DISCOS › CUATRO ALBUMES “ARABES”

Música en libertad para el eje del mal

Editados por EMI, incluyen grandes temas y una bajada de línea prooccidental.

 Por Fernando D´addario

En el booklet del exquisito CD Baghdad Blues, editado recientemente por el sello EMI, el productor ejecutivo Dergham Owainati marca las pautas básicas de su intencionalidad política: “A donde vaya el rock, la democracia lo sigue”, reza, como asumiendo la inexorabilidad de un mandato histórico. El disco es, a grandes rasgos, un compilado “chilled out” de greatest hits iraquíes, a cargo de artistas como Omar Bashir, Mardo El-Nor, Kazem El Saher, Ilham Al Madfai, Rida Al-Abdallah, todos ellos –según parece– liberados a tiempo de la tiranía de Saddam Hussein. El álbum está dedicado “al nuevo Irak”. No es fácil conciliar el horror de la vida cotidiana iraquí con el confort que proyectan estas canciones, pero los sueños de libertad –según parece– son más poderosos que las bombas y las torturas anglo-norteamericanas.
La edición es parte de una contra-invasión árabe materializada en cuatro discos: Rock the Kasbah, Now That’s What I Call Arabia 2005, Amr Diab - Greatest Hits y el ya citado Baghdad Blues. Es tan compleja y heterogénea la oferta musical que se esconde bajo estos títulos que cualquier tentación maniquea (de este lado la democracia y la música, del otro lado la oscuridad y el silencio) se ve neutralizada por el sentido común. Rock the Kasbah, por ejemplo, está presentado como un disco de “canciones libertarias desde las calles del este”. Que los son, sin duda. Ponen sus firmas grupos y solistas de probada radicalidad política, desde Rachid Taha y Hakim hasta Asian Dub Foundation, Fun da Mental y Alpha Blondy. Lo que hay que discutir es si el eje rebeldía multiforme de estos artistas es compatible con el sentido de la libertad que “vende” el disco. Es evidente que este increíble catálogo ahora expuesto de golpe a la consideración del público occidental apunta a tranquilizar conciencias, a homogeneizar el discurso de una cultura caracterizada –en su mestizaje con la Europa “blanca”– por la multiplicidad de voces. Asian Dub Foundation, Fun da Mental y Transglobal Underground, por caso, integran en Inglaterra lo que se da en llamar “Asian Vibe”, una movida que valiéndose del drum’n’bass, el punk, el hip hop y el folklore indio, entre otros ritmos, defiende los derechos de las minorías étnicas y denuncia los abusos de los sucesivos gobiernos británicos sobre los “pakis” y los musulmanes en general. No es lo mismo “cruce de culturas” que “choque de civilizaciones”.
La ambigüedad conceptual que se desprende de la publicación de estos discos no invalida la contundencia artística de Rock the Kasbah, un disco que se disfruta desde el primero hasta el último track. La tensión creativa entre los modos de producción occidentales y las cadencias rítmicas y melódicas que llegan de Siria, el Líbano, Irak, Irán y Pakistán imponen una nueva lógica global que no se dirime en cumbres burocráticas: es la música de la calle, hoy. Las superposiciones temporales y sonoras (escuchar la guitarra saturada post punk de Jim Reid, de Jesus & Mary Chain, exorcizada por la voz de Nawazish Ali Khan, en una grabación de 1998 extraída de un disco de Fun da Mental llamado –vaya paradoja– Erotic Terrorism) invitan a pensar en un mapa rockero que se escapa de la previsibilidad anodina del rock y el pop de estos días.
Es sintomático que la canción de The Clash Rock the Casbah (en una estupenda versión del argelino Rachid Taha) abra el CD y que el cierre esté reservado para el fallecido Joe Strummer (ex líder de The Clash, aquí acompañado por Los Mescaleros), quien conmueve con Redemption Song (el último himno rasta de Bob Marley adquirió hace rato soberanía universal). Es muy probable que Strummer no haya aprobado jamás el régimen de Hussein, pero su militancia antiimperialista también lo depositó muy lejos del “eje del bien” que pretendieron imponer Bush y Blair. Aquí, sin embargo, aparece como una especie de “garante” musical de las libertades conquistadas en la cruzada antiterrorista.
Los otros discos, Now That’s What I Call Arabia 2005 y Amr Diab - Greatest Hits, no aportan demasiado al posible debate. El primero ofrece un generoso –aunque desparejo– despliegue de estrellas árabes; Amr Diab representa precisamente lo que el gran mercado busca como síntesis de todos los conflictos: un producto pasteurizado por expertos de la ingeniería pop occidental. El Baghdad Blues, en cambio, es un viaje balsámico, que exige –como añadido terapéutico– apagar el televisor a la hora de los noticieros. El sonido de las bombas y los gritos de las mujeres y los niños pueden alterar la paz perpetua que regala el chilledout iraquí.

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En las calles de Bagdad se cocina buena música, y si es en “democracia”, mejor.
 
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