EL PAíS › EL ROL DE LA P-2, LOS MACRÌ, FIAT Y TECHINT EN LA GUERRA DE 1982

A las Malvinas en subte

A 36 años del golpe de 1976 y 30 de la guerra de las Malvinas, subsisten puntos oscuros que requieren mayor investigación. Uno de ellos es el rol de la P-2, de los hermanos Franco y Tonino Macrì, de la FIAT y de Techint en una negociación para canjear contactos que permitieran comprar misiles Exocet, por contratos de obras públicas para las empresas italianas, incluyendo la ampliación de la red de subterráneos de Buenos Aires.

 Por Horacio Verbitsky

Desde Roma

A treinta años de la invasión a las islas Malvinas dispuesta por la Junta Militar y la guerra con que Gran Bretaña recuperó su posesión, quedan aspectos oscuros que no se conocen o que han sido esclarecidos en forma parcial. Uno de ellos es la intervención de la Logia P-2, de los hermanos Franco y Tonino Macrì, de la FIAT y de la Techint para obtener armamentos de última generación pese al bloqueo británico y las condiciones económicas de ese aporte, que incluyeron la concesión de los subterráneos porteños a empresas italianas. Franco y Tonino son los padres respectivos de los actuales jefes de gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y de Vicente López, Maurizio y Jorge Macrì. Esta es así la prehistoria de un tema de estricta actualidad cuando se conmemoran las tres décadas de aquel conflicto. La nueva generación de los Macrì encabeza la principal alternativa al kirchnerismo, mientras la FIAT y la Techint resisten como pueden la política económica que, sin embargo, les ha permitido obtener ganancias extraordinarias.

Cristiano Rattazzi Agnelli ha parado varias veces la producción de FIAT alegando falta de piezas importadas. Paolo Rocca presionó en forma desembozada por una devaluación del peso y se resistió todo lo que pudo a la reinversión de utilidades en el país, en lo que fue un caso testigo sobre la voluntad política del gobierno por disciplinar a las mayores empresas.

Los Exocet

Uno de los momentos críticos de la guerra fue el hundimiento del destructor británico HMS Sheffield con un misil francés Exocet lanzado desde un avión naval Super Etendart. Como reflejo de la improvisación con que se decidió ocupar las islas, la Argentina no tenía una provisión suficiente de esas armas letales y en cuanto quedó en evidencia el daño que podían causar a la flota real, el gobierno de Margaret Thatcher presionó al de Francia, para que no entregara nuevas unidades a la Argentina. Comenzaron entonces diversas gestiones para conseguir nuevos Exocet en el mercado negro. Algunas son conocidas, pero otras permanecen en las sombras.

La historia de la conexión italiana fue descubierta de pura casualidad por el juez de Trento Carlo Palermo. Durante un allamiento en su investigación sobre tráfico de armas y drogas por parte de la P-2, Palermo encontró documentos sobre un acuerdo entre Italia y la Argentina: si la dictadura podía comprar los misiles habría buenos negocios para empresas italianas en Buenos Aires. Según esa documentación, intervenían en ese trato el secretario general del Partido Socialista italiano, Bettino Craxi, el gran maestre de la P-2, Licio Gelli, el banquero del Vaticano y de la mafia Roberto Calvi, los empresarios ítalo-argentinos Franco y Tonino Macrì y Gaio Gradenigo, un torturador de las milicias fascistas de la República de Saló fugado a la Argentina para eludir una condena de los aliados. Una carta, enviada por el representante en la Argentina de Craxi decía que los hermanos Macrì “representan aquí los intereses de la FIAT”. La Logia P-2, fundada por Gelli, tuvo entre sus integrantes a altos funcionarios de los gobiernos de Juan Perón, Raúl Lastiri e Isabel Martínez, como José López Rega, y a varios altos jefes de la dictadura militar que los desalojó del poder, como los generales Carlos Suárez Mason y Luis Alberto Betti, los almirantes Emilio Eduardo Massera y Juan Questa y el capitán de Navío Carlos Alberto Corti. En 1973 un colaborador de Gelli en la P-2, Giancarlo Elia Valori, puso en contacto a Massera con Juan Perón, quien le ofreció la comandancia general de la Armada. Menos conocido es que quien presentó a Valori con Ma-ssera fue el vicepresidente del directorio del diario Clarín, Horacio Rioja.

La Armada peruana aparecería como el comprador de los Exocet, que luego se derivarían a la Argentina. El pago se haría con una carta de crédito del Banco Central del Perú. Pero la inteligencia británica detectó que la garantía era un depósito de doscientos millones de dólares del Banco Andino de Lima, subsidiario y de propiedad total del Banco Ambrosiano, en el que Roberto Calvi administraba recursos del Vaticano. El capital del Andino había sido provisto por Ambrosiano Holdings y el grueso de sus préstamos se dirigía a las empresas fantasma controladas por Licio Gelli, quien había huido a Uruguay y la Argentina luego de la condena en suspenso de Calvi por este tipo de operaciones. El Ambrosiano no colapsó de inmediato sólo porque el Instituto para las Obras Religiosas, conocido por la sigla IOR y caracterizado como el Banco del Vaticano, se comprometió a respadarlo. Entre los materiales que el juez secuestró había un contrato para la provisión de 52 Exocet a un costo de 985.000 dólares cada uno en la operación denominada Pampa, a cargo del capitán de navío Carlos Alberto Corti, uno de los argentinos miembros de la P-2. La investigación del juez Palermo terminó con la carrera política de Craxi, quien murió refugiado en Africa para evitar el juicio.

Orden de captura

Palermo también ordenó la captura de los hermanos Macrì. Una carta remitida desde Buenos Aires por el representante de Craxi contaba que en febrero de 1982 “Macrì ofreció genéricamente al gobierno argentino la total disponibilidad de las empresas italianas a colaborar con el aprovisionamiento para la guerra de las Malvinas, incluyendo helicópteros. A cambio de este apoyo político el gobierno argentino –gen. Galtieri– se compromete a dar a Macrì y al grupo que representa –y sigue representando– la concesión para ampliar y explotar por veinte años la red subterránea, llevándola al doble de su extensión”.

El autor de la carta que el juez Palermo encontró en un allanamiento era Gradenigo. Había integrado la milicia fascista Guardia Republicana Nacional, en la que se destacó como torturador. Condenado a dieciocho años de prisión al terminar la guerra, nunca fue arrestado y en 1946 huyó a la Argentina, donde se convirtió en uno de los grandes personajes de la colectividad. Dirigía el quincenario Risorgimento e integraba el neofascista Movimiento Social Italiano, al que enviaba aportes económicos desde la Argentina.

Corti era representante de Gelli en la Argentina y se había casado con una sobrina del Gran Maestre. El juez Palermo verificó que Macrì había adquirido las operaciones de la FIAT en la Argentina, “con fondos de procedencia dudosa”, que en conjunto con funcionarios italianos estaba interesado en la concesión de los subterráneos de Buenos Aires, que presidía la Comisión Argentina por una Paz Justa que tramitó en Italia el levantamiento de las sanciones económicas, para lo cual se reunió, entre otros, con Craxi. El propio Gradenigo confirmó las tratativas para la provisión de armas y hasta el uso de documentos falsos. La investigación también confirmó que en 1980 se había formado la UTE Metrobaires, que según la carta ganaría la licitación de los subterráneos a cambio de los armamentos que la Junta necesitaba para la guerra del Atlántico Sur. Palermo cotejó estos datos con documentos oficiales según los cuales el gobierno italiano garantizaría los trabajos por mil setecientos millones de dólares y, en caso de adjudicación, Metrobaires asignaría parte de las obras a FIAT Argentina. Entre las empresas italianas que integraban la UTE estaba Techint Argentina. Otro miembro de la P-2, Arrigo Molinari, declaró ante el juez Palermo que Roberto Calvi había financiado todo el esfuerzo bélico argentino en las Malvinas. El 10 de mayo, Gelli regresó en forma clandestina a Italia desde Buenos Aires, para exigir a Calvi los ochenta millones de dólares que los traficantes de armas pedían por los Exocets para la Marina argentina.

Un mensaje en la heladera

En la heladera de su hotel en Buenos Aires el juez Palermo encontró una notita que lo amenazaba con hacerlo saltar. Luego de un atentado al que sobrevivió, Palermo se alejó de la judicatura y la causa languideció. En su autobiografía Franco Macrì califica el episodio de “ridículo y falso”, aunque admite la gestión por la paz y sostiene que la licitación “ya había ocurrido y la única empresa que había presentado oferta había sido Techint”, lo cual dista de ser una desmentida. El 10 de agosto de 1983, Licio Gelli se fugó de la cárcel suiza en la que estaba detenido. Versiones de la prensa europea indicaron que habría actuado un comando militar argentino.

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