EL PAíS › OMO VIVE GUALEGUAYCHU LA AMENAZA DE CONTAMINACION EN EL RIO URUGUAY

Una ciudad que tiene a su río al frente

No es el patio trasero o el fondo: en Gualeguaychú el río es uno de los escenarios más importantes de la vida de todos. Presente en mil anécdotas y en cada día, es objeto de un amor que explica cómo una protesta local terminó siendo motivo de negociaciones bilaterales cada vez más complejas.

Por Laura Vales
Desde Gualeguaychú


Los habitantes de Gualeguaychú están estrechamente ligados al río. De diciembre a marzo, la playa es el centro de la vida social; la ciudad se instala en sus orillas a pasar el verano. Los adolescentes se mudan a los balnearios como si se fueran a quedar a vivir ahí para siempre, mientras en los clubes de la costa los más chicos pescan o aprenden canotaje. Bajo los árboles, los adultos juegan al tejo o intercambian las novedades del día. Cuando los negocios bajan las persianas, a la siesta, muchos se hacen una escapada para bracear en un agua fresca, rodeada por donde se la mire de un cinturón de arena. El río define la forma en que se vive. En el invierno, se sale a tirar un tramayo o se va a navegar. “Nos criamos así”, dice Gustavo Rivollier, 45 años, técnico en informática. “De chico, cruzaba a nado a la isla para robar membrillos. Cuando entré al secundario, venía a acampar. Ahora, con mi mujer, es nuestra vuelta del perro, nos subimos al auto y nos vamos a la playa, como quien va a la plaza”.

Para esta ciudad, el río no es el cuartito del fondo, sino una parte clave de su funcionamiento. Y está ahí, accesible para todos. Del vecino más acomodado al que sobrevive de juntar cartón, todos lo usan.

Eso es lo primero que hay que ver para explicarse por qué esta ciudad, donde la política nunca levantó multitudes, –los actos partidarios no han reunido más de dos mil manifestantes–, está ahora metida en las protestas contra la instalación de las dos papeleras en la costa uruguaya. En América Latina, dicen los ambientalistas, no se había visto como acá una marcha que por cuestiones ecológicas movilizara a 40 mil personas. Y ahora, por todo el verano, llegaron los cortes de ruta.

El rechazo a la construcción de las dos plantas papeleras ante el peligro de que contaminen, motorizado por vecinos que no tienen experiencia previa ni grandes aparatos de publicidad, se ha convertido en un hecho de dimensiones que enturbió, de manera inesperada, la relación entre el gobierno argentino y el uruguayo.

Las papeleras se están construyendo en la localidad fronteriza de Fray Bentos. Quedarán a 27 kilómetros de Gualeguaychú y a siete de su balneario principal, el Ñandubaysal. Van a producir pasta de celulosa a partir de la madera de eucaliptus, y a blanquear esa pasta, el punto que es la clave del conflicto. Porque el proceso de blanqueamiento, aseguran en Gualeguaychú, genera contaminantes cancerígenos que afectarán el agua y lluvia ácida en el aire.

Las plantas son propiedad de la compañía finlandesa Metsa-Botnia y de la española ENCE. Esta última ya ha tenido problemas en Pontevedra (España), por contaminar la ría que da al mar. Hace tres años tuvo que pagar una sanción de casi medio millón de dólares por “delito ecológico continuado”. El alcalde de esa ciudad, Miguel Fernández Lores, invitó a un grupo de vecinos de Gualeguaychú a que viajaran para conocer la situación que viven allá y luego se trasladó en persona a Gualeguaychú para contar “el desastre” que tiene su localidad, similar en tamaño a esta (Gualeguaychú tiene 85 mil habitantes) y también turística.

El gobierno argentino, a través de la Cancillería, y el gobernador Busti, con un lenguaje aún más alto que el gobierno nacional, han exigido al Uruguay que frene las obras mientras se realiza un estudio de su futuro impacto. Pero las construcciones no se detuvieron. Desde la arena del Ñandubaysal los de Gualeguaychú miran, con evidente irritación, crecer la chimenea de la papelera cuya construcción está más avanzada.

Promesas de trabajo

Como en un juego de opuestos, del otro lado del Puente internacional, en Fray Bentos, la aceptación de las papeleras es altísima. Una encuesta reciente muestra que el 60 por ciento de los uruguayos apoya su instalación, mientras que apenas un 16 por ciento dice estar en contra. El argumento central es la fuerte inversión que las empresas harán en la zona y sus promesas de crear puestos de trabajo. Las papeleras son vistas como una fuente de riqueza para la región, donde hay una gran producción forestal.

En el armado de las plantas las empresas invertirán un millón ochocientos mil dólares. Históricamente, es la mayor inversión que haya recibido el Uruguay. Las papeleras son vistas como una fuente de riqueza para le región, donde hay una gran producción forestal. En Fray Bentos, localidad pobre que desde hace décadas convive con fuertes tasas de desocupación, la gente cree que los argentinos se quejan porque quieren tener a las papeleras en su propio territorio. El sondeo fue realizado por la encuestadora Factum y publicado días atrás por el diario El Observador.

Sus resultados, en parte, están en línea con las campañas de difusión de Botnia y ENCE. Ambas sostienen que garantizarán un control adecuado de sus residuos. “La planta cumplirá sobradamente con los estándares internacionales”, definió el director de ENCE, Emilio Rodríguez Pérez. Si bien han tenido problemas en el pasado (por lo de Pontevedra), ha dicho el directivo, desde entonces han mejorado sus métodos de producción.

La posición del gobierno uruguayo, expresada por el canciller Reinaldo Gargano es que la decisión de que las papeleras se instalen no tiene marcha atrás.

Lluvia ácida

–¿Por qué sostiene que van a contaminar?

–Porque lo vi con mis ojos, en Pontevedra. Fue un desastre para la ciudad: la contaminación de la ría afectó una de las principales actividades económicas, la venta de mariscos. Francia era el principal comprador y hoy exige que las exportaciones lleven la garantía de que no son de Pontevedra. La lluvia ácida deterioró los edificios y quemó la vegetación. Y en el aire hay un olor insoportable, a huevo podrido –dice en Gualeguaychú el ingeniero Héctor Rubio, representante de la asamblea ambiental en la Comisión binacional que los presidentes Néstor Kirchner y Tabaré Vázquez crearon para buscar una salida al conflicto–. Tenemos otro caso reciente, en Valdivia, Chile, donde una planta que usa la misma tecnología acaba de ser obligada a cerrar por los daños que dejó.

–Las papeleras dicen que usarán mejor tecnología.

–La parte contaminante del proceso es el blanqueo. En Paranacito hay otra papelera en proyecto, pero va a hacer cartón, sin blanqueo del papel.

–¿Por qué contamina el blanqueo?

–La pasta de celulosa, hecha con madera, queda de color marrón por la lignina, una sustancia que mantiene unida la fibra de los árboles. Para sacar la lignina inicialmente se usaba cloro elemental, que se comprobó muy contaminante. Al combinarse con sustancias orgánicas, el cloro produce dioxinas y furanos, calificados de cancerígenas por la Organización Mundial de la Salud, y que dañan además el sistema inmunológico de las personas. El cloro elemental se reemplazó luego por dióxido de cloro, menos contaminante, pero que aun así sigue conteniendo cloro. El drama que vamos a tener acá, en Gualeguaychú, es el volumen de producción de estas plantas. La Argentina tiene diez fábricas de pasta de celulosa (de las diez habría que cerrar ocho por su toxicidad), y todas juntas no llegan a producir ni la mitad de lo que van a producir Botnia y ENCE. Entonces, por más que los residuos tirados al río serán mínimos, vamos tener contaminación.

–Sin embargo, el Banco Mundial hizo un informe que las avala.

–Una consultora contratada por el Banco Mundial. Lo leímos y reproduce los estudios de impacto ambiental de las propias papeleras. Lo que dicen esos documentos es desmentido por la realidad. Pero hasta ahora hablamos del agua, todavía falta que le explique cómo se contamina el aire: lo que queda como residuo de la producción de la pasta, el scrap (pedazos de madera y químicos), se vuelca a una caldera para quemarlo y producir energía. El humo contamina el aire con óxido de azufre y óxido de nitrógeno, que al mezclarse con las nubes produce ácido nítrico y ácido sulfúrico, la famosa lluvia ácida.

Un fracaso anunciado

La asamblea ambientalista tiene el respaldo del intendente Daniel Irigoyen. Los secretarios de Medio Ambiente y de Turismo asisten a las reuniones de vecinos donde se decidió el actual plan de lucha, con cortes al puente internacional que une esta ciudad con Fray Bentos. Los piquetes fueron decididos para todo el verano. Algunos serán sorpresivos y otros fijos en cada quincena, cuando se realiza el recambio turístico.

El corte sorpresivo de este viernes fue anunciado con dos horas de anticipación por la radio. Los organizadores estimaron que en la ruta se reunieron unas tres mil personas. Eran, mayoritariamente, clase media. Profesionales, técnicos, docentes, pequeños comerciantes que se movilizaron con sillas de playa, con la heladerita y toda la familia para hacer el aguante en el asfalto. “Es la última herramienta que tenemos para lograr sentarnos con los uruguayos a tratar seriamente el tema”, define Pedro Pavón.

Ivana Zecca, embarazada de ocho meses, también pasa la noche en el asfalto. “La gente se moviliza más que nada por el tema del río y los olores”, señala. A las doce de la noche, en el cielo hay una enorme luna anaranjada, que ilumina a medias los vehículos estacionados en las banquinas y las rondas de gente que conversa. Ha estado la televisión transmitiendo en directo, y el golpe insospechado es descubrirse tildado de piquetero.

–Aclare que no hacemos piquetes -dice una mujer vestida de la cabeza a los pies como una piquetera, gorrito con el logo de no a las papeleras y chaleco idem.

–¿Cuál sería la diferencia?

Ella se ofende:

–No somos lo mismo.

El plan de lucha está vinculado a un plazo cercano: el 30 de enero la comisión binacional para resolver el conflicto deberá expedirse. El embajador Raúl Estrada, jefe de la delegación argentina en la binacional, ha llamado la atención sobre el contexto en el que se enmarca este diferendo, “el desplazamiento de las “industrias sucias” de las naciones desarrolladas a las periféricas”. Es que en el 2007 va a entrar en vigencia “una regulación europea que obliga a estas compañías a cambiar sus métodos de producción o, en caso contrario, a cerrar las plantas de celulosa”. Quedan todavía dos reuniones, pero todo indica que no va a haber acuerdo.

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Imagen: DyN
 
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