, en un momento reclamó una Coca-Cola.

Su llegada al hotel en que se aloja frente a Central Park fue en torno de las dos de la madrugada, y a las siete debía estar nuevamente arriba para un exigente programa: un puñado de entrevistas en programas de televisión de gran audiencia, una visita al “Nike Town” lindante con la Quinta Avenida (donde lo entrevistó John McEnroe, foto), fotos en Times Square y un encuentro con la prensa antes de volar a España a las cinco de la tarde de ayer. Hoy, al aterrizar en su país, lo esperará otra conferencia de prensa.

Feliz con su novia, su padre, su manager y otros miembros de su cuerpo técnico, Nadal surcaba en una van la oscuridad del camino hacia Manhattan. Y sonreía. Con razón: “Jugué mi mejor partido en el momento más importante”.

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