EL MUNDO › LA APUESTA DE ABU AL ZARQAWI POR DESTRUIR EL PROCESO DE HOY

Democracia armada busca su legitimidad

Por E. F.
Desde París

Más de 14 millones de electores, 90.000 urnas, 116 listas y 7000 candidatos cuyos nombres recién se conocieron tres días antes debido a las amenazas que pesan sobre ellos, las elecciones iraquíes de hoy son un barril de pólvora y un desafío. Los tres “actores” armados de la crisis iraquí, el poder local, Estados Unidos y los grupos insurgentes, esperan la consulta de hoy para demostrar los unos la legitimidad del proceso y, los otros, su descabellada apuesta. En este contexto, para los expertos occidentales, dos son los factores que condicionarán la imagen y los resultados de esta inédita tentativa de democracia armada: la tasa de participación y el alcance que tendrán los actos terroristas prometidos por todos los grupos rebeldes y, en particular, por el enviado especial de Osama bin Laden a Irak, el temible jordano Abu al Zarqawi. El y los grupos que le son fieles prometieron un domingo infernal: campaña de destrucción contra las oficinas de voto y promesa de asesinar a quienes acudan a votar.
Pero, ¿cuál es el poder real de Zarqawi y su ejército de milicias radicales? ¿Hasta dónde puede realmente provocar un colapso de todo el proceso electoral? Los especialistas occidentales comparten una misma visión: Zarqawi es capaz de hacer daño pero no de echar por tierra el proyecto “democrático” de la administración Bush. Interrogado por Página/12, Roland Jacquard, director del Observatorio Internacional del Terrorismo, observa que “si bien es cierto que Zarqawi amenazó con apostar franco tiradores para matar a los votantes y que incluso envió amenazas a los domicilios de los electores, lo que revela que tuvo acceso a las listas electorales, si bien estos factores son reales, no hay que hacer de Zarqawi un jefe guerrero que tiene bajo su mando un ejército numeroso. Sabemos que Zarqawi dispone de unos 1800 hombres. Entre esa gente, hay muchos sauditas, yemenitas, pakistaníes o sudaneses. Finalmente, Zarqaui dispone de muy pocos iraquíes. En realidad, una gran parte de los ex miembros del partido Baaz que combaten a los norteamericanos desconfían de Zarqawi”. Con todo, el especialista francés pone de relieve un hecho significativo de la estrategia del terrorista jordano. Según explica, “los norteamericanos saben que Zarqawi cuenta con armas de última generación, es decir, de bazucas RPG, misiles-tierra aire y otros misiles de alcance medio. Ello significa que, aún de muy lejos, Zarqawi podría tratar de provocar un atentado mayor”.
El otro interrogante que se desprende de la estrategia de la mano derecha de Osama Bin Laden consiste en saber en donde está y si realmente existe. A este respecto, Jacquard destaca que “nadie lo vio y tampoco se está seguro de que la voz que aparece en las grabaciones de audio sea la suya. Es un poco como Bin Laden: aparece y desaparece. Nadie sabe exactamente en qué lugar de Irak está escondido. Cuando los norteamericanos y los iraquíes arrestaron hace tres a dos de sus lugartenientes encontraron documentos que probaban que Zarqawi ya no estaba en el perímetro de Faluja. Al parecer, se encuentra oculto en las zonas kurdas. Es un misterio”.
Hombre invisible, hombre cambiante. Jacquard destaca que Zarqawi “reivindicó su lealtad a Bin Laden y su pertenencia a Al Qaida cuando, en realidad, todos pensaban que era un electrón libre, con sus propios hombres. Pero el hecho de que haya manifestado su obediencia a Bin Laden muestra sus límites”. Antoine Sfeir, director de Los Cuadernos de Oriente y gran especialista de Irak, coincide con este análisis. Sfeir recuerda que “Zarqawi no puede bloquear todo el proceso electoral en todo el país. Es sin dudas capaz de perturbar las elecciones en el triángulo de lasbermudas arabo-sunnita situado en torno a Bagdad. Allí se encuentra una población aterrorizada por Zarqawi, por el asesinato de los candidatos y de todos aquellos que están de acuerdo con las elecciones”. De hecho, la zona real de influencia del enviado de Bin Laden es bastante estrecha. Sfeir recalca que la zona sunnita donde lleva a cabo sus acciones “representa entre el 3 y el 5 por ciento de la población, de los electores. Este dato es paradójico porque muestra que son los sunnitas quienes serán el blanco del boicot obligado, impuesto por el terror”.
¿Quiénes y cuántos votarán este domingo? Los especialistas de la región admiten que ambos datos definirán la legitimidad de los comicios. En este contexto, Antoine Sfeir refiere que “con más del 50 por ciento de participación, la Asamblea que surja de las urnas será representativa. Más aún, el gobierno que salga de esta elección será representativo no sólo dentro de Irak sino también frente a los otros países árabes. Si la participación supera el 50 por ciento será una gran elección”. La apuesta norteamericana es fuerte, incierta pero, si tiene éxito, determinante para el conjunto del mundo árabe. Sfeir afirma que “a pesar de que todos los elementos del caos están reunidos, Irak puede, tal vez, elegir una asamblea y un gobierno legítimo. Legítimo: esta palabra es, en el mundo árabe, algo que sale de lo ordinario”.
Hay analistas occidentales que descartan la amenaza de una guerra civil. Por el contrario, para ellos, las elecciones hasta pueden volverse un elemento regulador. El director de los Cuadernos de Oriente explica que “desde la creación del Estado iraquí en 1921, la población chiíta de Irak siempre estuvo gobernada por los sunnitas, que representan una minoría del 25 por ciento frente a la mayoría del 55 por ciento de chiítas. Hoy, los sunnitas, que gobernaron desde 1921, pierden influencia. Si se quiere preservar la unidad de Irak hay que hacerles un lugar”.
Sin embargo, si resulta evidente que los chiitas y el resto del abanico iraquí saldrá beneficiado de las urnas debido al carácter proporcional de la consulta, Antoine Sfeir recuerda que los chiítas no son un bloque: “Entre ellos –explica– hay tendencias. Estás los que quieren un Estado similar al de Irán pero también hay otras facciones como las del Ayatolá Ali Sistani, quien pugna por una separación entre la religión y el Estado”.

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