EL PAíS

Hablando en la asamblea

La capacidad creativa muestra ser infinita en las asambleas vecinales. En cada encuentro pasa de todo. Aquí, un puñado de anécdotas escuchadas en las de esta semana, como muestra de debates.
- El contraste entre las consignas generales y las necesidades puntuales salta a la vista en la mayoría de las asambleas. “Fuera el FMI”, exclamaba un grupo de vecinos de Caballito. A los cinco minutos, uno de ellos proponía: “¿Y por qué no salimos a vender berenjenas en escabeche a los comercios del barrio?”
- El murmullo de la asamblea de Colegiales se cortó de repente. “Yo no me quejo por acá”, gritó una mujer señalándose el bolsillo. Me quejo por acá”, agregó dándose palmadas fuertes en el pecho. Los asambleístas quedaron atontados. La mujer lloraba el exilio de su hijo.
- “Vivan las mujeres, qué lindas que son”, sorprendió un muchacho que pidió el micrófono en la asamblea de Palermo Viejo.
- La asamblea de Parque Rivadavia debatió hacer escrache a la unidad básica peronista y a otra radical sospechadas de haber tapado una pintada en que los asambleístas difundían sus días de reunión.
–No hay que escrachar ni a peronistas ni radicales, acá somos todos vecinos por igual –se enfureció un mujer de mediana edad.
–Callate, que seguro vos sos radical –le contestó un cacerolero.
–Yo no soy radical, seguro que vos sos peronista –retrucó ella.
–¿Y ésta de dónde salió? Debe ser de los servicios –se escuchaba un murmullo de fondo.
* “Mi preocupación es hacia dónde va la asamblea.” Una inquietud repetida en casi todos los barrios.
- “Nos sacan los carteles, nos persiguen hasta nuestras casas, nos bajan la luz durante la asamblea, hay policía por todos lados.” Lo dicen algunos vecinos realmente preocupados del Cid Campeador.
- “Por favor, que alguien imprima tres hojitas de formato de word o lo que carajo sea, para que cada uno tenga la posibilidad de leer en su casa lo que hacen las comisiones”, se quejó un muchacho en Palermo.
- La comisión de salud de Palermo Viejo llevaba días esmerándose para montar una salita de atención primaria. Consiguieron estetoscopio, ecógrafo, aparato para electrocardiograma, lugar físico y médicos ad honórem. Lo anunciaron. Parecía increíble. Pero hubo críticas.
–Hacer beneficencia exclusivamente no sirve de nada. Hay que ir a los hospitales, ver qué hacen sus directores, fiscalizar qué se hace con la plata –protestó un grupo de chicas a un costado.
–Yo no quiero venir a un club, quiero la gente en la calle, movilizada. Me preguntan por qué no salí antes y admito, estaba guardada. Pero basta. Rebelémonos –estalló una comerciante de la zona–. El trueque es un retroceso –desconcertó al rato.
–Estás equivocada, es un avance de la historia que el dinero esté sustentado por el trabajo social –le contestó un miembro del club del trueque. Recién a esa altura el coordinador logró, tras varios intentos, enfriar el debate.

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