EL PAíS

Banqueros de la línea Sobremonte

 Por Susana Viau

Al decir de los ejecutivos de la city, los hermanos José “Puchi” y Carlos Rohm son “gente muy, muy paqueta”. También, podría agregarse, servicial y audaz. De lo primero, dan cuenta los apellidos de los clientes “clase A” que lograron escapar al “corralito”; de lo segundo, las informaciones encriptadas en la página web del Banco Central. Allí titila un dato que sería oro en paño para la jueza María Romilda Servini de Cubría. Los hermanos de perfil bajo que prometían heredar el lugar de privilegio que Raúl Moneta había dejado vacante en los alrededores del poder resolvieron, entre octubre y noviembre del 2001, dar un salto mortal: en medio de la corrida y el retiro de depósitos protagonizado por distinguidos y amiguetes, su banco, el General de Negocios, tomó una decisión tan discreta como escandalosa: reducir su capital en 31 millones de dólares. Es probable que no lo hayan consultado sólo con la almohada y que sus socios (el General de Negocios era una sociedad de bancos, un “banquito” soportado por los grandes, un enano encaramado en los hombros de un grupo de gigantes) estuvieran enterados de la maniobra. Al menos deberían haberlo estado, porque ninguna alteración del patrimonio puede hacerse desconociendo la asamblea de accionistas; y debió estar al tanto, asimismo, el Banco Central, porque tampoco una jugada de esa naturaleza se realiza sin su imprescindible autorización. O sea que “Puchi” y Carlos no sólo pusieron a buen recaudo el dinero de sus más allegados clientes: salvaron su propia ropa y, quizás, la de sus partners, el Dredsner Bank, el Crédit Suisse First Boston, el J.P. Morgan. Demasiado prestigio para que quedara en manos de dos muchachos que empezaron en los arrabales de la actividad financiera, como propietarios de una extrabursátil. La irrupción arrolladora del mundo de las finanzas generó entre Rivadavia y Viamonte y el Bajo y la calle Maipú, un vergel de financieras, extrabursátiles y casas de cambio, verdaderos bancos paralelos que, como la Compañía General de Negocios acabarían transformándose en bancos a secas. Eso ocurrió con Mercurio, la Financiera República y con la brevísima vida de la cooperativa de Vicente López, a la que el último aliento de la dictadura militar transformó en Banco de Vicente López. Dos meses después, el nuevo presidente del BCRA del gobierno radical, Enrique García Vázquez, en enero de 1984, le firmó el acta de defunción. ¿Y qué tiene de particular el Banco de Vicente López? Nada, al margen de su efímera existencia y de que su titular era Diego Franco, suegro de Alberto Kohan y Kohan mismo su gerente general. Salidos de ese espeso bosque de cables de las líneas punto-punto que oscurecían el cielo de la city, los Rohm también cumplieron su sueño: de la extrabursátil a las nieves de enero en el Foro de Davos, del que terminarían siendo habitués.
Pero si el primer traje de banqueros se lo probaron en los 80, fue en los 90 que “Puchi” (cuentan que así lo llamaba, de pequeño, Carlos) y Carlos tocaron el cielo. Tuvieron, es cierto, momentos difíciles, sobre todo los que les valieron investigaciones judiciales por las descomunales coimas de los contratos IBM-Banco Nación e IBM-DGI, cuando muertos y camareras aparecieron cobrando cientos de miles por ventanilla. Carlos fue procesado por aquella gaffe que, no obstante, no les impidió quedarse con la privatización del Banco de Santa Fe ni aspirar a hacer tres cuartos de lo mismo con el Banco de Córdoba. Los que creían que la estrella de los Rohm se apagaría con el ocaso de Menem se equivocaron. En una señal de continuidad, fue en casa de “Puchi” que Fernando de la Rúa, electo y aún no asumido, Menem, el ex presidente uruguayo Alberto Lacalle y George Bush (padre) se reunieron en lo que no podía ser sino una mayúscula sesión de lobby. El corralito le bajó el telón a la fiesta. Carlos, detenido; “Puchi”, prófugo; sus socios, cargándoles la romana porque, al fin de cuentas, los hermanos son nadie. Y para mayor oprobio, en la prisión de Carlos mucho tienen que ver las inquietantes infidencias de “Puchi”, quien, según se asegura en medios bien informados, habría abierto labocaza después de una reunión de apenas diez minutos con George Bush hijo, mister president. Poco tiempo para conversar pero suficiente para escuchar una advertencia.

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