EL MUNDO

Una incógnita a futuro

 Por Christian Palma

La conmemoración del aniversario número 36 del golpe de Estado puede marcar un antes y un después en la historia chilena. Si a partir de 1974 –en medio del terror generalizado– y hasta 1989 la fecha fue un símbolo de dolor, exilio, persecución y muerte, pero también un día de resistencia y de lucha contra el autoritarismo, desde 1990 se constituyó en una ocasión para la reparación de las víctimas hecha desde el Estado y de castigo para los culpables. Los veinte 11 de septiembre que han pasado con la Concertación en el gobierno han sido la reivindicación de los derrotados de 1973. La propia presidenta Bachelet es el signo mayor de este proceso. No obstante, 2010 –además del bicentenario de la República– puede implicar una completa inversión histórica del sentido del “11” si en marzo del año próximo la derecha se hace del poder, por primera en forma democrática desde 1958. No es ni siquiera factible imaginar hoy cómo Sebastián Piñera, la figura mejor perfilada para ganar la Presidencia, asumirá el 37 aniversario del golpe. Sin embargo, la estrecha imbricación de sus partidos con la dictadura (sólo él votó contra la continuidad de Pinochet en 1988) constituye un mal presagio, que huele desde ya a obediencia debida y punto final. Por esto, lo que suceda hoy en Santiago y en el resto del país puede marcar el fin de un largo ciclo, cultural y político de los sectores progresistas chilenos.

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