ECONOMíA › LAS VIOLENCIAS Y FALENCIAS DE LOS CAMPESINOS

Los problemas de los más chicos

 Por Roberto Navarro

En Brasil existe desde hace años un Ministerio de Agricultura Familiar. En Argentina, recién se acaba de crear una subsecretaría que se ocupará de los temas del sector. Si bien la ausencia del Estado fue regla y no excepción en las últimas décadas, en este caso en particular es un espejo de la falta de organización gremial del segmento más vulnerable de los productores del campo. Recién en mayo de 2005 comienza a gestarse lo que hoy se llama el Foro Nacional de Agricultura Familiar, que en la actualidad agrupa a más de mil pequeñas organizaciones en todo el país. Luego de tres años, todavía no obtuvo el reconocimiento del Gobierno que le permita sentarse a negociar los intereses de las familias del campo como lo hacen las cuatro entidades tradicionales. De todas maneras, sus dirigentes reconocen que muchas de sus propuestas fueron escuchadas y utilizadas en el diseño del nuevo plan para la agricultura familiar.

Si el foro de agricultores familiares estuviese negociando con el Gobierno, seguramente no estaría sentado al lado de la Sociedad Rural: uno de sus reclamos es una reforma agraria. En el último plenario nacional se planteó que “existe una cada vez mayor desigualdad en la distribución de la tierra, con expulsión de población de los predios y de los pueblos rurales”. Y que este hecho, “sumado a la situación de pobreza rural, hacen imprescindible una reforma agraria”. Además, en el documento final se denunció “atropellos, violencia, desalojos, presiones permanentes, criminalización y hasta muerte de campesinos en manos de bandas armadas que responden a los grandes grupos”.

Según la carpeta que contiene el nuevo plan, para ser reconocido como agricultor familiar éste debe trabajar directamente en la explotación, no puede tener empleados permanentes que no sean familiares ni que su conformación jurídica sea una sociedad anónima. En este segmento hay productores de 50 hectáreas, pero la mayoría no superan las 30, e incluso existen de 2 hectáreas. Con esas pequeñas unidades, hay zonas del país habitadas prácticamente sólo por ellos. En la Puna, el 88 por ciento de las explotaciones agropecuarias son familiares, en el Chaco Seco representan el 85 por ciento, en los valles del noroeste, el 84 por ciento, en la Mesopotamia, el 81 por ciento y en el Monte Arido, el 74 por ciento.

Aunque manejan pequeñas superficies, en algunas producciones, la agricultura y ganadería familiar es altamente significativa. Producen el 77 por ciento de los caprinos, el 48 por ciento de los porcinos, el 20 por ciento de los ovinos y el 19 de los bovinos. Además cosechan el 36 por ciento de los cultivos intensivos, el 23 por ciento de los cultivos bajo cubierta, el 21 por ciento de los productos pecuarios y el 17 de los frutales a campo.

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