EL MUNDO › OPINION

Otra vez la guerra civil

 Por Claudio Uriarte

En EE.UU, se sabe, winner takes all, el ganador se lo lleva todo. Esto implica que, excepto en tres estados, el ganador se lleva la totalidad de sus votos electorales, aunque la diferencia en su favor haya sido de un solo voto popular, y, metafóricamente, que el poder de la presidencia es tan fuerte que incluso George W. Bush, que llegó a la Casa Blanca con una minoría del voto popular, pudo aplicar desde 2001 una agenda de extrema derecha en todos los puntos, desde su política doméstica hasta la exterior. Pero lo que parecía emerger anoche de las últimas proyecciones de las elecciones norteamericanas más peleadas de la historia moderna apuntaba a la posibilidad de una repetición parecida al del escenario de fondo más dramático de lo que ocurrió en 2000: una polarización inusualmente alta y virulenta entre el campo y la ciudad, entre los estados chicos y los estados grandes y entre los estados centrales y los estados costeros. Es decir, la guerra civil cultural que permitió a W. sacar una cantidad parecida de votos a la del demócrata Al Gore cuando la economía estaba en el cenit del auge brillante de los años del también demócrata Bill Clinton.
De ser así, resultaría el doble de sorprendente. Porque el lujo, el bienestar y la paz dan la posibilidad de votar irresponsablemente, pero la austeridad y una guerra que no se puede ganar deberían forzar a cierta gente a pensar con sus bolsillos. Sin embargo, estas elecciones estuvieron signadas por la guerra contra el terrorismo y no por la economía, y la campaña de Bush trabajó sistemáticamente en hacer que esta guerra fuera confundida con la invasión de Irak. Eso podría explicar la medida de su éxito al aventajar a John Kerry, al menos en las últimas proyecciones. Es el voto del miedo, pese a que el programa de Bush para combatir al terrorismo sea de terror, y que todo lo que se haya visto desde la invasión de Irak es una repotenciación de las posibilidades del terrorismo, medida en el hecho de que, después de su estruendosa expulsión de Afganistán en la guerra de 2001, Al Qaida haya encontrado un nuevo santuario... en Irak, de todos los lugares posibles. Pero también está el hecho de que Al Qaida y Osama bin Laden se han vuelto los principales propagandistas internos del programa del presidente, con el extraordinario video difundido el viernes, en que el jefe del terrorismo atacó a Bush y a EE.UU., y así contribuyó a fortalecerlo. Pero el análisis final de la contienda debe esperar a su final. “Nada ha terminado hasta que ha terminado”, dicen también en EE.UU.

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