EL PAíS › EN LIBIA POR VIGNES, EN OSLO CONTRA EL NOBEL

De Pérez Esquivel ni hablar

Por M. G.

El embajador Juan Carlos Vignaud está por cumplir 30 años de su primera gran misión diplomática. En 1974 fue el encargado de abrir la embajada argentina en Libia por orden del entonces canciller Alberto Vignes, como parte de un negocio petrolero cuyo vértice era el secretario privado de Isabel Perón e inspirador de la Triple A, José López Rega.
Diplomático de carrera, está casado con una ciudadana noruega, Cathrine Fredriksen. La conoció mientras era embajador en Noruega.
El 10 de diciembre de 1980 Adolfo Pérez Esquivel agradeció en Oslo el Premio Nobel de la Paz que recibió por su defensa de los derechos humanos.
“Hablo de Bolivia, donde un golpe militar llevó a violaciones de los derechos humanos y a la supresión de la voluntad popular”, dijo Pérez Esquivel en su discurso. “Hablo de El Salvador, donde la violencia es un hecho común. Hablo de Cuba y sus presos políticos. Hablo de Paraguay, Chile, Uruguay, Brasil y Guatemala, países donde no hay espacio para el orden constitucional. Y hablo sobre la Argentina, donde la injusticia llevó a situaciones de violencia desde la izquierda y desde la derecha, que otra vez condujeron a mucha gente fuera asesinada, desaparecida, torturada, encarcelada o forzada al exilio.”
En su crónica de aquel día, The New York Times citaba a la agencia Associated Press para dar una información: “Pérez Esquivel, secretario general del Servicio de Paz y Justicia en América latina, recibió la medalla de oro del Nobel y el diploma en una ceremonia que fue boicoteada por el embajador de su país en Noruega, Juan Carlos Vignaud”.
En los años siguientes Vignaud moderó su rechazo por la causa de los derechos humanos hasta lograr una cómoda indiferencia.
Desde que es cónsul en Nueva York –un destino tan importante como una embajada para temas institucionales, económicos y culturales– no fue participante activo de ninguna iniciativa en derechos humanos. Nunca necesitaron consultarlo los directivos de Human Rights Watch y pasó casi todo su mandato sin ser una referencia para las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo.
Su paso de la indiferencia a otra etapa fue gastronómico: participó en una cena ofrecida a las Madres de Plaza de Mayo en el Café Tacci, del Upper West Side de Manhattan, el 18 de abril último. Su conversión coincidió con otros hechos:
u El comienzo de una investigación de la Oficina Anticorrupción sobre el origen de sus propiedades en Atlanta, Georgia, donde fue cónsul, y en Boca Raton. La Cancillería le ordenó este año brindar aclaraciones y el expediente está en proceso de análisis.
u La evidencia de que no había sido clave en las visitas anteriores a Nueva York de la senadora Cristina Fernández de Kirchner, quien se las arregló perfectamente sin Vignaud para entrevistarse con académicos, dirigentes de derechos humanos y brokers de Wall Street.
u La certeza de que la programación del viaje que el Presidente emprende esta noche a Nueva York tampoco contó con su participación. Vignaud no tuvo relación alguna ni con el diálogo entre Néstor Kirchner y Paul Krugman ni con la cena que le ofrecerá al Presidente, por el caso AMIA, el American Jewish Committee.

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