ECONOMíA › GRADUAL VIRAJE A LA HETERODOXIA

Los nuevos keynesianos

Fue asesor del ex presidente Clinton y economista jefe del Banco Mundial, donde comprobó personalmente los efectos devastadores de los ajustes neoliberales, antes de recibir el Nobel por sus teorías sobre la ineficiencia de los mercados. En los últimos años se convirtió en uno de los críticos más importantes de las políticas impulsadas por los organismos financieros internacionales.

 Por Tomás Lukin y Javier Lewkowicz

Esta semana, Joseph Stiglitz se reunió con la Presidenta, Cristina Fernández. “Tanto Néstor Kirchner, cuando tuve la oportunidad de conocerlo, como Cristina, me parecieron dos personas muy interesantes. Aunque ella es más pasional”, contó. Stiglitz es un economista que se enrola en la corriente de los “nuevos keynesianos”. Desde el punto de vista teórico, se distingue de las fracciones más ortodoxas al subrayar los problemas derivados de las graves imperfecciones de los mercados y la mala regulación estatal. Por eso remarca que “la teoría económica tradicional fracasó”. Adopta una postura keynesiana clásica para pedir por políticas de estímulo fiscal contracíclicas, a contrapelo de las recomendaciones de corte monetarista que abundan en Europa. Eso lo define en términos políticos como un fuerte crítico de los actuales planes de recuperación. Sin embargo, su adhesión más general a los fundamentos del pensamiento dominante se pone de manifiesto al evaluar aspectos puntuales de la economía nacional. “Es inevitable que si una economía se acerca a la plena utilización de los recursos haya inflación. Hay que identificar cuellos de botella y tratar de solucionarlos”, indicó.

El camino profesional de Stiglitz no es errático ni contradictorio, pero sí presenta un gradual viraje hacia una línea de pensamiento heterodoxa. Se graduó en uno de los centros de producción más importantes del pensamiento dominante, y sus trabajos académicos hasta la década del ’80 se inscribieron en esa lógica, la escuela neoclásica. Experiencias laborales que él luego definió como reveladoras lo inspiraron a reformular ideas y llegar a producir los trabajos que tendrían mayor relevancia en términos teóricos. Publicó numerosos papers sobre los problemas derivados de las fallas de mercado, fundamentalmente el acceso desigual a la información. De esa forma, los nuevos keynesianos, corriente a la cual adscribió, justificaron por qué en el corto plazo los mercados no ajustan.

Stiglitz ingresó en 1993 en el Consejo de Asesores Económicos del presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton. En 1997 comenzó a trabajar para el Banco Mundial como economista jefe y fue vicepresidente senior de ese organismo durante casi tres años, hasta enero de 2000. “En el Banco Mundial comprobé de primera mano el efecto devastador que la globalización puede tener sobre los países en desarrollo, especialmente sobre los pobres en esos países”, indicó.

Se formó en el prestigioso Massachusetts Institute of Technology (MIT), donde obtuvo el título de economista en 1966. Posteriormente participó en proyectos de investigación para las universidades de Cambridge, Yale, Stanford, Duke, Oxford y Princeton. En 1979 obtuvo la prestigiosa medalla John Bates Clark, de la American Economic Association. Actualmente lidera el Brooks World Poverty Institute, entidad dedicada a la investigación económica relacionada con pobreza e inequidad, perteneciente a la Universidad de Manchester. Es profesor de la Universidad de Columbia.

En términos teóricos, la mayor parte de la producción de Stiglitz es acerca de la llamada Economía de la información, aplicada al sector público, sistema financiero y política monetaria. “Se trata de las imperfecciones de mercado: por qué los mercados no operan a la perfección, en la forma en que suponen los modelos simplistas que presumen competencia e información perfecta. La economía de la información estudia en particular las asimetrías, como las diferencias en la información entre trabajador y empleador, prestamista y prestatario, asegurador y asegurado”, explicó el propio Stiglitz en su libro más vendido, El malestar en la globalización. Su aporte con la Economía de la Información le permitió recibir el Premio Nobel en 2001, junto a George Akerlof y Michael Spence.

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Joseph Stiglitz en el momento de recibir el Premio Nobel de Economía, en 2001.
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