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El pronóstico de días calentitos se cumplió con dos muertos

Por P.F.
Desde Caracas

Era la primera vez que Néstor Kirchner pisaba Venezuela. El jueves a la noche, mientras el piloto hacia las últimas maniobras para colocar la puerta del Tango 01 perpendicular a la alfombra roja tendida sobre la pista del aeropuerto Simón Bolívar, el Presidente se encontró con el resto de la comitiva que comenzaba a quejarse por la temperatura de Caracas. “Van a ser días calentitos”, dijo Kirchner mientras miraba por una ventanilla el impresionante despliegue de seguridad del gobierno de Hugo Chávez.
Ayer fue subiendo la temperatura. Justo después de la reunión con Chávez y Lula, mientras el anfitrión se esforzaba por levantarles las manos las cadenas de televisión privada (que son siete en la capital) mostraban los primeros escarceos entre manifestantes opositores y la guardia nacional.
Más cerca del mediodía, con el centro de la ciudad transformado en un laberinto tabicado por tanquetas azules y camionetas verde oliva, la brisa que rebotaba en las laderas de los morros sembrados de casillas de ladrillos huecos y techos de lata traía el hedor inconfundible de los gases lacrimógenos.
“Tiren, mercenarios... como hace 15 años”, desafiaba una mujer de piel cobriza y unos 50 años a los “boinas rojas” que rápidamente fueron reemplazados por la infantería que portaba lanzagases y fusiles.
Al lado suyo, algunos jóvenes de jean y zapatillas caras trataban de apartarla. “La Sindy ya estuvo presa en el Caracazo”, dijo a Página/12 un muchacho que se le parecía. “Estamos en la calle otra vez, y yo sé la culpa que tienen Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera, pero éste también nos mintió”, contaba Sindy. Ella tiene en su familia un muerto de aquellos días: su hermano Mauro, uno de los 277 civiles que cayeron durante los dos días de saqueos y represión que comenzaron precisamente el 27 de febrero de 1989.
La avenida del Libertador fue una vez más el escenario de la protesta opositora que clama por el referéndum que revoque el mandato presidencial de Chávez. Desde la primeras horas del día los vehículos de las fuerzas de seguridad la recorrían en el tramo que va desde el Palacio Miraflores –donde Chávez recibió ayer a Lula y a Kirchner– hasta el empalme con la Avenida Este 2 que separa de un lado al Hotel Hilton, donde las bocinas y sirenas adelantaron el amanecer de los participante del Grupo de los 15, y el Teatro Teresa Carreño, sede del acto de apertura del encuentro de Jefes de Estado.
Sobre el mediodía, en la plaza Venezuela se produjeron los primeros incidentes. A los piedrazos de los manifestantes los guardias respondían con cargas de motocicletas. Y una segunda línea, con gases que ya habían sido usados el día anterior para dispersar protestas que se dieron frente a las embajadas de los países del G-15. Precisamente en la residencia argentina, a media mañana estuvo la senadora Cristina Kirchner reunida con los representantes del Centro Carter, que monitorea la recolección de firmas para convocar al referéndum.
El argentino Francisco Diez, ex secretario privado de Dante Caputo y representante permanente de la ONG norteamericana, y Jennifer Mc Coy, una de sus directoras, compartieron sus conclusiones con la primera dama.
Dijeron reconocerle al gobierno de Chávez avances en educación y salud. Mostraron su preocupación por la situación de tensión social y política. Y ratificaron las objeciones en torno a un importante número de firmas que presentó la oposición para propiciar el referéndum revocatorio.
Los opositores protestaron contra una decisión del Consejo Nacional Electoral, que esta semana puso bajo la lupa más de un millón de firmas delos 3,4 millones reunidos para impulsar un referéndum capaz de revocar el mandato de Chávez y obligar a una convocatoria a elecciones.
Por la tarde, mientras el Presidente participaba del pleno del G-15, la senadora cambió su atuendo. Se vistió de sport y salió a recorrer algunos barrios de Caracas, como lo había hecho por la mañana con algunos centros de salud.
Después, cuando Kirchner ya se reunía con Lula, el Teatro se vaciaba, el sol se ponía detrás de las montañas y la temperatura alta seguía alta. Mientras, iban agregándose sonidos. Algunas detonaciones, disparos, ambulancias. En los televisores, las imágenes del “Caracazo” de hace 15 años y la voz de un locutor diciendo: “No nos van a masacrar de nuevo”.
El resultado del día fueron dos muertos, de 25 y 65 años, y 54 heridos, 25 de ellos por armas de fuego, según dijo Juan Cardozo, del cuerpo de Bomberos.
El ministro del Interior, Lucas Rincón, dijo que sus investigadores estaban averiguando por qué había dos personas fallecidas. Informó que la policía de inteligencia (Disip) intervino al atardecer en la Plaza Venezuela porque “desde un edificio estaban disparando tanto a la guardia nacional como a los manifestantes”.

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