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El día que Pulp empezó a cantarles a los pajaritos

“We love life”, el nuevo disco de la veterana banda inglesa, recurre a imágenes “naturales” para ofrecer la visión de Jarvis Cocker sobre qué significa ser una estrella adulta del brit pop.

Por Esteban Pintos

”No soy un hippie”, tiene que defenderse Jarvis Cocker, mentor, compositor y dueño de las decisiones de Pulp desde 1978 (el grupo existe desde ese año, y no es un dato menor). Cocker dice que no lo es porque hay ciertas imágenes recurrentes de We love life, el nuevo disco de su banda: semillas, árboles, pájaros, amaneceres, jardines. Y un título que, viniendo de quien viene, cabría suponer irónico. No lo es, asegura el cantante cuya fama creció rápidamente en el Reino Unido y luego en el mundo, por haberse subido a un escenario con intenciones paródicas hacia Michael Jackson. Pulp es una banda con 24 años de trayectoria que recién vivió su cuarto de hora de gloria en los ‘90, con el advenimiento del llamado brit pop (y un disco notable, Different class). Cocker ha de ser, seguramente, el compositor más lúcido y sardónico en dos generaciones del rock inglés, pero fue hombre de tapa por invadir el territorio de una superestrella pop. Ahora, en la mayoría de edad, Pulp editó un disco producido por un músico maldito (Scott Walker), de sonido atemporal, que habla de la naturaleza y anuncia su amor por la vida. Algunas paradojas pueden surgir de estos hechos.
Pulp venía de publicar un disco tortuoso y autorreflexivo sobre el lugar de estrellas que se habían ¿ganado?, y con severas descripciones del vacío existencial que, escribió Cocker, le trajeron aparejado los excesos y el crecimiento desmedido de su ego. Ese disco se llamaba This is hardcore y provocaba una sensación de incomodidad movilizadora. Era un álbum de encierro y decepción, el lado oscuro de la fantasía pop, construido sobre grandilocuentes melodías. Casi una ópera rock, si es que describirlo así no fuera visto hoy como una antigüedad. Antes habían hecho Different class, otra cosa: canciones trascendentes desde la sencillez, irresistibles melodías acompañadas por letras de alto vuelo (“Common people”, pura rebeldía clasista inglesa) y un aire de elegante decadencia, el estilo que el Reino Unido había comprado para iniciar su era pos Thatcher. Eran los tiempos de la aparición de Tony Blair, el nuevo laborismo (“Cocaine socialism”, otra canción clave), la batalla OasisBlur, la Eurocopa de Naciones de fútbol en 1996, el renacer del orgullo patriótico, el regreso de los peinados mod, un nuevo swinging London. En ese contexto, la de Pulp era la voz de la conciencia y el disconformismo. Pero, por coincidencia de tiempo y lugar, fueron envueltos por la marea y quedaron ahí: Pulp, el grupo “inteligente” del brit pop.
We love life cierra la trilogía con otro espíritu, igual acierto artístico y lo hace explorando algunos territorios vírgenes para su estética y poética. Hay una sucesión de canciones reposadas, con contados momentos de explosión (el crescendo de la emblemática “I love life”, y “The night that Minnie Timperley died”, tal vez la primera canción “para estadios” en la historia de la banda) y muchos de reflexión, una vez más. La temática pastoral, por cierto, presupone el final de un camino. Basta de excesos y vacío existencial, salgamos al aire libre, disfrutemos de los árboles, el amanecer y los pájaros. No hay ingenuidad ni pose en la elección temática.
Desde esas imágenes “naturales”, Cocker envía sus impresiones de rocker culto y adulto. Apela al recitado por sobre la música (la ambiciosa “Weeds II-the origin of the species”, el cuento “Wickerman”), vuelve a preguntarse por su lugar en la industria del entretenimiento que el rock integra y fogonea (de eso se trata, al fin y al cabo, “Weeds”), entrega un par de amargas impresiones sobre el amor y otras cuestiones (“Bad cover version” y sus graciosas metáforas). ¿Qué hay del sonido de la banda, producido por un príncipe de las tinieblas como Walker? Curiosamente, nada de eso. Es un disco que mantiene el toque melodramático de otros, pero que se revela luminoso por momentos, despojado por otros, capaz de manteneruna tensión permanente y otorgar nuevas posibilidades de descubrimiento ante cada escucha. Bastará para saber que nada es como parece.

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Pulp comenzó a tocar en 1978, pero durante mucho tiempo fueron el secreto inglés mejor guardado.
Este disco cierra la brillante trilogía iniciada con “Different class” y “This is hardcore”.
 
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