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La marcha que crece

Desde temprano se intuía el final del día: unas cinco mil personas, el número más alto de las diez últimas marchas, atravesaron nuevamente las calles de Santiago. Como nunca, el nombre del sospechado como autor intelectual de los crímenes saltaba desde las gargantas de chicos, jóvenes, viejos, de gente que nunca se había acercado y de los militantes de siempre: “El que no salta es Musa Azar” decían y repetían.
La salida esta vez fue desde los tribunales de La Banda, poco después de la entrada del ex comisario Musa Azar al juzgado donde le tomaban la indagatoria. Allí, entre los que estaban esperándolo para el escrache, se escucharon los primeros rumores de las dimensiones que tendría la marcha: sería más numerosa que las últimas, decían. También se hablaba de que, pese a que van nueve meses de rondas de silencio, todavía existen muchos que no salen por miedo. “En las reparticiones públicas tienen prohibido ir a las marchas”, explicaba Susana Habre, de la Asociación de ex Detenidos Desaparecidos. “Al principio la gente nos miraba pasar como si fuésemos de otro planeta, ahora mal que mal se para a aplaudirnos”.
Hubo aplausos y también abucheos. En medio del camino de La Banda a Santiago, la gente se encontró de pronto con el segundo juez de la causa, Dardo Herrera, en medio de su jornada deportiva. Mientras el juez corría en su tarde de footing, los caminantes de la marcha no dejaban de silbarlo. Hacia el final, frente a la catedral, sobre la misma plaza donde cada viernes termina la marcha, Jounes Bshier, el padre de Leyla, convocaba a los que quisieran a reiniciar el camino hasta La Banda. Al cierre de esta edición, el todopoderoso ex comisario Musa Azar seguía frente a la jueza con la indagatoria, que podría continuar esta mañana.

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