EL PAíS › HOMBRES DE FUERZAS DE SEGURIDAD COMO MANO DE OBRA

La moda es usar el uniforme

Por R. K.

Uno de los fenómenos que sorprendieron en los últimos días es la aparición de hombres de las fuerzas de seguridad participando, como mano de obra, directamente en los robos. Se sumaron tres casos. Uno: el de los integrantes de la Prefectura, que con su propio uniforme, estuvieron en el asalto al blindado en Don Torcuato. Dos: el caso de los dos policías de Wilde, “El Fantasma” Daniel Mansilla y su compañero de la Bonaerense, Atilio Lezcano que, también vestidos de uniforme, le robaron 600 pesos de su sueldo al joven Luis Tarragona. Tres: el del policía federal que intentó el jueves robar una farmacia en Recoleta y fue detenido por otro integrante de la fuerza.
Hasta el momento, los integrantes de las fuerzas de seguridad aparecían como cómplices de robos, liberando la zona, aportando datos a los delincuentes, pero no como mano de obra directa y menos todavía usando uniforme. Lo más grave, es que en algunos de los casos era conocida la actividad delictiva de los uniformados e incluso tenían frondoso prontuario.
“Todo el mundo sabía en la zona que El Fantasma era una policía ladrón, con gravísimos problemas de drogas”, le admitió a Página/12 un comisario de Wilde. Es más, el propio gobernador Felipe Solá se asombró al enterarse que en la Bonaerense se conocían las actividades del Fantasma y su cómplice. Por ello, planteó que el caso sea tomado como punto nodal para realizar una revisión sobre la forma de reclutamiento de los policías y su permanencia en la fuerza.
“La mayoría de los comisarios sabe muy bien que una parte de sus hombres participan en delitos o tienen problemas de drogas. Pero los usan para los trabajos sucios: por ejemplo, cobrarle a ‘pesados’ de la zona. Y por supuesto que el comisario no echa a su subordinado porque éste le conoce todos los negocios y le va a decir: ‘sí, pero vos te llenás de plata con los boliches, los desarmaderos, las bandas’. Lo que ocurre cuando hay mucho ‘ruido’ con un subordinado que es malandra, es que todo termina con un traslado. Entonces lo sacan de Quilmes y lo trasladan a La Matanza o a La Plata, el tipo se queda tranquilo dos o tres meses, y después vuelve todo el juego. Y estamos hablando de efectivos que tienen antecedentes muy graves. Lo concreto es que los protegen, se mantienen dentro de la fuerza y hay una especie de pacto con ellos”, sostuvo ante este diario otro veterano comisario, ya retirado.
El caso de los hombres de Prefectura que participaron del asalto al blindado es más que llamativo. El ex oficial principal Julio Méndez recién fue expulsado de la fuerza después de estar sospechado de entregar un robo, mantener un nivel de vida que no era acorde con su sueldo, estar sospechado de entregar elementos para el asalto a una financiera y ser sorprendido y apresado cuando usaba un auto robado.
Para algunos especialistas, que haya hombres de uniforme participando como mano de obra en robos es un índice de la descomposición de las fuerzas de seguridad, especialmente en los grados más bajos, en los que se recluta a personas de escasas capacidades que están dispuestas a ingresar a las fuerzas a cambio de sueldos magros. A ello debe sumarse que los jefes se ocupan poco de sus subordinados y no controlan el tipo de vida que llevan, porque todo se desarrolla dentro de un ambiente de impunidad. También están quienes sostienen que en algunas zonas del Gran Buenos Aires la presencia de prefectos y gendarmes redujo algunos de los negocios y coimas que conseguían los policías, por lo que ahora hay efectivos que, desesperados, salen directamente con el arma en la mano a conseguir dinero, en especial los que afrontan problemas de drogas.

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