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Rebelión en Inglaterra

 Por Kate Hardy * y Jerónimo Montero **

Hace unos años, un historiador le preguntó a un trabajador polaco cómo se vivió la transición del socialismo al capitalismo en su país. La respuesta dejó al historiador con la boca abierta: “Antes no había nada. En los comercios no podías elegir qué comprar porque había pocas cosas; hoy, en el capitalismo, hay de todo... pero no podés comprar nada”. Peor aún, la propaganda vuelve todo necesario, y si no lo comprás, tendrás que sentarte y admirar a los pocos que pueden comprar y tener una vida digna.

Es ésta una de las principales fuentes de violencia en el capitalismo. Los actuales disturbios en Londres y otras grandes ciudades británicas, que este martes entraron en su tercera noche consecutiva, pueden ser vistos como consecuencias lógicas que trae la violencia del capitalismo y las crecientes desigualdades en la sociedad británica.

Disturbios de este tipo tuvieron lugar en los ochenta en áreas similares a las que hoy amanecen en llamas. Aquéllos también surgieron en un contexto de recortes, si bien los actuales son mucho más severos. Los disturbios de esta semana son similares a los de treinta años atrás, porque los llevan adelante jóvenes marginales de áreas pobres de Londres. Sin embargo, existen grandes diferencias. Las protestas de los ochenta en Brixton, St Paul’s y Toxteth (barrios urbanos pobres) tuvieron como desencadenante el racismo policial contra jóvenes negros y negras de las villas. Las actuales, en cambio, se parecen más a lo que el diario The Independent ha llamado “la protesta va de shopping”, con saqueadores “probándose cosas de su talle y buscando la marca que les gusta”.

Con el gobierno de coalición buscando desmantelar servicios y privatizar completamente el Estado de Bienestar, y con creciente pobreza y desempleo, estos hechos deberían llevar a la clase política británica a pensar en una manera de contener rebeliones de este tipo a través de políticas más progresistas. Sin embargo, es más probable que la extrema derecha capitalice los resultados, e incluso se ha visto a ciudadanos comunes reclamando que el ejército participe en la represión.

Si bien las protestas parecen ser apolíticas, algunos han llamado a los saqueos “redistribución directa del beneficio”, mientras que dos jóvenes le dijeron a un reportero que “les estamos demostrando a los ricos que nosotras también hacemos lo que queremos”. No obstante, mucha gente no logra conectar las extremas privaciones con las frustraciones (y deseos) de estos jóvenes.

Las lecciones de estas protestas van mucho más allá de los barrios de Londres. Las verdaderas fuentes del resentimiento actual, es decir la desigualdad y la cultura del consumismo que genera necesidades pero dificulta la manera de satisfacerlas, no están siendo atacadas. La negación a redistribuir la riqueza, el deseo de reprimir la protesta y la despolitización están destinados a perder la batalla. Y cada vez el fuego es mayor que el anterior.

* Doctora en Geografía Humana, Universidad de Leeds (Reino Unido).

* Doctor en Geografía Humana, Universidad Academia de Humanismo Cristiano (Chile).

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