Barack Obama

Luces y sombras del sí podemos

Barack Obama llegó a la Casa Blanca despertando una ola de esperanza. “Yes we can” (“Sí podemos”) fue un símbolo tras ocho años del republicano George W. Bush. Cuatro año después, su gestión deja luces y sombras. Cumplió su promesa electoral de aprobar una reforma sanitaria que incluyó a 40 millones de personas al sistema de salud, pero no logró el crecimiento económico que sus compatriotas demandan. Uno de sus principales cometidos fue la reducción del desempleo: su administración afirma que logró reducir las cifras a la mitad por medidas como la American Recovery and Reinvestment Act, la ley de recuperación y reinversión que firmó por 783 mil millones de dólares con la consigna de combatir la recesión económica. En 2009 tomó la decisión, políticamente impopular, de extender préstamos (rescate de emergencia) a la industria automotriz, para salvar más de un millón de puestos de trabajo. Poco ayudó a Obama que durante su mandato sólo haya recuperado la mitad de los 8,7 millones de empleos que se perdieron entre 2007 y 2009. Si bien los datos de septiembre revelaron que la tasa de desempleo bajó al 7,9 por ciento, la cifra sigue siendo demasiado alta para la mayor economía del mundo.

La reforma financiera, la más intervencionista en Wall Street en 70 años, lo enfrentó con la clase empresarial: recorta la capacidad de los bancos de hacer inversiones de riesgo, otorga mayores poderes a las autoridades para actuar en una entidad financiera para prevenir su colapso, impone mayores controles sobre los créditos hipotecarios y reduce el margen que las empresas tenían para imponer tasas en las tarjetas de crédito. En política exterior terminó con la guerra de Irak, mantiene un plan de retirada de Afganistán para 2014 y firmó con Rusia un nuevo acuerdo para reducir el número de armas nucleares desplegadas por ambos países. El cierre de Guantánamo, la base en Cuba donde Washington retiene por fuera de todo derecho a extranjeros tras los atentados del 11-S, aún sigue sin concretarse.

Mitt Romney

El rico que paga bajos impuestos

El millonario Mitt Romney, candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, se presenta como el hombre capaz de reactivar la economía y revertir la crisis financiera que enfrentó la administración de su rival Barack Obama, la peor desde los años ’30. Nació el 12 de marzo de 1947 en Detroit y se crió en un suburbio rico siendo el hijo menor de Lenore y George W. Romney, gobernador de Michigan, y candidato frustrado para postularse a la presidencia en 1968. En la adolescencia conoció a su esposa, Ann Davies, con quien se casó luego de dos años como misionero mormón en Francia y tuvo cinco hijos varones.

Obtuvo una maestría en leyes y administración de empresas de la Universidad de Harvard y construyó su carrera al margen de la política, fundando la firma financiera Bain Capital, cuya misión era adquirir empresas para mejorar su gestión y venderlas a mejor precio. Algunas de sus consultorías concluyeron con la quiebra de las compañías o el despido de sus empleados. Eso no le impidió forjar una fortuna calculada en más de 200 millones de dólares. No es la primera vez que se postula a un cargo público: intentó arrebatarle el escaño al senador demócrata Ted Kennedy en 1994 por Massachusetts y, aunque no lo logró, fue elegido gobernador de ese estado ocho años después. Para los analistas, consiguió la gobernación por la popularidad que le dio su buena gestión en los Juegos Olímpicos de Salt Lake City y, además, por su condición de político flexible alejado de posturas radicales. Tras su mandato en Massachusetts, intentó en 2008 sin éxito arrebatarle la candidatura republicana a la presidencia al senador John McCain. Sus presuntas cuentas en paraísos fiscales y los bajos impuestos que paga así como su condición de mormón provocan recelos entre el electorado más fielmente republicano, el evangélico.