EL MUNDO › LA VIDA DE LOS RICOS EN EL BARRIO PETION-VILLE

Un enclave para los privilegiados

 Por Fernando Krakowiak

Las góndolas de los pocos supermercados que hay en Pétion-Ville, el barrio más acomodado de la ciudad, son el primer indicador de que no todos sufren la pobreza en Haití. La oferta de productos importados abarca una amplia variedad que va del whisky Chivas Brothers proveniente de Escocia hasta la leche entera larga vida Elle & Vire fabricada en Francia. También hay cognac francés Hennessy, margarina Marienne de Noruega, jugo Ceres de Sudáfrica, yerba Cruz de Malta de Argentina y una oferta inagotable de snacks, enlatados y cereales de Estados Unidos. Incluso hay una góndola especial con comida y shampoos para perros y gatos y otra con hierbas para adelgazar. El contraste con las necesidades que se observan en las calles es impactante y en la puerta de los Big Market un par de guardias con escopetas se encargan de que ambos mundos permanezcan separados.

Las camionetas último modelo Hummer, Ford, Nissan, Toyota y Mitsubishi también llaman la atención en una ciudad donde la mayoría de los haitianos viajan amontonados en una especie de “rancheras” con amortiguadores vencidos que ofician de taxi-colectivo o en las “tap-tap”, vehículos un poco más grandes y decorados como si fueran carrozas de carvanal, aunque igual de incómodos.

En el caso de las viviendas, el contraste no es tan evidente porque los ricos viven en la cima de las montañas y hay que adentrarse bastante para ver las fortalezas “medievales” donde descansan, protegidos por enormes muros de piedra y seguridad privada. Esas mansiones, que se concentran fundamentalmente en Boutelliers y Kenskoff, pertenecen a banqueros, grandes importadores, algunos industriales y los que ayudaron a convertir a Haití en una de las principales rutas de la droga que va de Colombia a Estados Unidos.

La diferencia entre lo que puede verse en Cité Soleil y Kenskoff explica en parte por qué el 20 por ciento de la población concentra el 68 por ciento del ingreso. El coeficiente Gini que mide la desigualdad es el más alto de toda América con 0,66, incluso por encima de Brasil que tiene 0,61 y es considerado comúnmente como el peor ejemplo de distribución del ingreso. Eso convierte a Haití en el país más desigual del mundo, pese a que en el imaginario social es visto más como una tierra pobre que desigual.

La elite que concentra la riqueza no montó complejos de recreación en su país. Es porque no le hacen falta. Su lugar de esparcimiento, más allá de algunos restaurantes muy distinguidos como Quartier Latin, es en el exterior, fundamentalmente en Estados Unidos, donde también depositan sus ahorros. Tienen departamentos en la Florida y alguno que otro en Santo Domingo y París. Incluso muchos mandan a sus hijos a estudiar al extranjero desde pequeños. Por todo eso, no llama la atención que en la actualidad American Airlines ofrezca tres vuelos diarios a Miami y uno a Nueva York, pese a que los turistas estadounidenses prácticamente no viajan a la isla.

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