ECONOMíA › CRISIS FINANCIERA, EL ENEMIGO MáS DURO

Bombardeando fajos verdes

 Por Raúl Dellatorre

La crisis económica de Estados Unidos sigue avanzando sin pedir permiso, y su sistema financiero empieza a sufrir las consecuencias en todo su peso. Si el flanco más débil de todo sistema financiero es la pérdida de confianza, el de Estados Unidos debe sentir que está atravesando su peor momento. El viernes, uno de sus cinco principales bancos de inversión comenzó a desmoronarse cuando ya no pudo obtener préstamos de corto plazo para seguir operando. Lo salvó la venta a precio de liquidación a uno de sus competidores y el respaldo que recibió la operación por parte de la banca central estadounidense. La Reserva Federal ni siquiera descansó el domingo, bajando la tasa de descuento para seguir inundando la plaza financiera de dólares. Pero ni sumando todas estas movidas se restableció la confianza: ayer la plaza financiera norteamericana especulaba sobre cuál será el próximo banco en caer y el Lehman Brothers acaparaba las apuestas.

Hasta hace muy poco, el gobierno de Estados Unidos y algunos de sus principales analistas negaban la crisis y una posible recesión. En los últimos días, la perspectiva comunicacional ha cambiado. Alan Greenspan, ex titular de la Reserva Federal y “padre intelectual” de este proceso, escribió ayer en The New York Times que la presente es la crisis más grave desde la Segunda Guerra Mundial y “dejará muchas víctimas”.

El propio presidente de la Unión, George Bush, hizo público un llamamiento a la calma. “Hay una cosa clara, atravesamos por momentos difíciles”, dijo como si ésa fuera la principal conclusión a la que arribó tras reunirse con su secretario del Tesoro, Henry Paulson. Bush destacó la labor de este último, señalando que “ha demostrado al país y al mundo que Estados Unidos está en control de la situación”, aludiendo a las medidas “rotundas y decisivas” tomadas en las últimas horas.

La crisis financiera ocupó buena parte del día de ayer de Bush y Paulson. Se reunieron a primera hora de la mañana y repitieron el encuentro pasadas las 14, oportunidad en la que también participaron los integrantes de llamado Grupo de Trabajo Presidencial sobre los Mercados Financieros. Allí estuvieron el titular de la Reserva Federal, Ben Bernanke; el titular de la Comisión de Valores (la SEC), Cristopher Cox; y miembros de la Comisión del Mercado de Futuros de materias primas.

No sólo se busca dar la sensación de que se está en control de la situación sino que además se discute puertas adentro la eficacia de una estrategia que empieza a mostrar cambios respecto de la practicada hasta hace pocas semanas. Más que por convicción, las modificaciones vienen impuestas por las urgencias. Los recortes de tasas ya no tienen como principal objetivo atenuar la desaceleración de la economía o velar por impedir un repunte en la inflación. Ahora, la mirada está puesta casi en forma excluyente en evitar que las malas noticias desaten el pánico. Para posibilitar el salvataje del banco de inversión Bear Stearns, la FED adoptó la decisión extraordinaria de facilitarle 30 mil millones de dólares para cubrir la pérdida patrimonial por títulos hipotecarios sin valor en el mercado.

La facultad de acceder a préstamos directos de la FED, inédita hasta ahora, se hizo extensiva a todas las firmas de crédito hipotecario, y con las mismas condiciones de acceso vigentes para los bancos. Además, se amplió el período de devolución de los créditos de corto plazo de los 30 días actuales a 90 días. Para hoy, se espera que la Reserva Federal disponga una nueva baja en la tasa de descuento –que el domingo dejó en 3,50 por ciento anual–, posiblemente de 0,75 o 1 punto.

Con la baja de tasas del domingo y las nuevas facilidades crediticias en favor de las cajas de crédito hipotecario, la FED lleva inyectados más de 500 mil millones de dólares desde mediados de 2007. Poco importó si con ello alimentaba la inflación o el desvío de fondos hacia mercados especulativos: lo importante era señalar que la autoridad monetaria no abandonaría a las instituciones financieras a su suerte.

Al menos, las autoridades estadounidenses buscaron aparecer convencidas de lo que hacen, y de lo bien que lo hacen. Paulson afirmó ayer que los mercados de capitales estadounidenses siguen siendo “la envidia del mundo” por su “competitividad y eficacia”. Como cuando Eduardo Duhalde hablaba de “la Bonaerense” como “la mejor policía del mundo”.

Ni los candidatos demócratas rehuyeron el tema. “La situación es caótica, probablemente ya estamos en recesión”, se pronunció Barack Obama. Hillary Clinton, en tanto, no ocultó su simpatía con las medidas adoptadas por la FED: “Creo firmemente que es necesario, con máxima urgencia, continuar con la acción que se inició ayer (por el domingo)”.

Bush apuntó ayer que el gobierno sigue de cerca la evolución económica y financiera y actuará “con decisión”, de ser necesario, para garantizar el orden en los mercados. No hay dudas de que a esta altura la crisis se le ha convertido al gobierno en un problema de Estado, un gran dolor de cabeza. El inconveniente es que el conflicto lo tiene adentro. Si el sistema financiero fuera un país extranjero, Bush no tendría dudas: lo invadiría.

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Con la crisis en la cabeza. La turbulencia financiera se transformó en problema de Estado.
 
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