EL MUNDO › UN DATO DE LA CIA PUSO EN SUSPENSO UNA OFENSIVA MAYOR

Por qué Bush cambió de plan

Por Ricardo M. de Rituerto
Desde Washington

La inesperada perspectiva de acabar la guerra antes de haberla comenzado se le presentó al presidente George W. Bush a las cuatro de la tarde del miércoles, cuando George Tenet, el jefe de la CIA, le comunicó que sabía con un 80 por ciento de probabilidades dónde estaba e iba a estar más tarde Saddam Hussein. Bush convocó urgentemente a su gabinete de guerra, evaluó la situación y firmó la orden de destruir el edificio donde esperaba acabar con el líder iraquí y otros mandos claves.
La guerra que iba a comenzar con un despliegue aplastante de capacidad tecnológica y fuego podía quedar reducida a una espectacular operación de ser cierta la fantástica información conseguida por la CIA de que el elusivo Saddam y algunos de los “más altos elementos del régimen iraquí” estaban en el punto de mira, en un edificio no oficial de una zona residencial de Bagdad. Confirmados los extremos con sus agentes, Tenet elevó la información al presidente. Era una oportunidad única que podía no durar más allá de unas pocas horas, le hizo notar.
De inmediato Bush convocó a la Oficina Oval al vicepresidente Dick Cheney, a los jefes del Pentágono y del Departamento de Estado, Donald Rumsfeld y Colin Powell, a su consejera de Seguridad Nacional, Condoleezza Rice, y el general Richard Myers, jefe del Estado Mayor. Todos escucharon con atención a Tenet, quien expuso las fuentes y solidez de sus datos y respondió a las preguntas de los reunidos. Bush, según fuentes de su administración, escuchaba a unos y otros sin aparentar emoción y dos horas y media más tarde firmaba la orden que idealmente iba a decapitar el régimen.
El plan de ataque masivo elaborado al detalle durante meses quedaba temporalmente pospuesto en beneficio de una operación propia de comando. Unos 40 misiles Tomahawk fueron reprogramados con las coordenadas de la inesperada diana en ocho barcos y submarinos en el Indico y en el mar Rojo, mientras dos aviones F-117 indetectable por el radar despegaban de Qatar cargados cada uno con dos bombas inteligentes de casi una tonelada y capaces de penetrar metros de hormigón armado.
“Teníamos indicios de que se trataba de una reunión de alto mando”, dijo ayer Rumsfeld, a preguntas sobre el ataque y el daño causado. “Aún lo estamos evaluando”. Conforme pasaban las horas, tomaba cuerpo en Washington la impresión de que Saddam había sobrevivido. Según los analistas, el ataque era señal de que el espionaje norteamericano tiene acceso a colaboradores cercanos de Saddam –capaces de traicionarlo, si es que la información fue pasada de forma deliberada a la CIA, aunque también podría haber llegado por vías indirectas– y el más directo mensaje que se podía enviar sobre la determinación de Bush de acabar con la vida del líder iraquí.

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