EL MUNDO › GRANNY SARAH SEGUIRá LA ELECCIóN A TRAVéS DE UN TELEVISOR NUEVO

La abuela en Kenia no predice un ganador

 Por Daniel Howden *

Desde Kenia

En el aeropuerto de Kisumu, en los bordes del lago Victoria, ya comenzó el trabajo para expandir la autopista. La broma aquí es que se están preparando para la llegada del Air Force One. Barack Obama regresó al hogar de sus ancestros una vez cuando se graduó de la secundaria, una vez como profesor y otra como senador. Ahora todos están esperando que vuelva una cuarta vez, como presidente de Estados Unidos.

Fue aquí, entre los verdes brillantes y la pobreza tropical de Kenia, que creció el ausente padre del candidato Barack Hussein Obama. Todavía es el hogar de la mujer de 87 años a quien Obama, el posible líder del mundo libre, llama abuela Sarah. A pesar de su celebridad, la sobreviviente mujer del abuelo del senador de Estados Unidos vive en la choza de dos habitaciones en el remoto pueblo de Kogelo, a más de una hora por automóvil de Kisumu.

En medio del “pequeño lote de tierra” donde creció la esperanza del demócrata descripta en sus memorias Sueños de mi padre (Dreams of my father) se halla Sarah Onyango Obama, una figura imposiblemente bulliciosa para alguien que nació antes de la Gran Depresión de Estados Unidos. Aunque no es pariente consanguínea del candidato presidencial –es la tercera mujer del abuelo paterno–, Sarah crió a su padre. Una complicada vida familiar la dejó insegura de cuántos nietos tiene, pero es feliz con la respuesta “muchos”. Tiene una invalorable sonrisa que atraviesa su arrugado rostro y saca la lengua y contornea las caderas cuando se ríe, lo que sucede a menudo. Afirma que sabe desde hace un tiempo que Barack Jr., a quien conoció cuando vino a Kogelo por primera vez a los 27 años, estaba destinado a algo grande. “Tenía sueños recurrentes donde veía que era llevado muy alto por su abuelo. Sabía que era especial.” A diferencia de todos los demás a quien uno conoce aquí, ella evita predecir el resultado del 4 de noviembre. “En un partido de fútbol, no se cuenta el gol hasta que se hizo.”

En la media luz dentro de la choza, Barry (como ella lo llama) está en todos lados. Sonríe desde fotografías enmarcadas, su foto está en un calendario de 2005 proclamándolo “El chico milagro de Kenia” y, algo desconcertantemente, está parado al lado del sofá, en la forma de una figura de cartón de un metro y medio. Una presencia más tranquila es el fantasma del padre de Obama, un hombre al que él casi no conoció. Obama padre fue a la universidad de Hawai con una beca en 1952 donde conoció y se casó con Ann Dunham y la dejó embarazada. Su rostro redondo con anteojos compite por la pared con su hijo y Sarah dice que aunque es la voluntad de Dios que no esté ahí, hubiera disfrutado de la carrera presidencial. “Le encantaban esa clase de cosas”, dice Sarah. El padre de Obama murió en un accidente de automóvil en 1982. Está enterrado en el jardín con una sepultura de concreto cubierta de piedras amarillas.

Sarah recuerda a todos que todo el barullo no es sobre ella. “Estos no son mis invitados, son los de él y yo estoy obligada a recibirlos.” Y recibe a cientos. Mientras hablamos, hay por lo menos una docena de visitantes apiñados en su living. En este revoltijo de gente que le desea el bien, la mujer que ha vivido su vida en una relativa reclusión en Kogelo insiste en que casi no ha cambiado. Como para confirmarlo, una gallina entra del patio de atrás picoteando la caja de la televisión nueva comprada para que Sarah siga la elección en Estados Unidos. Un panel solar le da energía, porque la electricidad y el agua corriente no han llegado hasta estos lugares.

* De The Indepedent de Gran Bretaña. Especial para PáginaI12.

Traducción: Celita Doyhambéhère.

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