EL MUNDO › EL PEQUEñO REFUGIO DE ASSANGE

Apretado pero libre

 Por Jerome Taylor *

Julian Assange (foto) puede haber elegido una vida de fuga, pero por cierto no es una confortable. Ayer, dentro de la atestada Embajada de Ecuador, los límites a su libertad eran demasiado notorios. No había señales del fugitivo australiano, cuya habitación queda en la parte de atrás de la embajada. Pero detrás de la puerta de entrada fuertemente vigilada y con cerrojo, un breve atisbo nos daba la indicación del lugar que Assange llama hogar.

La embajada es asombrosamente pequeña. Ocupa la planta baja de un edificio de siete pisos en una mansión de ladrillos en uno de los distritos más elegantes de Londres, no tiene más de doce habitaciones y la mayoría de ellas está reservada para funcionarios que han tenido una vida ocupada en lo que generalmente es considerado un destino agradable.

Pasando frente a la policía británica armada afuera, entramos a un vestíbulo en el que funcionarios con aspecto agobiado iban de acá para allá, mientras dos recepcionistas respondían pacientemente los incesantes llamados telefónicos. Assange se habrá familiarizado con el cuadro de su nuevo patrocinador, el sonriente presidente ecuatoriano Rafael Correa. Una banda patriótica con los colores amarillo, azul y rojo cuelga del centro de la habitación principal. El arte que tendrá bastante tiempo para apreciar incluye una serie de pinturas vibrantes de pájaros tropicales.

Cuando Assange llegó por primera vez hace dos meses, tomó a los funcionarios por sorpresa. A diferencia de las misiones diplomáticas más grandes, en las que hay departamentos adjuntos o una residencia en las cercanías, los ecuatorianos no tenían instalaciones para dormir o bañarse. Los funcionarios inicialmente pusieron un colchón inflable en el suelo, pero desde entonces fue reemplazado por una cama adecuada y se instaló una lluvia para uso de Assange.

Los amigos que han visitado a Assange dicen que tiene acceso a Internet. Las comidas le son entregadas desde restaurantes cercanos o se cocinan en la pequeña kitchenette de la embajada. La capacidad de Assange para ejercitarse es limitada. No hay un jardín y la inmunidad diplomática de la que goza se termina en el momento en que cruza la puerta y entra en el vestíbulo común del edificio. Para irritación de los funcionarios de la embajada la policía aumentó significativamente su presencia alrededor del edificio. Los oficiales están apostados dentro del vestíbulo y en la calle frente al edificio. No obstante, con todos sus inconvenientes, Assange claramente decidió que una apretada embajada en Knightsbridge es mejor que una cárcel sueca.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

Traducción: Celita Doyhambéhère.

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