DEPORTES › EL EMPATE DEL SCRACHT VISTO ENTRE LA HINCHADA BRASILEñA

Con cerveza, mucha cerveza

Al pitazo final del árbitro Fakir le siguió un abucheo generalizado. En este Mundial, o Brasil gana y se festeja, o se empata y se reprueba. Lo importante es verlo con un vaso en la mano.

 Por Facundo Martínez

Desde Belo Horizonte

Los brasileños no pasaron una buena tarde ayer. Si el mediodía estuvo bien, al menos para los que fueron a Mineirao a presenciar Bélgica-Argelia, lo que ocurrió a la tarde entre los más de 20.000 brasileños que coparon el predio de Expominas, un centro de convenciones y eventos ubicado a unos diez kilómetros del centro de esta ciudad, sufrieron pasionalmente el empate sin goles en Fortaleza. Al pitazo final del árbitro Fakir, le siguió aquí un abucheo generalizado, algo difícil de concebir en la Argentina, donde el conformismo es ley y a lo sumo uno se vuelve reprochando tal o cual jugada mal definida. En este Mundial, o Brasil gana, como sea, y se festeja; o se cuestiona y se reprueba. Así de sencillo.

Ya durante los 90 minutos había sorprendido el hecho de que los brasileños, que sí habían comenzado la tarde con grandes expectativas y sonrisas, se fueran desinflando con lo que la pantalla gigante del Fan Fest BH –que a diferencia del de Río se hizo en un lugar cerrado y bajo techo– les entregaba minuto a minuto. La impotencia de Neymar y Oscar era motivo de queja, cuando no de lamento. Para las intervenciones salvadoras de Julio César, cuando por momentos sufría la defensa de David Luiz y Marcelo, eran suspiros de alivio. Pero, en el fondo, todos los presentes en esta fiesta esperaban la victoria para comenzar a pensar en la segunda fase.

Reconocido como argentino, puesto que en Expominas eran mayoría absoluta los brasileños y se veían muy pocos extranjeros, este cronista comenzó a torcer por Brasil. Eso le agradó a un grupo de hinchas, que no pararon de hablarle durante prácticamente toda la segunda parte. El partido les había bajado el ánimo, pero no las ganas de tomar cerveza. Algunos comparaban, con la pila de vasos que mantenían en sus manos, cuántas se habían tomado y eso era motivo de festejo. En la pantalla, la emoción se iba más de lo que venía, hasta las últimas jugadas. La charla se cortó y los últimos minutos fueron algo tensos.

Por lo que hizo el arquero mexicano Ochoa en la cancha le dicen benzido, que no tiene nada que ver con cómo suena; en español quiere decir bendecido, eso le estaba pasando al Chavo Ochoa, figura absoluta del partido, que ciertamente parecía movido –como dijo Borges en su poema “Ajedrez”–, por la mano que mueve la mano.

Fue impactante la resignación brasileña, grande como el desengaño que vivieron cientos de torcedores que no pudieron ingresar a la Fan Fest BH porque cuando la organización entendió que la capacidad estaba al límite, no dudó en cerrar las puertas. Lo curioso fue que adentro del predio, e incluso dentro del recinto donde estaban instalados el escenario y la pantalla gigante, había lugar para la circulación, para dialogar y para comprar, por supuesto, cerveza.

La última imagen fue maravillosa. A los abucheos, el disgusto, la bronca, la indignación por el empate, les sobrevinieron la música de una banda en vivo y el baile, será esa famosa alegría brasileña que quizás aparezca como un conjuro para que incluso un bodrio de partido se vuelva tolerable.

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Los hinchas se agarraron la cabeza con cada atajada de Ochoa.
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