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Costumbres argentinas, pero a la manera de la Bersuit Vergarabat

El primer cd de La argentinidad al palo busca revelar, a través de la ironía y la melancolía, viejos y nuevos códigos del “ser nacional”.

 Por Fernando D´addario

Estar o vivir al palo parece ser una constante histórica en Bersuit Vergarabat. La expresión se ajusta a su modo de entender la música, los excesos y la vida, aunque admita, claro, una hipótesis de autobombo sexual. Su último disco se llama La argentinidad al palo, título que revelaría, a priori, algún tipo de exacerbación de lo nacional. O una versión devaluada y deformada de aquel frustrado “Argentina potencia”. Es cierto que la canción que da título al cd (en rigor, la primera parte de un álbum doble: este tiene como subtítulo Se es y la segunda entrega se llamará Lo que se es), más que ratificar ese prejuicio, se entrega a una suerte de coctelera de vicios y virtudes autóctonas. Allí se mezclan, como en un cambalache, el dulce de leche, el Che, Cavallo, el río más ancho del mundo, Favaloro, la birome y el propio (Gustavo) Cordera, cantante de la Bersuit, todos embarrados en la misma argentinidad. Pero esta lectura crítica –o al menos ambigua– del “ser nacional” adquiere otra simbología cuando La argentinidad al palo pasa a ser el título del cd. Aquí, más que un juego lúdico de diversidad y contradicciones, hay que buscar una pintura de época. Como si la Bersuit hubiese querido sumarse a los festejos anticipados de una tímida recuperación nacional.
La banda del Pelado Cordera casi siempre coqueteó con lo político desde un lugar tangencial pero de denuncia. Ese posicionamiento marginal se debía menos a una cohesión ideológica que a una apuesta estética. La crítica se teñía de burla y usaba diversas herramientas aleatorias (salir al escenario vestidos con pijamas, por ejemplo) para expresar algo así como un inconformismo alegre. Manifestaban su rebeldía –hacia afuera y hacia adentro del rock– toreando a los Redondos, incorporando la cumbia y el candombe, o tirando alguna bombita política en forma de canción. En este último rubro, los temas Sr. Cobranza (el original le pertenece a Las Manos de Filippi, banda más explícitamente combativa) y Se viene el estallido fueron termómetro y profecía –respectivamente– de los años del menemismo y de la Alianza.
No hay que buscar en La argentinidad... arrebatos políticos de ese tenor. Bajo la productiva tutela artística de Gustavo Santaolalla, la Bersuit refuerza los ingredientes de su cóctel que más se ajustan a estos tiempos: compromiso con el cambio, pero desde un pesimismo esencial; un vamos que tú puedes, a pesar de que eres un desastre igual que yo. El latinismo tampoco es casual. El disco luce muy bien sembrado en la Argentina, pero con expectativas de cosecha en el resto de Latinoamérica, fundamentalmente en México. Temas como El baile de la gambeta apuntan en esa dirección. Un poco de color local y otro poco de guiño genérico al rebelde estándar del sur del Río Grande hacia acá. Inclusive, esa alusión a la “argentinidad” peca de etnocentrismo, en tanto proyecta a nivel de conciencia nacional rasgos que cuadran más específicamente en el arquetipo del farabute porteño. Pero también hay canciones –más que en otros trabajos– que eluden esa direccionalidad y se recuestan en un intimismo bienvenido, entre tanta adrenalina.
El disco tiene, como casi todos los álbumes de la Bersuit, notables hallazgos de humor y algunas dosis de mal gusto. El de la Bersuit es un humor áspero y cínico, de perdedores a los que les está yendo bien sin saber por qué. Habrá quienes se enganchen con el pegadizo Va por Chapultepec sin necesidad de viajar a México: relata cómo van declinando las pretensiones de levante a medida que transcurre la madrugada; es difícil no identificarse con el protagonista, aunque más no sea retrospectivamente. En varios temas, lo que prevalece es una sensación de extrañeza y desplazamiento, como si los letristas (las firmas están repartidas entre Cordera, Tito Verenzuela y Juan Subirá, fundamentalmente) quisieran manifestar su situación equívoca respecto del mundo. Hay una letra, sin embargo, que no reproduce estos tópicos, y que delata el aporte de un autor extra-Bersuit: Al olor del hogar, de Ariel Prat, uno de los mejores temas del disco, retrata con sencillez detalles de una infanciahumilde poblada de sueños. No tiene el aroma a bardo tragicómico de los hits de la Bersuit, y quizá por eso llama la atención.
Así transcurre la primera parte de La argentinidad al palo, siguiendo el andar ciclotímico de la banda, descubriendo sus fisuras anímicas y sus contradicciones porteñas. Los versos finales de la canción conceptual del disco acaso ilustren lo que le pasa al país y lo que, en escala menor, les ocurre a ellos: “Del éxtasis a la agonía/ oscila nuestro historial./ Podemos ser lo mejor/ o también lo peor, con la misma facilidad”. Ese mismo recorrido pendular arrastró a la Bersuit, de derrota en derrota, a la masividad. Una feliz paradoja argentina.

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La Bersuit alcanzó finalmente la masividad, y lo festeja con un disco que en su primera parte apela a lo “conceptual”.
 
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