ECONOMíA

1929-1963, por la mala vereda

El arco que se extiende de 1929 a 1963 es la época del gran descubrimiento: la economía cerrada puede ser una fórmula políticamente imbatible. Por momentos (en particular de 1946 a 1948) se combinó con un fuerte sesgo al endeudamiento (posible en un mundo de infrecuentes movimientos de capital, por precios muy altos de los exportables y una previa acumulación de reservas). Es entonces, en los primeros años del peronismo, cuando la equidad (relación salarios/productividad) alcanzó su máximo absoluto. “Este período es uno de los dos que explican el retroceso económico de la Argentina”, plantean de pronto, despiadadamente, Gerchunoff y Llach.
Si bien los años ’30 fueron muy duros para las economías abiertas porque se derrumbó el comercio mundial, cuando éste revivió no convenía ser una economía cerrada, que fue justamente la opción elegida por la Argentina, desaprovechando esa gran oportunidad. De modo que este país caminó por la peor vereda tanto en la Gran Depresión, porque al desatarse, ésta era una economía muy abierta, como después de la Segunda Guerra Mundial: hacia los años ‘50 ya era una de las economías más cerradas del mundo. El peronismo explotaba políticamente la conexión entre proteccionismo y distribución del ingreso.
La industrialización sustitutiva de importaciones es tanto más costosa (costo de oportunidad: lo que se pierde de una cosa por elegir otra) para un país cuanto más amplia sea la diferencia de productividad entre el sector primario y la industria. Esto es lo que sugiere la más elemental teoría del comercio. En la Argentina era tan rentable políticamente desalentar el comercio exterior como nocivo para su crecimiento.
Ahora bien: ¿por qué no se subsidió una industrialización hacia afuera en lugar de mercadointernista? Hubiese sido la manera de mejorar la distribución del ingreso sin padecer el problema de fabricar para un mercado tan pequeño, aunque hubiese subsistido el de la poca aptitud del país para producir aquello que requería intensamente su factor escaso. La respuesta quizá sea que compensar esas desventajas comparativas hubiera supuesto un costo fiscal inafrontable.
Como tampoco el capital abundaba, eran las exportaciones las que debían proveer las divisas, pero las que se obtenían sólo alcanzaban para importar los insumos críticos, y cada vez menos para traer maquinaria de afuera. Resolver este problema e integrar la producción para que incluyera los insumos básicos, vitales (siderurgia, petroquímica), requería enormes importaciones de bienes de capital, que no podían efectuarse. La economía argentina parecía atrapada en el atraso.
Fue este tercer obstáculo a la industrialización sustitutiva el que intentó enfrentar el desarrollismo abriendo las puertas a la inversión extranjera. Los años del frondizismo aparecen como otro caso de cuadrante noroeste: endeudamiento con economía cerrada. La principal diferencia con la experiencia del primer peronismo era que el exceso de gastos sobre ingresos estaba explicado ante todo por el aumento de las inversiones estratégicas del desarrollismo, y no por un aumento del consumo.

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