ECONOMíA › FIN DE LA CUMBRE DEL G-20. COMPROMISO EUROPEO POR UNA MAYOR UNIDAD

Vulnerables y sin recetas

No hubo acuerdos globales ni cambios de reglas. Tampoco grandes soluciones. El documento final del G-20 recoge casi todas las expresiones de deseo posibles en 85 puntos y un compromiso de unidad bancaria de los países europeos.

 Por David Cufré

Desde Los Cabos

“Es evidente que la economía mundial sigue siendo vulnerable, con un impacto negativo en la vida cotidiana de personas en todo el mundo, que afecta los puestos de trabajo, el comercio, el desarrollo y el medio ambiente”, admite uno de los primeros puntos del documento final de la cumbre del G-20. Los jefes de Estado de esas veinte naciones que representan el 85 por ciento de la economía global coincidieron en que el diagnóstico es preocupante y que no queda mucho margen de paciencia social en los países más afectados. Sin embargo, no pudieron resolver las diferencias respecto de cuál sería la respuesta más apropiada para revertir la situación. Ese debate lleva ya más de dos años y conspira contra una de las razones de ser esenciales de las cumbres del G-20: enviar un mensaje unificado a los actores económicos sobre la existencia de un rumbo claro de acción, que siguen los gobiernos más importantes. Como eso no ocurre, la sensación que se impone es de incertidumbre y desconcierto, lo cual no hace más que agravar el problema.

La controversia está planteada entre aquellos países que se inclinan por una estrategia neoliberal, con medidas de ajuste permanentes, y los que, como Argentina, reclaman pasar a políticas de estímulo a la producción y el empleo. El primer grupo lo lideran Alemania, Gran Bretaña, el Banco Central Europeo y el FMI. En el segundo destacan los Brics –Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica–, y allí también está la Argentina. Desde que François Hollande es presidente de Francia, ese país viene cambiando hacia esta última postura. Estados Unidos hace equilibrio, pero no muestra el peso de antes.

“Vamos a actuar juntos para fortalecer la demanda y restablecer la confianza con el fin de apoyar el crecimiento y la estabilidad financiera”, dice la declaración final, con el lenguaje diplomático de ocasión. De todos modos, los presidentes hicieron un esfuerzo por achicar sus diferencias, al menos en público. “Apoyamos la intención de considerar pasos concretos hacia una arquitectura financiera más integrada”, agrega. Eso significa lo siguiente: la creación de un supervisor único para el sistema financiero, la capacidad para liquidar y recapitalizar entidades y un único fondo de garantía de depósitos. La otra medida concreta fue avanzar en la capitalización del FMI para aumentar su capacidad prestable (ver aparte), una acción que siempre termina teniendo escasa relevancia para resolver la crisis, dado que los problemas estructurales se encuentran en otro lado.

El documento final consta de 85 puntos. Con esa densidad no queda prácticamente tema por tratar. Se habla desde la estabilidad financiera hasta el cuidado del medio ambiente, pasando por promesas de generar empleos y la recomendación de luchar contra el lavado de dinero. Un capítulo en el que varios presidentes de orientación conservadora hicieron hincapié es “la lucha contra el proteccionismo”. Los gobiernos se comprometieron a estirar hasta 2014 la regla de no aplicar medidas en ese sentido. El mexicano Felipe Calderón, el español Mariano Rajoy, el inglés David Cameron y la titular del FMI, Christine Lagarde, fueron enfáticos en este tema. Cameron le apuntó directamente a la Argentina y dijo que sus “medidas proteccionistas no caben en el mundo” (ver aparte). La posición del gobierno de Cristina Kirchner, de la brasileña Dilma Rousseff y de la mayoría de los jefes de Estado de naciones en desarrollo es que las críticas al proteccionismo deben ser en sentido amplio, contemplando también las medidas paraarancelarias que imponen los países desarrollados para limitar sus compras.

La crisis europea y la situación particular de España se llevaron otra importante porción del documento final. El G-20 sostuvo que “acogió con beneplácito el plan de España para recapitalizar su banca”. El gobierno de Rajoy está intentando que la medición del riesgo país separe la situación de la banca, que necesitó un rescate millonario, de la del país, que según él no está tan mal como el sistema financiero. Por otra parte, la declaración sostiene que “en un contexto de renovadas tensiones en los mercados, los miembros de la Zona Euro tomarán todas las medidas necesarias para salvaguardar la integridad y la estabilidad de la región”.

Consciente de la necesidad de imprimir un mensaje de optimismo, el jefe de gobierno de Estados Unidos, Barack Obama, alabó el compromiso de la Eurozona con las políticas de crecimiento y una mayor integración financiera y bancaria. Pero insistió en que la solución a la crisis europea está en Europa, “no en el G-20 ni en los Estados Unidos”. Fue al término de un encuentro con los principales mandatarios del Viejo Continente. Tras el encuentro con Merkel, Cameron, Hollande, Rajoy, Monti y Durao Barroso, tanto Obama como otros voceros de Washington se ocuparon de subrayar que Europa se prepara para dar respuestas “más contundentes”. Su esperanza es que les crean.

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Saludos y sonrisas sólo para las cámaras. El G-20 volvió a exhibir las discrepancias entre sus miembros, disimuladas en el documento final.
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