EL MUNDO

El “non” que apasiona a la Francia de abajo

Por José María Cuesta

“¿Arde París?”, dicen que preguntó Hitler. Sesenta años después, otro alemán, Daniel Cohn-Bendit, advierte que no sólo París arde sino Francia entera. La mitad de los franceses por el “oui” a la Constitución Europea, la otra mitad (más uno, según las encuestas) por el “non”. Y mientras Francia arde, el “progresista-libertario” Cohn-Bendit, líder de Mayo del ’68, desarrollando panza en las butacas del Parlamento Europeo y glorificando el “mercado”, acompaña a los patrones franceses, a la derecha, a los mismos que combatió hace 30 años, para venderle al pueblo francés un tratado que destruye el bienestar de varias generaciones de trabajadores. Vergonzoso... y por eso lo reciben con huevazos donde fue amado: la Sorbona. La Constitución Europea no es jurídicamente una Constitución sino un tratado. Intenta organizar jurídica y políticamente la Unión y en este punto todos los franceses están de acuerdo. La cuestión es cómo, bajo una perspectiva liberal o una social, que beneficie sólo a los patrones o a todos los habitantes de Europa. Las razones del “oui” se las dejamos a los del “oui”. Esas razones deberían haber estado en el artículo aparecido en el Página/12 del 24/5: “La idea política, una Europa unida”. Pero todo lo que hace Cohn-Bendit es despotricar contra el “non” sin explicar por qué “oui”. Debe ser que el solo argumento del “oui” es “oui monsieur”, aparte de infundir miedo, hacer terrorismo ideológico y falsear la realidad.
Sin líderes mediáticos, sin dinero, sin aparato, algunos partidos políticos y asociaciones piden votar por el “non”. El “rebaño desconcertado”, según la definición de Noam Chomsky, se inclina por el “non”. Es una cuestión de “olfato”: la palabra “banco” aparece 176 veces en el tratado, “mercado” 78, “concurrencia” 174, “progreso social” 3 y “fraternidad” ni una sola. Al “servicio público” se lo menciona una sola vez, la Constitución prefiere hablar de “servicio económico de interés general” que puede ser público o privado. Del derecho al trabajo, al salario mínimo, a las ayudas por paro, los derechos jubilatorios, al acceso a la salud y a la vivienda decente, la Constitución no habla ni una sola vez. Eso sí, habla de abrir a la competencia los servicios públicos y aumentar el presupuesto militar, pero en caso de guerra ¿qué dice la constitución? Que los Estados miembros deben vigilar que el “mercado” no sea perturbado. Además, el Parlamento Europeo, que es elegido por los pueblos de Europa, no puede proponer leyes, sólo el Consejo y la Comisión, que no son elegidos, pueden hacerlo. Y otra perla que conoce Argentina: la prioridad de los Estados miembros es “la lucha contra la inflación”.
El “rebaño desconcertado” no se equivoca. Después de intentar comprender las 852 páginas del tratado se da cuenta de que si esta Constitución se aprueba, está previsto que esté vigente para siempre, y si alguien quiere cambiarla tiene que conseguir el apoyo de todos los Estados miembros. Veinticinco Estados. ¿Cómo diríamos en Argentina? Andá a cantarle a Gardel. Si ahondamos un poco encontramos que una Constitución debe ser legible y ésta no lo es, que una Constitución debe ser políticamente “neutra” y ésta es ultraliberal, que una Constitución debe proteger de la tiranía y en ésta el Parlamento no tiene ningún poder y el Ejecutivo es todopoderoso y políticamente irresponsable, que una Constitución debe ser revisable y ésta no lo es. Pero no todo va mal, el “rebaño desconcertado” es un pueblo cultivado, el pueblo francés es políticamente culto y su conciencia colectiva razona. El 54 por ciento del pueblo francés dice “non” a la Constitución y reivindica un contenido social. Difícil predecir qué pasara el domingo, todos los medios están volcados por el “oui” y la propaganda golpea constantemente, como Cohn-Bendit, con temor y falsedades. Los medios están concentrados bajo la propiedad de los grandes grupos industriales, particularmente los armamentistas, muy interesados en conseguir carne fresca del Este que trabaje por un plato de fideos. El eufemismo de “disminuir el costo laboral”.
Es la prédica del “Danny el Rojo” del 2000 en el artículo citado. La vida nos da sorpresas. Pobre gil, cómo se va a quemar si gana el “non”.
* Profesor de la Universidad de Toulouse.

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