EL MUNDO

Bush no da el brazo a torcer en su estrategia para Medio Oriente

 Por Mercedes López San Miguel

El factor Irak fue clave para la victoria demócrata y la consiguiente renuncia de Donald Rumsfeld, el arquitecto de esa guerra. “Fue uno de esos momentos que se dan una vez en una década en Estados Unidos cuando los electores piensan: estamos enloqueciendo y queremos algo diferente”, señaló Thomas Mann, experto en elecciones del Brookings Institution, al diario británico The Independent. Pero el embajador Gregory Schulte, representante permanente de EE.UU. ante la ONU en Viena dijo en una videoconferencia, de la que participó Página/12, que no anticipaba grandes giros en la política exterior. “No habrá cambios dramáticos en las líneas trazadas por el actual gobierno para Medio Oriente”, señaló.

La videoconferencia con el embajador norteamericano, programada desde antes de conocerse los resultados de las elecciones, demuestra la poca flexibilidad que viene mostrando la administración Bush en su política hacia Medio Oriente y lo difícil que les resultará a los demócratas, aun después de su resonante victoria electoral, torcerle el brazo al presidente.

La impopularidad de la guerra de Irak fue la gran causante de la estrepitosa derrota en las legislativas. Según las últimas encuestas, el 90 por ciento de los norteamericanos consideró que la situación caótica en Irak era un factor importante o muy importante a la hora de emitir su voto. Howard Dean, presidente del Partido Demócrata y ex precandidato presidencial, advirtió que “pondremos alguna presión sobre él para conseguir que marque algunos límites, algún calendario y algún plan diferente al de la política actual”. Los demócratas apoyan una retirada de las tropas.

Pero la victoria demócrata de ningún modo significa que las tropas se vayan a retirar inmediatamente de Irak, como ocurrió en España tras la victoria del Partido Socialista. En Estados Unidos Bush sigue al mando de la política exterior y de las fuerzas armadas por dos años más.

Por lo tanto, como explicó el embajador Schulte, seguirá la política de mano dura en Medio Oriente. Washington insiste con que Irán ha violado el Tratado de No Proliferación Nuclear y lo fustiga por negarse a abandonar su plan nuclear. Pero no parece medir a todos los países con la misma vara. A la pregunta de por qué Estados Unidos busca sancionar a Teherán y Norcorea, pero no a potencias nucleares como India, Pakistán o Israel, Schulte, en videoconferencia desde la embajada norteamericana en Buenos Aires, declaró: “Irán es un caso especial. Durante 18 años el gobierno ocultó el programa de enriquecimiento de uranio a su propio pueblo y fue descubierto por disidentes. La comunidad internacional desconfía”.

Entonces se le señaló que Israel, un aliado de Washington, no adhiere al Tratado de No Proliferación. “Entonces no violó el tratado”, chicaneó el embajador. “El impedimento más serio para la comunidad internacional es el programa agresivo de Irán.”

Actualmente el Consejo de Seguridad de la ONU debate qué tipo de sanciones se le aplicará al régimen de los ayatolas, basándose en informes que dan cuenta de la persistencia de su actividad nuclear. No es un dato menor: los informes de la OIEA (Organización Internacional de Energía Atómica) sirvieron para justificar la invasión a Irak, aunque después resultó ser que ese país no tenía armas nucleares, ni químicas, ni biológicas.

Ahora EE.UU. quiere usar el mismo mecanismo para castigar a Irán, pero Rusia y la Unión Europea no lo dejan. “Hay tiempo para seguir por la vía diplomática”, desliza Schulte, tratando de disimular que el cowboy se quedó sin cartuchos.

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