ECONOMíA › LA PUJA POR LOS SALARIOS

El debate que viene

Por C. C.
Desde Mar del Plata


Otro desvelo de los empresarios, adicional a la delicada relación con el Gobierno, es la puja distributiva que alimenta la inflación. Según los supermercadistas, blanco de las principales críticas oficiales de ayer, resultará imposible otorgar aumentos de salarios sin trasladarlos a los precios de venta. Enrique Pescarmona, titular de Idea, reforzó este criterio en sus declaraciones ante Página/12, al opinar que cualquier recomposición debe responder a “un aumento de la productividad”, so pena de alimentar una carrera inflacionaria.
Según Horst Paulmann, de Jumbo, “los precios suben porque los costos argentinos son muy altos” y “no es posible aumentar los sueldos si no aumentan las ventas o los precios, porque no hay margen para absorberlos”. Un alerta similar se encendió en Carrefour, cuyos directivos destacan que en esta actividad mano de obra intensiva, las remuneraciones representan el 60 por ciento de los costos, a diferencia de lo que ocurre, por ejemplo, con la industria automotriz, en la que el peso relativo es muy inferior. La realidad es que los trabajadores de comercio cerraron un acuerdo en julio, que podría reabrirse en el corto plazo, fogoneado por la aspiración de percibir ajustes “superiores al 40 por ciento”, según se preocupan las empresas.
Desde otro rubro industrial, Pescarmona reiteró ayer declaraciones similares a las que en junio pasado, durante el precoloquio de Rosario, inspiraron una airada respuesta presidencial. “Los aumentos de salario deben ser por productividad, si no queremos que haya más inflación. Es una verdad incontrastable: esas subas inflan los costos y éstos se trasladan a los precios finales”, aseguró el empresario, cuyo empeño en congraciarse con el Gobierno es notable.
En aquel cónclave rosarino, tanto Pescarmona como Alfredo Coto habían coincidido en plantear que las mejoras de salarios desligadas de un aumento de la productividad –concepto difícil de medir y utilizar como parámetro en la discusión salarial– fogonearían la inflación. De inmediato, Kirchner les imputó el afán de acumular ganancias desmedidas, originando el primer entredicho de tono subido.
Entre los hombres de empresa hay consenso de que en los próximos meses habrá más presión sindical para recuperar el poder adquisitivo de los salarios, horadado por la suba de precios, y los inquieta la idea de que el Gobierno laude a favor de los gremios. Según opinó ante este diario un importante empresario de la alimentación –que pidió estricta reserva de su nombre para no arriesgarse a una airada respuesta oficial–, enero será clave para ver “el grado de virulencia de los reclamos salariales y cómo se para (Carlos) Tomada a la hora de dictar conciliaciones obligatorias: en el medio o del lado de los sindicatos”.
Casualmente, el responsable de la cartera laboral y el ministro de Planificación, Julio De Vido, tienen hoy un encuentro con el titular de una petrolera para analizar el panorama del sector en los próximos meses. Lo que desvela a estas firmas es que se reedite la pugna que semanas atrás se resolvió con mejoras salariales ganadas a fuerza de huelgas fuertes de los trabajadores petroleros, que también están usando su poder de fuego para adherirse solidariamente a las demandas de otros gremios, como ocurre con los docentes de las provincias sureñas.
Para resolver estas delicadas cuestiones, así como para preservar algunos buenos negocios, las empresas consideran decisivo tener una buena relación con un gobierno al que sólo un estrecho núcleo de ejecutivos consiguió ganar acceso directo y simpatía.

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