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Cantos de sirena

 Por Raúl Dellatorre

Después de años de congelamiento, la relación entre el FMI y el gobierno argentino acaba de vivir su semana más intensa. No se trata de revivir un amor que nunca debió apagarse, como pretenden quienes sugieren “la necesidad de volver al mundo”. (Al Primero, según se lo clasificaba en un tiempo no tan lejano como para olvidarlo.) El motivo de la separación no fue la excesiva fogosidad de los amantes, que se distanciaron producto de pasiones desenfrenadas, como lo quieren ver quienes culpan a los “caprichos personales” de Néstor Kirchner por la ruptura y atribuyen a los “buenos modos” del nuevo titular del Fondo los méritos del reencuentro. Siguiendo la metáfora de la relación de pareja, se diría más bien que es el reencuentro de dos, de los que uno era el sometido y el otro ocupaba el rol del dominante, que llegaba al extremo de suministrarle “recetas” que debilitaran al primero, en vez de curarlo, para mantenerlo sometido.

Repasando la relación entre el Fondo y la Argentina, la metáfora no es exagerada. Las actuales autoridades argentinas aseguran que no lo olvidan y que no van a repetir esa relación. Repiten que le dirán siempre que “No” a cualquier clase de injerencia en las políticas públicas del Gobierno. Cuanto mucho autorizarán una visita de revisión, un husmear por la casa pero con la boca cerrada. Todo muy técnico, sin proponer reformas inmobiliarias y ni siquiera sugerir mover los muebles.

Pero hay otros, como ya se dijo, que entienden la relación de otra forma. El que “representa poder es siempre poderoso”, dicen, y quien va al Fondo “sabe a lo que va”, afirman. Y ya enarbolan como objetivos “la vuelta a los mercados”, “restablecer la confianza” y otras frases demasiado conocidas.

El propio ministro de Economía a veces parece atrapado por esos cantos de sirena. Como cuando ayer, en un rapto de entusiasmo, atribuyó la suba en los títulos públicos y consecuente caída del riesgo país a que “el mundo está percibiendo la consistencia de la política económica y monetaria de la Argentina”.

Algunos especialistas ya advirtieron sobre los riesgos de volver a la lógica de los capitales especulativos. No es a ellos a quienes hay que conquistar. Las muchas necesidades internas se resuelven con más distribución, un producto de las políticas públicas que no es precisamente lo que van a aplaudir los especuladores financieros ni los organismos que los representan.

Los remedios a la desigualdad no son distintos hoy que ayer. Las recetas del Fondo, tampoco. Y una cosa no es lo mismo que la otra, es obvio. Pero no está de más repetirlo.

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